XVI

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Lisa's POV

Apoyo mi cabeza en mis brazos, y mis brazos en la mesa del café, al galope mis pensamientos, con sus cascos amargos, golpean mis párpados y estos se van cerrando con la ayuda del alcohol. Cada día la pena incendiaba con más intensidad su borroso y vano recuerdo, que poco a poco iba tratando de no olvidar. De no olvidar su preciosa risa, de no olvidar el cómo hablaba, de no olvidar la perfecta curva que se formaba sobre sus labios cuando algo la hacía feliz, de no olvidar como sus ojos similares a los de un gato se achinaban aún más cuando reía. De no olvidar todo aquello que le hacía bien y me hacía bien.

La humedad en mis manos que mis propias lágrimas producen, despiertan en mi los recuerdos, que ya no deberían estar. Pensamientos que deberían haber muerto, y ahí están, muy vivos y despiertos para hacerme el mal, en mi corazón, que no dejó de sufrir cuando ella partió.

Porque partió estando en vida.

Para mí partió desde el primer día en el que la vi postrada en aquella fría habitación hospitalaria, donde la lluvia caía y donde las flores morían. Pero ella se rehusaba a marcharse por completo. Jennie era dueña de su tiempo, de la distancia, de su destino y de aquel maldito día en el que su precioso cuerpo pudiera despegarse de esa camilla y sus pequeños pies al fin pudieran tocar el frío pavimento. Pero ese era un sueño que yo y muchos teníamos aún sin cumplir, ella sabría plenamente cuando sería aquel destinado día. Hoy era cuando más necesitaba que sus palabras reavivaran mis días y me sacaran de esta ciénaga confusión y duda. Donde mis noches eran grises e infinitas con pesadillas, mis días llenos de lágrimas, culpabilidades y desconsuelos que hacían para mí la vida algo difícil de concernir.

Perdí la noción de cuánto tiempo llevaba sentada allí, frente a la mesa mientras me perdía entre copas que aún no adormecían del todo mi cuerpo. Mejor que nadie sabía que no ayudaría en nada, pero sí lograría ahogar el sufrimiento o hacerlo volver a flote. Me logro levantar caminando a duras penas hasta el armario de la cocina, donde tenía una pequeña reserva de alcohol.

— Por favor ya no tomes más. — escucho una voz que resuena con dolor a mis espaldas.

— Lo siento. — digo girando y bajando mi cabeza porque me siento avergonzada de tenerla cerca. La jaqueca retumba entre mi tristeza.

Se acerca y me quita aquella botella de las manos para apoyarse conmigo sobre aquel mueble de mármol ubicado en la cocina.

— No puedes seguir haciéndote esto. — dice con la mirada plasmada en el suelo.

— Lo sé, Rosé.

— Ambas tuvimos la culpa de esto. — su voz se quiebra un poco y es audible casi en susurros.

— Pero yo la tuve más. — digo mientras detallo con la mirada mis botas negras.

Me mira de una forma en la que siento que ha visto mi alma, su rostro está rojo y las lagrimas brotan sin pesar por sobre sus mejillas. La definición de tristeza está postrada sobre ella. Coloca la botella de alcohol en el armario al que pertenecía para que una vez libre de cualquier objeto en sus manos pueda tomar la mía y unirla con la suya, me guía hasta el pequeño sofá de nuestra cómoda sala de estar y siento el corazón palpitar con fuerza en mi pecho cuando veo dos maletas negras junto a un costado del sofá. Pongo mis manos en mis piernas una vez que ambas hemos tomado asiento y la miro expectante.
Estoy segura de que ese valioso y mustio momento perdurará entre mis recuerdos, sus temblorosas manos tomaron mi rostro y lo acercó con cuidado hasta el suyo, mis labios buscaron a sus labios y por instinto, nuestras bocas se unieron en un beso, nuestros alientos se transformaron en uno solo, fue un solo respirar, no habrían palabras esa noche, éramos mudas las dos solo el jadeo era el testigo de nuestro vivir. Y podría hablar del deseo que consumía mi mente como un frío remordimiento ahogado en pena, podría hablar del color de sus ojos, de la suavidad de sus labios y piel, y del amor que dominaba sus manos cuando acariciaba mi rostro. Pero esta noche hablaría de cómo en determinado momento entró sin permiso a la sensibilidad de mi entristecida alma rota y se adueñó de mi confundido cariño, fuimos felices en ocasiones de noches, fuimos testigos del amor que tuvimos y del amor que vivimos, de los juramentos que hicimos, pero concluiría en que se fue esa misma noche, luego de sellar el beso, se marchó y se llevó no solamente mis deseos sino también mis recuerdos.

Sounds | JenlisaOnde histórias criam vida. Descubra agora