Capítulo 51

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Mi mente no se desconecta como me hubiera gustado, lamentablemente la idea del tiempo y las tareas me tienen en vilo y cuando finjo ir al baño, miro a Henry.

Para ser alguien que dice que el sueño está sobrevalorado en un lugar como este, parece estar muy cómodo y prácticamente muerto.
Me quedo un rato más parada en medio de la habitación, y cuando de él sale un ronquido sonoro y profundo, lo tomo como buena señal.

Salgo al pasillo cerrando la puerta a mis espaldas con un suave click y lamentablemente encontrar a Perséfone no será algo tan complicado.
Solo debo encontrar un alma a la que pueda preguntarle por ella, y ¡zas! Asunto resuelto.
Así que, este es un buen momento para que algún muerto decida aparecer.

Comienzo a moverme entre los pasillos de aquí para allá, y cuando me aparece que he dado más vueltas que un tocadiscos rayado, no puedo evitar maldecir.

¡¿Por qué, señor, tenías que ser así?!

Digo, por un maldita vez que algo me salga como lo planeo, por una sola vez, nada malo puede sucederle al mundo. ¿O sí? No, yo creo que no. Así que, ¿por qué...?

Un movimiento capta mi atención por uno de los pasillos, y a menos de que haya comenzado a ver cosas o en verdad haya sido escuchada por una vez, me pareció ver un par de mechones rubios.

¿Podrá ser está mi señal divina al fin?
No lo sé ustedes, pero yo lo tomaré como un sonoro "".

Salgo disparada en la dirección por la que vi esa estela dorada, pero cuando doy la vuelta, veo que se encuentra vacío. Sigo ese pasillo que da varios giros y cuando llego a su final, es una clase de puerta lo que me saluda.

Recargo mi mejilla sobre esta, y al tratar de escuchar no encuentro nada más ni nada menos que silencio. Extrañada, me separo y busco alguna clase de manija pero no encuentro nada.
Palpo la superficie con la esperanza de encontrar alguna clase de rendija o mecanismo que active algún seguro mágico y misterioso, pero no hay nada.

—¿Puedo ayudarte en algo? —pegó un brinco horrible al escuchar la voz a mis espaldas y al girarme con el corazón desbocado y los ojos enormes, me encuentro con nada más ni nada menos que Nyx—. Lo siento mucho, no era mi intención asustarte. ¿Puedo ayudarte en algo?

—¿Cómo? —logro formular esta pregunta y al comprenderla sé que es una idiotez pero vamos, mi corazón está en algún lugar entre "a punto del colapso" y "súper muerte fulminante, estilo KO".

—Esa es mi habitación. ¿Puedo ayudarla en algo? —me vuelve a preguntar y cuando estoy por abrir la boca para responderle, la puerta a mis espaldas cede, abriéndose.

—Nyx, querida, qué bueno que llegas. —al escuchar la voz no puedo evitar tensarme.

Porque, demonios, sí que reconozco esa voz melodiosa con acento.
No es nada más, ni nada menos que...

—¿Layla? —me giro lentamente hacia la voz y cómo si de un telón de tratase, la amiga piernas largas bronceadas y rubias de Henry va apareciendo poco a poco.

Oh, dioses benditos. No esperaba volver a verla, mucho menos aquí, y a menos que se trate de alguna clase de...

—¿Qué...? —comienzo pero Nyx pasa a mi costado y veo cómo envuelve a la rubia platino entre sus brazos mientras ambas sonríen como si se tratase de dos viejas amigas de años de no verse.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Where stories live. Discover now