Treinta y cinco.

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Cuando llueve, diluvia.

Enamorarse era jodido.

Cualquiera habría pensado que JungKook era lo suficientemente inteligente como para aprender de su experiencia en la secundaria y jurarse no caer por SeokJin de nuevo. Lamentablemente, era estúpido y había estado tan confiado en que no sucedería, que bajó todas sus barreras y, sin darse cuenta, permitió que SeokJin se hiciera paso nuevamente a su corazón.

Lo odiaba. Pues darle rienda suelta a sus sentimientos, también significaba tornarse vulnerable. Tras haberse recuperado duramente del rechazo del pelinegro, se prometió no cometer otro error que lo condujera a un desenlace similar; sin embargo, volvía a tropezar con la misma piedra, de confiar ciegamente en alguien cuyo corazón estaba ocupado.

Aunque claro, no sabía eso aún.

—¿Te veo mañana?— susurró SeokJin contra sus labios. JungKook hizo un puchero, sin entender por qué el pelinegro había roto el beso agradable que estaban compartiendo. Y luego, como por arte de magia, recordó que era viernes en la mañana y quedaban dos minutos para que empezara su primera clase.

¿Ven? Por esto JungKook odiaba enamorarse. Se ponía más tonto de lo normal. A veces olvidaba cómo hablar cuando SeokJin se sacaba la camisa, y exponía sus músculos y su fuerte abdomen y sus bíceps y... Ah, estoy babeando.

Ese era otro problema. Enamorarse tenía efectos secundarios, en otras palabras, reaccionas involuntarias que, a pesar de ser fisiológicas, le parecían innecesarias y por no decir, extremadamente vergonzosas. No era un maldito colegial chillando por el guapo capitán del equipo de basquetbol —déjà vu—, por lo que no comprendía a qué venían las jodidas mariposas estomocales, o los sonrojos quema-caras, o los escalofríos en su espina dorsal, o los vellos de su nuca erizados cuando la mano áspera de SeokJin lo tocaba.

Qué fastidioso era querer a alguien. Pésimo servicio. Una estrellita.

Le dio un pequeño pico a los labios de SeokJin —sin forzarse a abstenerse— y optó por dar el paso importante que había estado sopesado durante toda la semana.

—De hecho... te quería ver esta noche— contestó, mirándole con ojos de cachorrito. Observó de reojo la nuez de Adán subir y bajar en la garganta del pelinegro—. ¿Podríamos cenar juntos?

—Sabes que tengo examen hasta tarde— le advirtió, en un mísero intento de negarse. Las manos de JungKook acunaron su rostro.

—Por favor~ Te ayudará a relajarte después de tanto estrés— Quizás era una excusa barata, pero era la mejor que se le ocurría—. Di que sí, SeokJinnie~

Era consciente de que la voluntad del pelinegro se debilitaba con ese apodo, así que escuchar su respuesta no fue desconcertante. —De acuerdo.
—¡Bien!— brincó feliz, inclinándose para plantar otro besito en su boca—. Nos vemos a las nueve. Te mandaré la dirección.

—Veo que tienes todo planeado— se burló SeokJin esbozando una sonrisa engreída. JungKook hizo un mohín disconforme, al notar que había delatado accidentalmente la emoción e impaciencia que embargaba por su cita.

Quiso quejarse o insultarlo por reírse de él, pero los labios suavecitos de SeokJin lo silenciaron y no pudo estar más a gusto con esa táctica.

Cada beso compartido, transmitiéndole la seguridad que necesitaba para continuar a su lado, y convenciéndole que su decisión no sería algo de lo que arrepentirse.

Se lo diría esa noche, en la cena, en un lugar bonito y no muy caro que había reservado el día anterior. Se había pasado toda la semana buscando un sitio agradable para su cita y, a la vez, cuestionándose si hacía lo correcto.

Rent a boyfriend [JinKook] Where stories live. Discover now