Capítulo VIII

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Capítulo VIII: club de eminencias y horrocrux.

Una mañana de invierno, de esas que el chocolate caliente y la manta son el mejor refugio para pasar el día, terminó en una extraordinaria invitación. Slughorn todo trajeado y el pelo debidamente estirado hacia atrás se acercó a la alumna de Slytherin. El sonido de sus zapatos chocar contra los azulejos avisó a la avispada chica, quien en mismo instante en que el profesor se posaba frente a ella, ésta ya lo observaba inquisitiva. Su gran barriga resaltaba entre la camisa blanca, y la chaqueta oscura trataba de disimular el sobrepeso del mayor, sin embargo el botón apunto de estallar era suficiente para darle a la imaginación una perfecta secuencia. Hermione había cerrado el libro y escuchó lo que él decía entusiasmado. Parecía desear con ímpetu, tal y como en su época, que acudiera al encuentro. En éste; en el club de eminencias, sólo los más disciplinas y sobresalientes tenían el privilegio. En su época había aceptado gustosa la oferta y en esa también. ¡Por Merlín! Estaba emocionada de que nada hubiera cambiado, salvo el pequeño detalle de que, en vez de ver a Harry Potter a su lado, estaría entre los presentes el asesino de sus padres y un Fleamont Potter desbordando por sus poros toneladas de nerviosismo. El flacucho decidió que sería la pareja de Hermione, y ella no pudo evitar abrazarlo de la misma forma en la que abrazó a su amigo por última vez: con amor.

—¿Apoco quieres matar a todos, Mione?—le preguntó Druella estupefacta ante la imagen que jamás tuvo la oportunidad de ver.— Estás espectacular. Seguro que tendrás muchas miradas sobre ti esta noche.

—Pues me compadezco de cada una.—dice la otra acomodando su flequillo.— No busco la atención de nadie.

—Irónico. Pero cómo no llamarla, si gracias a ti todas las chicas de Hogwarts dan clase de duelo.—recordó Rosier boca arriba, abrazando su estómago y sonriendo orgullosa.— Fueron tan divertidas las caras de los chicos que... Hahahaha... ¡Ay! ¡Hahahahaha!

Sujetándose el tronco, Druella reía como una desquiciada al volver a contemplar a un Abraxas Malfoy casi desmayándose y a Cygnus Black boquiabierto. Juró que la mandíbula se le caería en algún momento, pero fue un colega el que le proporcionó tal codazo que soltó todo el aire que había retenido. Hermione ríe con ella.

—Eileen irá, ¿No?

—En absoluto.—contestó la castaña cabizbaja.— Dice sentirse incómoda durante la velada, pues Horace Slughorn presume de sus alumnos cuan joyas valiosas y tomó una decisión irrevocable: no irá. Me hubiera gustado que sí, habría una cara conocida a la que hablarle cuando no supiera donde meterme.

—Bueno, ya conocemos a Prince. No te amargues. Lo pasarás genial, ya lo creo que sí.—anima una Rosier erguida, tras la anatomía de Hermione y planchando con sus manos algunos pliegues que le hacía el vestido.— Ahora vete, faltan veinte minutos para las 21:00pm, y ya conozco tu lema.

—Llegar a tiempo es llegar tarde.—dijeron ambas al compás. Después rieron asombradas y divertidas.

—Nos vemos más tarde.

Enganchada al delgado brazo de Potter, Hermione suelta varios suspiros al vacío con el fin de paliar su ansiedad. Fleamont repetía minuto sí y minuto también lo guapa que estaba aquella noche. “Rectifico, usted siempre se ve hermosa” añadió juguetonamente. Al poco de atravesar el umbral, la mesa estaba llena de no más de diez alumnos. Reconoce un rostro que le saca canas verdes e intenta alejarse de ella cuanto puede. Walburga estaba a un lado del profesor Horace, no obstante su intención era hacerlo junto a Tom Riddle, quien se sentó cerca de Hermione. Tan cerca que lo tenía a su vera. No pegados, pero sí a centímetros. Méndez casi se golpea al recordar el incidente en la tienda. La sensación de su cuerpo siendo invadido por el de Riddle era una dulce tortura.

—Queridos míos.—comienza a hablar Horace Slughorn a sus alumnos.— Es un maravilloso honor compartir esta velada con ustedes. Sus mentes son de lo más brillante que vi. Por ello tengo mucha incertidumbre sobre sus planes... Díganme, señores, ¿Que harán al acabar los estudios?

¿Señores? Oh, Hermione quiso clavar el tenedor en la mano de Horace, casi lo lleva a cabo si no fuera por el apretón que Fleamont le dio. Uniendo sus manos, Potter contuvo a la muchacha de cualquier imprudencia. Este gesto no pasó desapercibido por Tom, el cual temió lanzar Crucios y más maldiciones imperdonables hacia el gafotas. El moreno presenció la fabulosa entrada de Hermione. Con un vestido burdeos y volantes de un tono más claro, la joven se detenía a saludar a todos. Incluso a él. Aunque solo hubiera sido un asentimiento con la cabeza, sin ninguna expresión, bastó para que los ojos de Riddle se congelaran en ella. Walburga la fulminaba de tanto en tanto, sin embargo hacia caso omiso a la resentida chica, que al abismo de hacer un berrinche por no estar cuan lapa al lado de Tom, se conformó con tenerlo delante toda la cena.

—¿No piensa cuestionar a las damas?—la voz de Hermione era brusca, pero con una pizca de delicadeza.

—¡Cómo osas a hablar sin que se te permita, gaznápira!—exclama Walburga. Méndez ríe de manera suave y sin gracia.

—Pues con la misma osadía que tienes tú para hacerlo y encima no hacerte de respetar.

Tom Riddle siente algo en su pecho incrustarse. ¿De qué sensación se trataba? ¿Odio? ¿Repugnancia? ¿Molestia? No, sin duda alguna lo que hizo que el pecho se le llenara de montones de cosquillas era orgullo. El orgullo de un hombre por contemplar la valentía de Hermione, la cual lanzaba sonrisas arrogantes a su enemiga.

—Y dime, Srta. Méndez, ¿Qué piensa hacer en el futuro? De seguro algo tan grande como su poder.—corrigió Slughorn su error.

—Gracias por el cumplido, profesor Slughorn.—responde complacida, fingiendo que nada había ocurrido.— Trabajaré en el Ministerio de Magia. Porque sí, las mujeres trabajamos y estamos capacitadas para cualquier cosa que nos propongamos. De hecho, tengo múltiples soluciones para acabar con el maltrato y la explotación de los elfos domésticos. Quisiera enfocar todos mis esfuerzos en salvarles y darles la libertad que merecen.

—¿Qué acabas de decir?

Estallan en carcajadas. No era cierto lo que acababa de decir. Simplemente debieron de sentarle mal los profiteroles que, evidentemente, unos esclavos —desde su punto de vista—, habían preparado.

—Los elfos están para servirnos.—habla un Slytherin, Orión Black.

—Y eso no puedo discutirlo, no ahora, pero que tengan ese deber no requiere que sean maltratados en cualquier sentido. No son la bazofia que sueltas tú por la boca, Black.—replica irritada Hermione.

—Si te lo propones puedes lograrlo.—interrumpe el profesor la creciente discusión que se estaba desatando.— Como bien dije al iniciar, ha sido un honor tenerlos aquí. Un placer ser vuestro profesor y que sean unos eficientes discípulos.

Hermione y Fleamont se esfumaron pronto, ambos en silencio caminaron sin conocer la dirección. Méndez supo cuando se hallaba frente a su sala común, que Potter la había acompañado. Era una ricura de persona, como el nieto.

—Así que auror.

Él sonrió ampliamente mientras afirmaba con un leve asentimiento.

—Mi padre también lo es. Y me gustaría ser como él.—hablaba extasiado viéndose a sí mismo trabajando.— Sin embargo, las cosas en casa están delicadas, pues mamá ha enfermado y es él quien se encarga de cuidarla.

—Deseo con ímpetu que la situación actual cambie.—dijo Hermione colocando su mano en el hombro de Potter.— Que cambie a mejor, por supuesto.

—Gracias, Mione.

“Si se pudiera vivir para siempre...” había susurrado entristecido para después de besar su mejilla irse del pasillo. Oh, no. Lo olvidó por completo. Ese día Tom Riddle se informaría de lo que tiempo más tarde haría. El interés por los Horrocrux se incrementó cuando el profesor Horace Slughorn le explica con temor lo que su alumno quería escuchar. Lo que no sabía él, ni nadie; salvo la viajante, es lo poderoso que se volvería por ese simple hecho.

𝑷𝒂𝒓𝒂𝒅𝒐𝒋𝒂 𝒕𝒆𝒎𝒑𝒐𝒓𝒂𝒍 | Tom RiddleDove le storie prendono vita. Scoprilo ora