9. La historia del marciano

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—No —susurré—. No. Estás mintiéndome. Esta es una de tus bromas. No. No es cierto. —No podía ser cierto.

No. No, no, no, no, no, no, no.

No podía con esto. No podía respirar. No podía estar cerca de él.

De un salto, estaba de pie, enfrentándose a ese... ese monstruo con cara de geek.

—Nunca fui tan sincero como ahora —contestó Oliver, enfrentándome.

Él era bastante más alto que yo, por lo que debía levantar mi rostro para enfrentarlo; haciéndome sentir más pequeña y más furiosa.

—Te estoy diciendo la verdad, Penny Lane.

—¡Basta! Dejá de llamarme así —grité. Mis lágrimas ya no peleaban por salir; el dolor y la sorpresa dieron lugar a la bronca, a la furia—. No te creo. Vos no podés ser Augusto. No...

—¿No podría engañarte así? ¿Ofrecerte mi ayuda para encontrar a un mentiroso compulsivo siendo yo mismo ese mentiroso compulsivo, ganarme tu confianza, pasar el tiempo contigo como si fuéramos amigos? Pues, lo hice.

Su rostro era tan frío, su voz llena de filoso sarcasmo... Pero sus ojos, sus ojos brillaban con ardiente dolor. Todo en él me dolía. Dolía tanto que quería escapar de él, pero era como si mis pies estaban pegados al suelo.

—¿Por qué? —Mi voz es tan sólo un susurro. Durante meses ésta era la única pregunta en mi cabeza, la duda que me carcomía. ¿Por qué mentirme? ¿A mí y a un montón de personas? Fantaseé un millón de veces con este momento; con el instante en que tendría a Augusto frente a mí. Pero nunca que ese momento sería así. Que sería con él—. ¿Por qué hiciste todo esto?

—No estoy seguro. —Dejó escapar un suspiro, encogiéndose de hombros—. Supongo que por diversión, al menos al principio. No soy bueno con las personas... o con cualquier forma de vida orgánica. No le gusto a la gente. Así que pensé en hacerme pasar por alguien más, inventarme otro yo. Alguien que sea lo que yo nunca fui o seré.

Pensé en cómo había sido Augusto. Simpático, gracioso, siempre con las palabras justas. Él no era como Oliver, con su cinismo y mordacidad. Augusto era como un Príncipe Azul, en cambio Oliver era Shrek... Pero yo no sería Fiona.

—¿Así que sólo fui parte de tu diversión? —grité, furiosa—. ¿Te gustó El Show de Penny La Tonta? Pues se terminó.

El desgraciado simplemente se encogió de hombros, ni siquiera estaba avergonzado.

—¿Y Julián? ¿Acaso sos gay o sólo querías divertirte a costa de él? —pregunté, entre furiosa, indignada y confundida.

Mi tonto e inocente ship se había cumplido, y de la peor manera. ¡Ya dejá de perseguirme ironía de mierda!

—No soy gay —murmuró mirando sus pies—. Él fue... un experimento. Sospechaba que era homosexual, pero no estaba seguro.

—¿Por qué querías averiguarlo?

—Chantaje, venganza... Te lo estoy diciendo, no soy una buena persona. No suelo tener buenas intenciones.

—Me das asco —susurré, sintiendo como el desprecio en mi voz—. No esperes volver a hablarme ¡en la vida! —grité y comencé a darme la vuelta.

Sólo quería largarme lejos. Lejos de él, de sus mentiras, de su falsa amistad. Pero Oliver me tomó bruscamente del brazo y me obligó a enfrentarlo.

—Esperá. —Estaba tan cerca que podría haber contado los lunares de su rostro si no me dieran tantas náuseas al verlo—. Sí, te mentí.

—Dos veces.

¿Quién es Augusto?Onde histórias criam vida. Descubra agora