ృి҉۫۫❁ཻུ۪۪⸙͎ηλιοτρόπια

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La mención del nombre de la Diosa de la Agricultura hace que la expresión de Aslan cambie por completo. Su labio inferior se frunce al mismo tiempo que lo hace su ceño, creando una mezcla de duda y confusión en su rostro. La última vez que escuchó de Deméter fue al final de la titanomaquia, cuando cuatro de los cinco dioses —que le ayudaron a derrotar a la anterior autoridad divina— se peleaban entre ellos por la repartición del cielo, la tierra y el mar para evitar el colapso del mundo tras la repentina caída de Urano.

Recuerda que un joven e inexperto Sing asumió como el absoluto Rey de los Dioses, el cual intentó dividir el mundo a partes iguales, no obstante, su decisión sólo causó más peleas entre los olímpicos que reclamaban no querer compartir sus terrenos con otro dios porque hacerlo significaba tener que compartir sus cultos y glorias.

Hasta el día de hoy a Aslan le parece estúpida esa explicación puesto que los humanos les veneran por el simple hecho de ser seres superiores, pero haber expresado su opinión a viva voz en el pasado habría llevado a la completa destrucción de todo lo existente.

Entonces el territorio se dividió entre los hombres que recibieron las armas divinas de los cíclopes, por lo que Yut-Lung fue excluido. Sin embargo, este último en un arranque de desesperación, decidió casarse con el Dios del Rayo con la única intención de obtener un puesto sobre los demás dioses, gobernando actualmente el Olimpo y el mundo en su totalidad.

Por esa misma decisión, la Madre Distribuidora y la Diosa del Hogar quedaron sin un lugar propio en el mundo, aunque la última nombrada es tan pacifista que renunció al dominio de las tierras desde el primer momento para evitar más peleas. Deméter hizo todo lo contrario, reclamó hasta que la voz no le dio más y, molesta, tomó a su hijo —al cuál Aslan nunca conoció hasta éste momento— para finalmente instalarse en medio del mundo de los mortales, siendo esa la última noticia que tuvo de la Portadora de Estaciones.

El Rey del Inframundo lleva sus dedos a su ceño, frotando la zona para deshacerse de los recuerdos que se han colado en su mente y así poder concentrarse en el problema con piernas y flores que tiene durmiendo en su cama, pero antes de hacer algo para solucionarlo, decide responderle a su mejor amigo con un tono desinteresado que oculta sus verdaderos pensamientos.

-Lo sé- suelta, dejando escapar un largo suspiro. -Tienen los mismos ojos-
-Estás tan tranquilo que me das un poco de miedo, pero dime, ¿Qué vas a hacer con él?- pregunta, examinando cada centímetro del ser primaveral.
-Dale un óbolo a Kong y dile que esté en el puente en una hora- indica al mismo tiempo que le hace entrega de la moneda a su contrario. -Ni un minuto más-

El Dios de la Muerte mira el dorado objeto en su mano, pensando en que para trasladar a un olímpico no es necesario pagarle al barquero, aunque prefiere no cuestionar la extraña decisión de su contrario.
Se permite sentir alivio al descubrir que no se trata una conducta irracional, es simplemente el Dios de los Muertos presentando un aura más suave ya que —muy en el fondo— Aslan se preocupa por los demás dioses, aunque decide mostrarse hostil y desinteresado para evitar que los demás quieran aprovecharse de él.

-¿Mm? ¿Estás tratando de ganarte un favor de Deméter?- decide bromear, codeando juguetón a su amigo. -Quizás te dé una de sus ninfas-
-Si con «ninfas» te refieres a «puñaladas», entonces estás en lo correcto- ladea su sonrisa, llevando una mano a su cabello. -Venga, llama a Bones, debo avisarle a Sing que su girasol llegará tarde-
-¿«Girasol», eh? ¿Algo más que deba saber sobre este amorío prohibido?- inquiere con malicia, pinchando las costillas del rubio.
-No digas tonterías, Shorter- ríe, deteniéndolo. -Vete ya, hombre-

Flowers in the Underworld 「Asheiji AU」Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum