Veintinueve.

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—¿Con quién hablas?

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—¿Con quién hablas?

JungKook brincó del susto, causando que el teléfono se resbalase de sus manos y acabara chocando contra las baldosas bajo la mesa. Se petrificó por un instante en su sitio, antes de reaccionar.

—Dios, SeokJin. ¡No vuelvas a sorprenderme así!— lo regañó, agachándose para recoger el artefacto y verificar que estuviese en buenas condiciones. El pelinegro arqueó ambas cejas y tomó asiento frente a él.

—Vaya, estás... bastante alterado. ¿Está todo bien?

—C-Claro que sí— titubeó, un poco (muy) consciente de lo que SeokJin provocaba en su sistema. Sobre todo vistiendo esa jodida camisa. ¿Por qué se había comprado esa camisa? ¿Acaso no notaba que se adhería demasiado bien a sus músculos?

La cita en el parque de atracciones había terminado bien. Comieron algodón de azúcar, JungKook ganó un peluche de felpa, hicieron el famoso recorrido de la casa embrujada. Una cita doble estándar con un final feliz.
O medianamente feliz. Porque lamentablemente en toda historia existen malas noticias ¿no?

Para clarificar, JungKook nunca había tenido la intención de enamorarse de SeokJin. Eso había sido un accidente, del que desgraciadamente no podía retractarse. Los sentimientos ya estaban ahí, propagándose por la sangre y llenando su corazón; no había una forma instantánea de eliminarlos. Por lo que, se veía obligado a aprender a vivir con ellos.

Rent a boyfriend [JinKook] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora