Capítulo 1

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3 de agosto del 2019

Juro que si alguien vuelve a pisar mis zapatillas blancas voy a explotar, este es el por qué siempre voy caminando desde casa hasta el trabajo, la gente en el bus son muy descuidadas o van igual de apuradas que yo. El caso es que no tendría que haber pasado por esto si ayer no me hubiera ido de fiesta para celebrar que por fin tengo todo para cumplir mi sueño. Ayer cuando estaba contando el dinero luego de salir del trabajo y vi que me sobraba para el boleto del concierto, llame a mi amiga de toda la vida, Érica Cruz, para contarle las buenas nuevas y ella y su alma fiestera decidieron que estaba bien usar un poco de ese dinero que sobró para salir a celebrar, eso llevó a una noche con muchos mojitos y baile por ambas partes y a un chico, que no recuerdo muy bien, ligando conmigo para luego besarnos e ir a su casa para terminar la fiesta. Eso llevo a que hoy me levantara en la cama de un desconocido con ganas de repetir, cosa que nunca iba a pasar, y un dolor de cabeza de mil demonios pero aún así tuve que salir corriendo y coger el bus que me dejara en la parada más cercana a mi trabajo.
Cuando llego al restaurante, decido entrar por la entrada trasera ya que voy un poco tarde y no quiero que todos noten que además de eso estoy usando un pantalón estrujado de la noche anterior y una sudadera tres tallas más grandes y un poco vieja que el chico fue tan amable de regalarme para que no me fuera con el top que apestaba a alcohol puesto. Voy lo más sigilosa posible hasta mi casillero y me cambio para mi uniforme de trabajo, los uniformes de cafeterías y restaurantes ya casi se sienten como una segunda piel, los llevo usando desde que tengo catorce años que mi madre me dio un poco más de libertad para llegar unas horas más tarde a casa para que pase tiempo con mis amigos, tiempo que fui aprovechando para trabajar de forma ilegal en varios restaurantes y cafeterías, ninguno me aceptaba por mucho tiempo ya que siempre llegaba algún inspector y les daba miedo que los multara por tenerme trabajando siendo tan joven.
En mi país es ilegal trabajar siendo menor de edad, pero eso no me importó cuando por las noches bajaba a la cocina y veía a mi madre frustrada intentando pagar todas las cuentas de la casa luego de llegar nuevamente tarde del trabajo y dejarme dormida en la habitación. Mamá nunca habló de los problemas económicos por los que atravesamos tras la muerte de papá, y mucho menos me impulsó a hacer lo que llevaba haciendo durante casi cinco años, yo sola decidí que cuando fuera un poco más grande trabajaría para ayudar a mi madre. Ella pensaba que yo estaba con mis amigos, no sabía que el dinero que recibía de forma anónima era mío y así todos somos felices. Con el tiempo las cosas en casa fueron mejorando y yo fui guardando un poco del dinero que ganaba para algún día poder ir al concierto de esa banda que tantas fuerzas me dio en uno de mis peores momentos. Aun siendo muy joven y trabajando todas las tardes, buscaba un espacio para cumplir con mis deberes escolares, tanto que siempre sacaba buenas notas y logre ganarme una beca para estudiar en una universidad en Canadá, mi madre estuvo muy contenta aunque triste porque su pequeña iba a volar lejos.
Me doy cuenta que he estado más de cinco minutos mirándome en el espejo reflexionando sobre el pasado, por lo que salgo corriendo a la parte delantera, donde se encuentran todas las mesas y rápidamente busco en el bolsillo de mi delantal la libreta para apuntar todos los pedidos. Paso junto a Tim que tras darme una mirada acusatoria por llegar tarde, me dice las mesas que me han tocado atender, veo que dos de ellas ya tienen clientes y voy rápidamente tomar nota, se me hace un poco raro que en la mesa número cuatro haya un hombre misterioso sentado, y aunque un poco asustada igual lo atiendo de buena forma, hago saber en la cocina su pedido para llevar, que posteriormente se lo llevo a su mesa y tan rápido como vino, se va, dejando un billete de cien dólares que sobra para pagar lo que el pidió y una generosa propina de veinte dólares, por muy raro que me parezca no voy a despreciar semejante propina así que la guardo en mi bolsillo y sigo con mi jornada laboral.
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-Buen trabajo Chiara- me dice mi Josh, mi jefe, tras pasarme de salida en la puerta del local-Esperamos verte mañana.
-Josh, espera-lo llamo y él se voltea para mirarme tras detenerse-Recuerda que mañana es mi cumpleaños y voy a ir a un concierto así que no voy a trabajar hasta la noche, hable con Tamara para que me cubriera a partir de las cuatro que es que salgo-le recuerdo.

Tras bambalinas Where stories live. Discover now