Capítulo XIV

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Capítulo XIV: Cumpleaños y estrellas fugaces.

Navidad se presentó con tormentas y gigantescas bolas de nieve que terminaron cubriendo cada pino y cada una de las torres; así como también de presentó con decoraciones allá donde se pisara y sorpresas en los banquetes. Los alumnos que deseaban pasar las fiestas a la vera de su familia se marcharon al poco, en cambio, aquellos que no corrían la misma suerte de poseer alguien con quien disfrutarla fuera (o simplemente las circunstancias lo causaron), escribieron en un pergamino su nombre. Tom Riddle encabezaba dicho pergamino. Incapaz de dudar al hacerlo, Riddle sintió mayor satisfacción teniendo a Hogwarts casi para él solito. ¿Volver al Orfanato Wool? No, no quería pisar de nuevo aquel infernal centro.

Entre todas las casas del colegio no sumaron ni cien alumnos, y la cifra se hacía de notar cuando se deambulaba por los pasillos; por la biblioteca (aunque allí tampoco veías a muchos discípulos); y, sobre todo, entre deliciosos panes de hada y toneladas de espléndida comida, en el Gran Comedor.

Días antes de las vacaciones, Tom Riddle se apropió del pergamino con el fin de buscar un nombre. «Hermione Méndez» buscó en vano. Le extrañó, pues era igual de huérfana que él, salvo por el hecho de que su tío era Albus Dumbledore. Cosa que seguía quebrando en dos su cabeza. Que el profesor permaneciera en el castillo no corroboró a las sospechas de Riddle; si Hermione perdió a su familia, ella, sin lugar a duda, conviviría con una de sus amigas o, para su desgracia, con Fleamont Potter... Pensarlo le provocaba grandes ganas de vomitar. (¡Cómo deseo estar equivocado!).

En algún momento de las ansiadas vacaciones, Riddle consiguió colarse en la sección prohibida y dictaminó, en cuanto cerraba un libro de tapa gruesa en la que se hablaba de los cuatro fundadores de Hogwarts, que conocería a los Gaunt. Su familia muy a su pesar.

Amanece un cielo abierto y exento de lluvia, el último día del año y el clima parecía de buen humor. Tom Riddle lamentaba ese día, el día que nació. El 31 de diciembre de 1926, Merope Gaunt da a luz en el orfanato en el que se crió. La muerte acecha a Merope y ésta, llena de desidia y depresión, se deja vencer. Tom abre los ojos horas después, inocentemente, y buscando una tetina con la que alimentarse. El niño preguntó alguna vez sobre Merope, y las cuidadoras le explicaban, todas por igual, que falleció por el esfuerzo que conllevó el parto. «¿Y si, en realidad, me abandonó? ¿Por qué mi madre no me quiere?» se cuestionaba.

—¿Si empleo el Wingardium Leviosa en mi pluma podrá hacer mis ensayos?—dice un alumno de primero; Hufflepuff e hijo de muggles.

—¡Veremos!—contestó el amigo, un Gryffindor.

Tom no tenía amigos, sólo seguidores y sirvientes a los que manipular a su antojo. Sin embargo, la presencia de Méndez le resultaba de lo más útil, gratificante y curiosa. No eran amigos, por supuesto, pero pudo entablar conversaciones que Riddle jamás habría compartido con otro estudiante de Hogwarts. ¡Y, para colmo, con una chica! Aunque no cualquier chica, sino Hermione Méndez, la sobresaliente muchacha del colegio.

—Disculpa, Sr. Riddle—lo detiene un niño de su casa, portaba en las manos una carta en la que, con una caligrafía magnífica y de color ocre, «Tom Marvolo Riddle» se leía—. Es para usted.

—Gracias—murmura tomándola y examinando el remitente, pero era anónima. El niño le daba la espalda, por lo que se apresuró en ir tras él—. ¡Eh, espera! ¿De quién es?

—Prometí no decirlo, Sr. Riddle—el chico de primer año dice, dibuja una mueca y lo observa de forma dubitativa—. Bueno... No le diré quién la escribió, pero... Por si le sirve, era una alumna de Slytherin.

(¿Conque se trataba de una chica y además, serpiente?). Tom Riddle le devuelve la sonrisa, huye de los pasillos y se adentra en la sala común, la cual estaba vacía. Abrió el sobre y...

      «¿Sabe usted qué día es hoy?

       Si gusta, podré decírselo, mas

       deberá acudir al lugar recóndito

         y frío de Hogwarts.

       Suerte, Tom Riddle».


Las mazmorras. Bajó a la velocidad de la luz y encontró un pergamino y a su vera un libro, Magia defensiva práctica y cómo utilizarla contra las artes oscuras, tomó ambas cosas y verificando que la chica de perfecta caligrafía no aparecería, desdobló la hoja.

     «¿Un buen libro, cierto? Úselo con conocimiento.

Sí, sabrá qué día es hoy... Una cuestión,

¿cuál es el mejor rincón para ver las estrellas?

La paciencia es un arte, Sr. Riddle».

De manera inmediata apareció la respuesta: la torre de astronomía. Suspira agotado, mas la incertidumbre le consume. Reanuda su carrera, sintiendo los pies pesados y las gotas de sudor cayendo por la frente. Mechones rizados vuelan de un lado a otro, proporcionándole un aire atractivo y varonil que a Hermione hizo sonrojar. Él se apoyó en la barandilla, ella se acerca sigilosamente.

—¿Quiere saber qué día es hoy, joven Riddle?

Tom encara a la chica, se había asustado, pero es algo que disimuló bien. Hermione Méndez vestía una blusa de estampado liso de color rojo, era abierto y en forma de uve; más abajo la falda negra que conjuntó con sandalias oscuras y planas. Riddle no pudo disimularlo, había quedado impresionado, y en su semblante se advertía.

—Hermione...—susurró él aproximándose. Carraspea y le tiende una mano; en la otra seguía llevando el libro y las cartas—. Lo cierto es que espero tu respuesta, Srta. Méndez.

—Hoy es un día muy, muy especial—habla sonriente aceptándola—. Es su cumpleaños.

—¿C-cómo...

—¿Qué cómo lo sé? Oh, me subestima—ríe bajito—. Soy sobrina de Dumbledore, puedo conocer cualquier cosa que necesite.

—Ya veo.

—Bien, como decía...—vuelve a su discurso—. ¡Feliz cumpleaños, Riddle!

Hermione tenía la intención de lanzarse a sus brazos, mas no imaginó que se le adelantarían: Tom abrazó a la chica, apretando su anatomía junto a la suya y sintiendo cada centímetro de su ser. Apoyó la cabeza sobre la de Hermione y sonrió alegre. (¡Alguien se acordó de mi cumpleaños!). Méndez, por su parte, dejó descansar la cara en el pecho de Tom e inspiró el dulce aroma.

—No sabes cuánto te lo agradezco...

—¡Mira!—irrumpe Hermione el contacto, señaló al cielo y lo vieron: una estrella fugaz—. ¡Vamos, pide un deseo!

“Quisiera vivir para siempre, sólo si en esa eternidad, tú estás conmigo...”

𝑷𝒂𝒓𝒂𝒅𝒐𝒋𝒂 𝒕𝒆𝒎𝒑𝒐𝒓𝒂𝒍 | Tom RiddleWhere stories live. Discover now