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Vivir los días de escuela eran ciertamente tedioso. Tanto para alumnos como maestros, sobre todo en primavera, cuando el aire estaba impregnado de felicidad, polen y hormonas ¿O es que era amor?

Total, un asco.

Las clases eran aburridas, los profesores aún más y lo único que conseguía sacarlo de esa aburrida rutina era molestar a su bajito compañero y amigo de misma clase, sentado a dos lugares delante de donde estaba él.

Para evitar morir de aburrimiento, (pues aunque buscaba constante la muerte esperaba una memorable), le lanzaba pequeñas bolitas de papel directo al cabello pelirrojo y ondulado que solía atar en una coletita. Era muy bonito a decir verdad, casi tanto como el gruñón de su dueño.

Joder, ¿por qué tenía que tener sentimientos? Ajá, esa clase de sentimientos. Y ¿por qué justo del enano malhumorado golpeador? Era tan pero tan tedioso tener que interesarse tanto por ese gnomo y peor aún ¡En contra de su voluntad!

Si hubiese sido su elección, habría escogido a la muchacha más guapa de su salón. No, ¡la más guapa de la escuela!, le diría cualquier basura barata que sonara poética y así podrían lanzarse juntos de la azotea para por fin acabar con su vida. Eso sí pintaba bien...

Era algo complicado atinar los papelitos en los medios rizos del muchacho, más que nada por haber dos tipas que constantemente lo miraban con sonrisas falsas de coquetería, obstruyendo constantemente la trayectoria de sus proyectiles. Pero era parte del motivo para seguir haciéndolo, lo mantenía entretenido.

Ni bien sonó el timbre para cambio de clase, Chuuya se volteó como bestia furiosa y comenzó a ahorcarlo mientras le gritaba. El profesor, acostumbrado a sus constantes alborotos no les llamó la atención y salió del aula.

— ¡Deja de estar molestando, maldito! ¿No te cansas de hacer bolas de papel? ¡Y si las ensalivaste hago que te las tragues! -Amenazó sacudiéndolo por la solapa.

— Oh Chuuya~ ¿Te has dado cuenta? –Le preguntó en tono dulce y emocionado.

— ¿Que si me he dado cuenta? –Habló con sorna. — He intentado toda la clase ignorar tus payasadas, cabrón.

— Que me pienses en cada momento es muy dulce de tu parte. –Actuaba como chica avergonzada. Sabía lo molestaría más.

— ¡Cállate! –Exigió soltándolo brusco. — No puedes ser una piedra en el zapato y pretender que te contesto por amor, Dazai. –Escupió con ira el nombre.

— Pero lo haces... -Tentó mirándolo con brillo en sus ojos.

— ¡No lo hago! -Reprochó cual niño pequeño.

— El primer paso es aceptarlo, Chuuya.

El pelirrojo ignoró olímpicamente sus constantes burlas y con un ceño fruncido se fue resoplando al baño a retirar cada papelito en su cabello. No pensaba llegar a educación física lleno de basura por estupidez de Dazai.

La verdad era que el más alto estaba perdido en tanta belleza; que si era fácilmente opacada por las groserías dignas de un camionero que podía exclamar Chuuya, aún así se declaraba naufrago en la inmensidad de ese basto mar azul cada vez que le dedicaba una mirada presuntuosa.

Ya en algunas ocasiones había tratado de comunicar haber perdido la cordura ante el pequeño, pues nada podía hacer contra una inoportuna atracción que no dudaba se convertiría en enamoramiento.

Aunque ya no sabía si su aún persistente soltería se debía a la inexperiencia en temas románticos siendo dulce, o era culpa del idiota de Chuuya, que ni aunque un coqueteo descarado lo golpeara en la cabeza entendería que gustaba de él...

O que se sentía atraído...

O que lo quería besar...

O lo que sea que fuese eso que sentía en el estómago cada que lo veía sonreír.

Confesión [Soukoku]Where stories live. Discover now