capítulo nueve

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― ¿Vas a salir, nene?

Christopher observó de reojo su reloj, exhalando y rodando los ojos al darse cuenta de la hora. Mierda. Eran las tres y cuarenta de la tarde. Se colocó las gafas oscuras, mientras sacaba un cigarrillo, aunque se detuvo cuando estuvo a punto de encenderlo porque la puerta se había abierto y ahora su criado estaba frente a sus ojos.

Lo recorrió de pies a cabeza, conteniendo una discreta sonrisa. El menor llevaba una camiseta de colores, unos shorts algo gastados y unas sandalias negras; el cabello le caía sobre la frente y el tono lechoso de su piel ahora resaltaba mucho más que antes. Christopher se mordió el labio, mientras se preguntaba cómo luciría esa piel con las marcas de sus dientes. Notó cómo Minho desviaba la mirada e intentaba mantener sus manos quietas, mientras sonreía muy avergonzado. Solo le faltaba el bolso y era una tía.

― Lo siento, Christopher...

― ¿Por qué? ¿Te vas a echar para atrás? ― el tono divertido volvió a hacerse presente en su voz.

― No tengo más ropa en mi armario, no trae mucha ropa cuando vine a quedarme.

En realidad, Minho volvió a desear que la tierra se lo tragase de nuevo. Su ropa era muy vergonzosa en comparación a la camisa a cuadros oscura, los pantalones rasgados y la casaca de cuero negra de Christopher. Sí, su ropa era demasiado infantil y estaba muy gastada para terminar de hundirlo; seguramente Christopher Bang no querría ni caminar a la esquina con alguien como él, porque le iba a avergonzar mucho, ¿ debería solo decirle que no podría ir? Sintió cómo su corazón se aceleró cuando elevó la mirada y se encontró con el rostro de Christopher, quien portaba esa media sonrisa en su rostro de nuevo.

― Para mí estás, precioso― la voz de Bang sonó como un seguro susurro, mientras elevaba una ceja sin quitarle la mirada de encima ― . Siempre.

Christopher observó cómo el menor se enrojecía de nuevo y se quedaba tieso, ¿acaso no podía reaccionar de otra manera? ¿Era estúpido o tonto? ¿Estaba enfermo todo el tiempo?

Soltó una carcajada y se movió hacia su auto deportivo, abriendo la puerta, mientras le señalaba el asiento a su criado, quien tras asentir muchas veces y morderse el labio inferior, se sentó de golpe sobre el asiento. Luego de que él también ingresara al vehículo, se inclinó repentinamente sobre el asiento del menor hasta que sus rostros quedaron demasiado cerca, logrando casi sentir su respiración. Notó cómo Minho se sobresaltaba y abría sus ojos de par en par, Christopher no pudo evitar deslizar la lengua sobre sus propios labios y esbozar su típica media sonrisa, instalando su mano sobre el lado lateral del asiento.

― El cinturón de seguridad ― indicó con entretenimiento, mordiéndose el labio inferior

Minho asintió unas tres veces con la cabeza, colocando una nerviosa sonrisa en su rostro, mientras el otro tomaba el cinto con la mano izquierda y lo cruzaba por su cuerpo.

― Sí, muchas gracias y lo siento.

Christopher arqueó ambas cejas y frunció los labios en algo parecido a una sonrisa.

― No lo sientas tanto, nene.

Y después de algunos segundos, colocó su deportivo en marcha.

Y después de algunos segundos, colocó su deportivo en marcha

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