Capítulo 23: Radical.

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—Vamos, entra —le devolvió sus llaves y lo dejó pasar primero.

De inmediato sus fosas nasales fueron atacadas y al mirar detenidamente notó que su departamento era un desastre; había comida putrefacta en la cocina y todo el lugar estaba hecho un campo de guerra, como si alguien hubiese intentado robarle. Pero al notar que todos los objetos de valor estaban en su sitio y que en realidad Frank no parecía sorprendido sino más bien avergonzado, tuvo una idea de lo que sucedió pues aunque Frank había cambiado muchísimo desde el instituto, aún recordaba aquellos arranques de ira que le daban cada vez que tenía algún problema, y eso parecía ser otro escenario de aquellos ataques.

—¿Qué pasó con el servicio de limpieza? —preguntó luego de soltar un largo suspiro.

—Los eché. —Dijo sin más.

—Okey, okey... llamaré a recepción, quizá consigan a alguien que limpie todo esto. Por ahora ve a ducharte ¿De acuerdo? —Frank asintió y comenzó a andar casi roboticamente rumbo al cuarto de baño, donde tomó una larga ducha; Estuvo a punto de quedarse dormido pero cada vez que cerraba los ojos a su mente llegaban vividos recuerdos con Gerard, recuerdos que había tratado de olvidar o al menos de evitar a toda costa.

«"Te amo..."»

Dió un gran salto en la bañera; la dulce sonrisa de Gerard seguía plasmada frente a él, pero ya no sentía asco o ira simplemente sentía melancolía pero no comprendía por  qué y eso lo frustraba.

«¡Yo no soy un marica!».

La simple posibilidad de que le gustara Gerard, lo hizo enojar tanto que tomó una toalla y tras colocarla en su cintura salió del baño con los ánimos repuestos. De inmediato se encontró con un sujeto que terminaba de acomodar el sofá; la verdad es que el lugar quedó bastante limpio. Pero eso no le importaba, en ese momento.

Tomó al sujeto por el brazo y lo arrastró hasta la puerta.

—Fuera —lo empujó —ven mañana por tu paga, te daré el doble. —Dicho esto le cerró la puerta en la cara y puso el seguro.

—Frank, ¿Qué diablos haces? Me costó mucho encontrar ese chico —decía molesta pues en verdad ese día no había mucho personal disponible.

De pronto un beso apasionado acalló sus palabras. Quería alejarlo y preguntar qué ocurría, pero aún así siguió el juego. Un par de manos frías se colaron dentro de su blusa y sus dudas fueron sustituidas por gemidos.

«¡No soy un marica!».

Al despertar, no había nadie junto a ella, su mano se deslizó perezosa por la cama y al llegar al borde se apoyó en sus codos. Tallo sus ojos y cuando su visión se aclaró, observó toda la habitación descubriendo que no había nadie. Cogió la camisa que colgaba de la lámpara y se la puso, abotonando únicamente sus pechos.

—Frankie —lo llamó cruzando el umbral. —¡Frankie! —lo diviso desde la sala de estar, recargado en la baranda de su terraza fumando un cigarrillo. Tenía puesta ya su pijama, una cosa muy llamativa; era un pantalón y camisa color negro satinado junto con una bata color vino con bordes negros y esponjosos.
A pesar del esmero en las ropas que cubrían su cuerpo, sus pies se encontraban desnudos.

—Hola —saludo dulcemente al deslizar la puerta de cristal.

—Hola, Jam —al verla junto a él, la abrazó de inmediato con gran necesidad.

—¿Estás bien? —preguntó sorprendida.

—De maravilla —al separarse, le obsequió una bella sonrisa y un beso en la frente. —¿Tienes hambre? Podemos pedir comida china —sonrío cómplice. La pelinegra sonrió y asintió efusivamente. —De acuerdo, vístete, iré a ordenar.

No me dejes caer. |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora