Cap.15.

1.5K 120 3
                                    


Desde que habíamos abandonado Murcia, había notado a Flavio ausente. Pero tampoco por lo podía juzgar, porque yo estaba incluso más ausente que el mismo.

Durante el trayecto a Valencia, había intentado con todas mis fuerzas que el chico durmiese al menos un poco. Sabía a la perfección que su desvelo durante la noche anterior había durado lo suficiente como para ahora caer rendido por el mecer del tren, y así fue.

A la falta de menos de media hora para llegar a nuestro destino, Flavio dormía todavía plácidamente sobre mi regazo mientras yo le acariciaba ese pelo negro que tanto me gusta pero que ya, a día de hoy, necesitaba un buen corte. El chico se había despojado de sus gafas y las había guardado cuidadosamente en mi bolso según había visto como el sueño se iba apoderando de él, lo cual me dejaba ahora mismo una vista perfecta de sus facciones más insignificantes.

Lo observaba con detalle a la vez que pensaba en todo lo que había sucedido en tan poco tiempo y en todo lo que estaba apunto de suceder. Había pasado de tener una relación de vaivenes con aquel chico de gafas, a poder llamarlo novio. Y casi sin anestesia ambos nos habíamos tirado a la piscina con una navidades en familia para nada programadas.

No podía negar que temía por el chico. Era consciente de su timidez arraigada, al igual que era consciente del descaro característico de mi familia. Sabía los diferentes problemas que había tenido Flavio simplemente por su personalidad y no quería que a esa lista se sumase uno con mi propia familia. Al fin y al cabo una de las cosas de la que yo misma estaba enamorada era esa pequeña timidez.

Enamorada. Había aceptado esa palabra justo en el momento en el lo vi detrás de mi en aquella estación de Salamanca. Había sentido durante aquella semana separados la significante ausencia de algo, o más bien, de alguien. Y cuando por fin me había vuelto a ver reflejada en aquellas gafas siempre sucias, había sentido como el aire volvía a mis pulmones de nuevo.

Siempre había pensado que mi relación con el chico era un popurrí de muchas cosas que al final te daban como resultado algo más malo que bueno: una relación tóxica. Sabía que ambos estábamos enganchados el uno del otro y no temía al tiempo porque había ya comprobado que siempre ganaban nuestras propias ganas.

Desde que había conocido a Flavio dos años atrás, no había sido capaz de sacármelo de la cabeza. Sentía una necesidad insaciable por el chico que incluso, a veces, llegaba rozar una obsesión insana. Pero sabía que esta vez había mucho más. Esta vez era muy diferente, había aprendido a apreciar los pequeños detalles de una vida cotidiana con él. Había comprobado que todo lo divertido que parecía ser la situación de inestabilidad anterior, no tenía ni punto de comparación con el ahora.

Flavio, definitivamente, ganaba en las distancias cortas. Pues le habían bastado solo cuatro días para ganarme a mi.

Todavía seguía pensando en todo lo que nos había llevado hasta aquí, cuando sentí una sacudida que me despertó a mi de mi mundo interior y a Flavio de su sueño profundo.

- ¿Hemos llegado ya?.- me preguntó el chico todavía adormilado mientras se levantaba y se acomodaba el pelo despeinado por el roce de mis dedos.

- Así es.- no le deje contestar nada más porque al momento, ya tenía mis labios sobre los suyos.

Fue la voz metálica que sonó por todos los altavoces del ave, la que cortó aquel beso que tanto estaba disfrutando. Efectivamente, habíamos llegado a Valencia.

Canción Rota   //flamantha//Where stories live. Discover now