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14 años
Meghan estaba nerviosa, en un par de minutos su madre entraría a su habitación para avisarla de que irían a comer a casa de los DiCaprio, la había escuchado hablando con la madre de Leo un par de horas atrás. Se miró en el espejo, pensando cómo se vería mejor su pelo, probó haciéndose una coleta.
"Mierda, parezco Dumbo", pensó y quitó el scrunchie de su pelo. Suspiró y salió de su habitación.
—Meg... —la mujer se quedó callada al ver a su hija correr al baño.
Caminó lentamente al baño y cuando llegó se apoyó en el marco y observó a la niña intentando peinarse el pelo.
—Te vas a hacer daño, déjame a mí —ofreció Kate. Meg le extendió el peine—. Pareces nerviosa, ¿está todo bien? —la miró a través del espejo, ella solo miró hacia el suelo y se encogió de hombros—, Meghan, te conozco.
—No sé, estoy normal.
La mujer asintió, no quería ser pesada.
—Vamos a ir a comer a casa de Leo, ponte guapa —dijo por último y le sonrió a través del espejo antes de salir.
Entonces un pensamiento se instaló en la cabeza de la niña; ¿qué iba a ponerse?. Rápidamente corrió hacia su habitación y abrió el armario tan rápido que la puerta soltó un crujido, pero ni siquiera se dio cuenta, estaba rodeada de ropa pero nada le servía para aquella ocasión.
Había pasado una semana desde su beso con Leo. No fue su primer beso pero se encontró a sí misma deseando que lo hubiese sido, su primer beso fue un idiota que dejó de hablarle justo al día siguiente de dárselo y empezó a inventarse historias sobre lo que habían hecho. El pequeño de los DiCaprio había estado evitándola durante toda la semana y para su sorpresa le había molestado bastante, normalmente era ella quien le ignoraba a él. Odiaba estar nerviosa por el simple hecho de verle, no era como si él fuese a decir algo, ¿verdad?
[…]
Meg y sus padres ya estaban en casa de los DiCaprio, ella finalmente había encontrado el conjunto perfecto pero hizo esperar más de lo esperado a sus padres. Will y Leo estaban jugando a baloncesto en el patio trasero y Meghan los observaba desde dentro de casa. Los padres de ambos la miraban extrañados, sabiendo que en un día normal ella habría ido corriendo hasta Will y formado equipo con él.
—¿Te encuentras bien, cariño? —acabó preguntando Irmelin, ella se giró hacia la mujer y asintió. Una sonrisa se escapó de los labios de la primera, observando también a sus hijos —¡Tenéis que daros una ducha antes de comer!
