3

1K 105 0
                                    

Tener a Evangeline cerca no era algo que a Draco le incomodara. Estaba tan acostumbrado que incluso sabía que existían aquellas noches en las que ella lo veía dormir; no la culpaba ni mucho menos la incriminaba pues creía que era el mero sentimiento de soledad y el recuerdo de ella hace muchos años.

El ambiente en el cubículo del tren se basaba en las risas constantes de los regordetes y en el silencio entre Draco y Evany. Fingir una ley de hielo entre ellos fue más duro de lo que esperaban, sobre todo porque ambos se encontraban tan cerca y a la vez tan lejos y el sentimiento de rechazo infringía en la distancia invisible que se veían obligados a aceptar.

Las rueditas del carro de golosinas se detuvieron frente a los ventanales, la puerta deslizándose fue lo que llamó la atención de los presentes sin embargo la única con una mirada serena y libre de prejuicios era Evany que a pesar de encarnar el cuerpo de una "fría y orgullosa" chica también tenía dentro el corazón bondadoso y comprensivo que de vez en cuando ganaba la guerra interna consigo misma.

Crabbe lanzo el primer ruido de desaprobación con un toque de indignación; Draco se concentró en mirar a la señora cuyas canas ya se veían brotar de manera delgada mientras que, con ojos discretos y a la par, observaba a su acompañante de asiento por la vista periférica que tenía a su alcance; Goyle optó por sonreír y sacar dinero de su gabardina.

-¿gustan algo del carrito?- dejo salir la pregunta que le hacía a todos en el tren.

-Quiero dos ranas de chocolate, cuatro bombas explosivas y un paquete de grageas- ordeno el regordete que había sacado ya el dinero- ¿quieren algo?-

-Yo traje mi almuerzo- se limitó a decir Crabbe con los hombros alzados.

-Supongo que tu también ¿no es así Draco?- el mencionado solo asintió de forma seria.

-¿y tú Evangeline?-

Entonces la señora la miro, ladeó ligeramente la cabeza de un lado a otro buscando entre sus memorias un rostro parecido al que observaba en ese momento. Evany se puso nerviosa por dentro, dudaba que aquella señora conociera a su hermano o incluso a ella puesto que la pelirroja no veía en el pasado un rostro similar. Sin embargo, las historias en Hogwarts vienen y van, así como la famosa leyenda del espejo maldito y el innombrable que fue capaz de meter a su propia hermana en él

-¿Se le ofrece algo?- aunque era más importante que en ese momento no hubiera dudas de su tenacidad. Las menos arrugadas del carrito se forzaron a no apretarlas contra el jalador, los ojos cansados decidieron desviar la mirada y los labios opacados esbozaron una mueca de querer olvidar lo que había presenciado. -No compró dulces del carro de golosinas- respondió a la pregunta anterior- pero gracias, Goyle-

Los dulces fueron intercambiados por el dinero y la postura de la mujer aligeró cuando de nuevo observo a los chicos de una manera más completa.

-¿algo más?- la pregunta rebotó entre las paredes propagando el silencio de superioridad.- Bien- acepto sonriente la señora- de ser así espero que tengan un excelente viaje-

Y las puertas se deslizaron como toque final. Pereció para la pelirroja misma volver a respirar al no sentir la presencia de unos ojos que la examinaron, suspiro delicadamente disfrazándolo de un sentimiento de estrés y contacto inferior con sobre toque de desagrado.

-A veces los impuros no saben cuándo callar- sentenció.

Goyle soltó una risa sorpresa que contenía unos mordiscos a su rana de chocolate. De alguna manera el tono de Evangeline hacia de las oraciones arrogantes un proceso poderoso y dominante; era extraño para dos de los presentes considerando que la niña parecía no matar ni a un mosquito.

La Maldición Riddle [El Dueño Del Espejo #2] (DRACO MALFOY) - AUTORA ORIGINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora