Capítulo XV

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Capítulo XV: San Valentín.

«Algo está ocurriendo... Algo inexplicable me empuja del pozo oscuro en el que me encuentro. Es una sensación de paz, de calma, de serenidad... Como si al fin hubiera hallado mi verdadero yo; el verdadero sentido de mi vida» escribió Tom Riddle en su diario nuevo, otro obsequio de su compañera Méndez. Era un cuaderno negro, con bordes dorados en las esquinas y un nombre grabado más abajo: el suyo. A simple vista, parecía un objeto normal, exento de magia, sin embargo, y lo más práctico de éste, era que nadie leería nada de lo que se escribiera. Aquel chismoso vería hojas en blanco y terminaría con un buen Flipendo en su pecho. El muchacho no pudo dejar de agradecer a Hermione, quien le regalaba sonrisas de tanto en tanto y le regañó en más de una ocasión. «Lo hice de corazón» respondió ella al instante en que Riddle le molestaba con que no debió gastar dinero en su persona.

Que Tom comenzara a demostrar otra faceta mucho más humana tuvo consecuencias, no sólo que su séquito dudara de si acatarían sus órdenes, sino que Hermione sentía que el sacrificio cobraba sentido. Ilusionarse por observar un lord Voldemort agradable no entraba en sus planes, sin embargo, su corazón brincaba al contemplarlo sonriente o calmado ante ella. Si él se viera de la misma forma en la que Hermione lo hacía, probablemente la desidia moriría. Pues lo había conocido así, lejos del papel que en su época poseía. Aquél que culminó con la vida de centenares de personas era un adolescente con maléficos tratados que, Hermione cree poder cambiar.

Al cabo de unos meses ocurre algo que Hermione jamás imaginó. El 14 de febrero, la castaña paseaba acompañada del Gryffindor que tantas carcajadas le provocaba: Fleamont Potter, quien enebró su brazo con el de Hermione y le hablaba entusiasmado. Esa mañana Potter reunió toda su valentía para invitar a una Gryffindor, y aunque ésta lo hubiera rechazado en numerosas ocasiones y de cualquier manera, el chico no podía desistir. Amaba a ésa chica, muy pelirroja y de ojos azul cielo; con pecas en las mejillas y labios delgados. La muchacha, cuyo nombre, Hermione, no pudo recordar, era una de las más codiciadas de su casa, lo que enfurecía al pequeño Fleamont. Contó, hundido en la vergüenza, que en un arranque de celos golpeó a un Hufflepuff que le ofertó un paseo. «Estas demente, Potter» reía Hermione.

—¡Eso! ¡Tú sigue regocijandote de mi desgracia, amiga!—exclamó él haciendo énfasis irónicamente en la última palabra—. Deberías ayudarme, no burlarte...

—Esta bien, esta bien—suelta unas carcajadas más y añade:—. Te propongo algo.

—Te escucho, cerebrito.

—Practica conmigo.

—¿Eh? ¿El qué?

—¡Pues qué va a ser, atontado!—replica Hermione golpeándole la nuca. (Todos los Potter son iguales) se dijo—. Pídemelo, a ver cómo te sale.

—Oh, claro—murmura nervioso. Suspira cabizbajo y al ensalzar la mirada, Hermione casi se echa a reír; Fleamont tenía un semblante extraño, quiso adaptar una imagen más varonil y sexy, pero se notaba demasiado fingido—. Hola, señorita, ¿me permite tomar su mano? Ay... Qué bello día, ¿no es cierto? Los días hermosos se comparten con personas hermosas, por lo que, ¿gustaría en pasar una magnífica velada junto a mí?... De antemano me disculpo si suena atrevido, mas no puedo evitar que estos sentimientos...

—Méndez—interrumpieron a Fleamont, cuyo rostro se paralizó y la susodicha se vio obligada a girar sobre sus talones, hallando frente a ellos al prefecto de Slytherin—. Lamento la intrusión, pero requieren tu presencia en el despacho del director Dippet.

—¿De veras?—cuestionó ella totalmente confusa; Tom asintió con la cabeza y la arrastró a leguas del cuerpo de Potter, quién sigue pálido—. ¡Oye! ¡Espera!... ¡Lo siento, Fleamont, ya nos veremos! ¡Suerte!

—No grites, ordinaria.

—¿Ordinaria?—dice ofendida—. Bueno, no he sido yo el que ha arrancado de cuajo el brazo de una pobre jovencita que sólo disfrutaba de la compañía de su mejor amigo. Así que, llámame ordinaria y maleducada, pero no tuve otra opción, era esa o dejarlo con las palabras en la boca.

—Opto por la segunda—responde vacilante—. De todas formas, es un Gryffindor...

—¿Y qué con eso, Riddle?—inquirió Hermione.

—Pues que ya estará acostumbrado al fracaso y al rechazo.

—Eres idiota.

Méndez retrocedió y pensó que si tendría que andar más, iría por otro camino, pero no teniendo a Riddle en el mismo espacio. No obstante, la serpiente la detuvo.

—¿A dónde vas, Hermione?

—¿A dónde más? Al llamado de Dippet—contesta con obviedad. Frunce el ceño al oírlo y lo mira sorprendida—. ¿No me digas que fue una de tus patrañas? Oh, Riddle, ¿a qué viene eso?

—Esa sabandija escarlata te iba a pedir una cita. ¿Y tú?—de pronto rugía con furia, no entendía porqué—. Tú estabas encantada.

—Cuánta razón llevo, Merlín—ríe Hermione por lo bajo provocando que Tom la observara con curiosidad—. Eres idiota, Tom Riddle.

—Deja de insultarme.

—¡No puedo, Riddle! ¡Entiende! Fleamont estaba practicando qué le diría a la chica que le gusta, y ya te advierto que no soy yo. Es San Valentín, ¿lo sabías?

—Oh... Entonces... ¿No está interesado en ti?

—Por Salazar, no, no lo está—dijo ella, recogiendo todo el oxígeno posible y soltándolo cansada de la conversación—. Debo marchar, me esperan unos cuantos ensayos para el lunes y me gusta estar al día con las tareas.

—Un momento, Méndez—la retuvo él—. Quiero disculparme, tienes razón, fui un idiota... ¡Puedo compensarlo! Sé que ese ensayo es importante pero también sé que podrás acabarlo más tarde, ¿te apetece ir a Hogsmeade?

—¿Contigo?—la pregunta había sonado demasiado tonta, mas fue inevitable no soltarla... ¡Era una grata sorpresa para Hermione!

—Claro, ¿con quién más? Sólo yo; el apuesto prefecto perfecto de Hogwarts—responde con una sonrisa arrogante.

Hermione asiente repetidas veces emocionada. Esa mañana tuvo que soportar a Malfoy pedirle, incansablemente, que tuvieran un encuentro en Hogsmeade, pero negó todas las propuestas. (¡Ya se cansará!) pensó ella. Y no estaba del todo equivocada, pronto Abraxas tendría que cesar con su acoso.

𝑷𝒂𝒓𝒂𝒅𝒐𝒋𝒂 𝒕𝒆𝒎𝒑𝒐𝒓𝒂𝒍 | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora