Capitulo 36

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MORTIFAGOS

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-Bienvenidos al Ministerio de la Magia. Por favor, diga su nombre y el motivo de su visita.

-Harry Potter, Venus De'Ath, Ron Weasley, Hermione Granger, -dijo Harry muy deprisa-, Ginny Weasley, Neville Longbottom, Luna Lovegood, Federico d'Angelo y Gabriella Ferraro... Hemos venido a salvar a una persona, a no ser que el Ministerio se nos haya adelantado.

-Gracias -replicó la voz-. Visitantes, recojan las chapas y colóquenselas en un lugar visible de la ropa.

Unas nueve chapas se deslizaron por la rendija. Hermione les pasó la suya y de Harry y Venus.

«Venus De'Ath, Misión de Rescate.»

-Visitantes del Ministerio, tendrán que someterse a un cacheo y entregar sus varitas mágicas para que queden registradas en el mostrador de seguridad, que está situado al fondo del Atrio.

-¡Muy bien! -respondió Harry en voz alta, y volvió a notar otra punzada en la cicatriz-. ¿Ya podemos pasar?

El suelo de la cabina telefónica se estremeció y la acera empezó a ascender detrás de las ventanas de cristal; los thestrals, que seguían hurgando en el contenedor, se perdieron de vista; la cabina quedó completamente a oscuras y, con un chirrido sordo, empezó a hundirse en las profundidades del Ministerio de la Magia.

Una franja de débil luz dorada les iluminó los pies y, tras ensancharse, fue subiendo por sus cuerpos.

-El Ministerio de la Magia les desea buenas noches -dijo la voz de mujer. La puerta de la cabina telefónica se abrió y todos salieron a trompicones.

Todos se quedaron contemplando el amplio atrio que en esos momentos estaba vacío. Lo único que se escuchaba era el sonido del agua proveniente de la fuente y las pisadas de ellos.

-Vamos.

-Como demonios vamos a pasar la cabina de seguridad, sabrán que somos estudiantes de hogwarts- dijo Venus pero al llegar al mesón no habia nadie y eso le aterro un poco a Venus, desde cuando el ministerio a estado desierto y sin seguridad.

Harry guio a los demás hasta los ascensores. Presionó un botón y esperaron pacientemente (Harry no tanto) a que llegara. La reja dorada se abrió produciendo un fuerte ruido metálico, y los chicos entraron precipitadamente en el ascensor. Harry pulsó el botón con el número nueve; la reja volvió a cerrarse con estrépito y el ascensor empezó a descender, traqueteando y tintineando de nuevo. Venus se dejo caer en el pared, estaba aterrada, preocupada por Sirius.

Cuando la voz de la mujer anunció su llegada, salieron precipitadamente. Venus escuchó la reja cerrarse a sus espaldas.

-¡Vamos! -volvió a susurrar Harry, mientras todos lo seguían. Venus tenía su varita fuertemente apretada en su mano. El azabache tomó el pomo de la puerta negra, y suspirando, la abrió.

Se encontraron en una gran sala circular. Todo era de color negro, incluidos el suelo y el techo; alrededor de la negra y curva pared había una serie de puertas negras idénticas, sin picaporte y sin distintivo alguno, situadas a intervalos regulares, e, intercalados entre ellas, unos candelabros con velas de llama azul. La fría y brillante luz de las velas se reflejaba en el reluciente suelo de mármol causando la impresión de que tenían agua negra bajo los pies.

-Que alguien cierre la puerta -pidió Harry en voz baja. En cuanto Neville obedeció su orden, quedaron en oscuridad total, excepto por una luz azulada proveniente de unas velas.

Venus y la orden del fénix [5]Where stories live. Discover now