Epílogo

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Mason

—¿Estás segura de que no quieres que me quede? —escucho como le pregunta Hestia a Layla mientras la mira con un ligero rastro de preocupación, pero veo como la chica se las arregla para formar una sonrisa antes de negar con la cabeza.

—No, estaremos bien. Solo necesito un poco de aire. Gracias... gracias por traerme.

—Seguro, chica —dice posando su mano sobre el brazo de Layla y antes de que Hestia desaparezca, se gira para mirarme—. Ya sabes que hacer, barquero.

Y sin más, desaparece en una explosión de luz.

—¿Hueles... eso? —le pregunto a Layla tratando de animar un poco el ambiente fúnebre que no va para nada en armonía con nuestro entorno y vaya que me gusta esa sensación, pero aquí... aquí se siente mal.

Cuando el viento nos trae el suave aroma de la brisa marina y remueve sus cabellos, veo que la sonrisa que se había molestado en esbozar, ha caído.

Su estado me preocupa.
No es la misma chica que vi hace unos días en los pasillos del castillo, un castillo que hace años no pisaba.

La chica que vi ese día y la que estoy viendo ahorita... se ve como la sombra de la primera. Un fantasma.

Esa mañana vi a una chica radiante pero preocupada, pero lo que mis ojos están viendo ahora... es una cáscara. Esta pálida y ojerosa, con la mirada puesta en sus pies, y con toda esa ropa holgada que trae, se ve diminuta.

Se ve... frágil.

No puedo evitar acercarme a ella y cuando poso mi mano sobre su hombro y Layla alza esa mirada azul oscuro hacia mi rostro del mismo color que las agua que se agitan a mis espaldas, veo que hace el intento de esbozar la misma pequeña sonrisa que le ha ofrecido a Hestia, pero le falla el gesto y su expresión solo hace que su palidez y cansancio sea más evidente.

—¿Estás bien? —le pregunto y por el modo en que se tensa, sé que muchos antes que yo, ya le han preguntado lo mismo.

Cuando eres el barquero de las almas por mucho tiempo, aprendes a leer muy fácilmente los gestos de las personas.

Muchas veces me ha ayudado con almas difíciles, y debo admitir que el lenguaje corporal que me transmite, no es exactamente bueno.
Estoy por decirle que en realidad no importa que me responda, pero guardo silencio cuando veo que toma una bocanada de aire de manera irregular y muy superficial antes de asentir y comenzar a hablar.

—Sí, lo siento mucho, yo solo... no he descansado bien, y la última vez que estuve aquí... La última vez que estuve aquí parada estaba a punto de descender al Inframundo. —me trata de explicar pero puedo notar lo difícil que es para ella todo esto.

No sólo el recordar, sino el estar nuevamente en la superficie.

Si lo que pude escuchar esa mañana es cierto, si los sentimientos que pude ver entre ellos son ciertos... Algo no me encaja en todo esto.

Le doy unas pequeñas palmadas en el hombro tratando de ser un poco más cálido, pero por lo general yo no tengo que consolar a nadie estando allá abajo.

Esto del contacto físico es algo nuevo para mi y lo es más el de tratar de comprender los sentimientos.

Me da una pequeña sonrisa antes mi gesto torpe y cuando toma una respiración un poco más profunda que las anteriores y el tono pálido comienza a desvanecerse, tomo un poco de distancia que ella aprovecha para quitarse un poco de cabello del rostro y es ahí cuando algunos de los últimos rayos del sol caen sobre la sortija que lleva en la mano, haciendo que ésta resplandezca con fuerza.

El secreto de los dioses [M. I #1] ✔️Where stories live. Discover now