2. Redención

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DISCLAIMER: LOS PERSONAJES, ASÍ COMO EL UNIVERSO EN EL QUE SE DESENVUELVEN, PERTENECEN A J.K. ROWLING. YO SOLO LOS TOMO PRESTADOS

N/A: Este drabble está basado en un fanart hecho por mí.

La palabra correspondiente al día de hoy es: Peeves


2. Redención

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Ser un fantasma como él tenía sus ventajas.

La principal, sin duda, era la incapacidad de volver a morir. Con una vez había sido más que suficiente.

Aún recordaba aquel día...

Potter estaba muerto, la batalla había terminado y el Señor Tenebroso se regodeaba de su triunfo, invitando a los estudiantes a unirse a él.

Longbottom lo enfrentó y proclamó un discurso que Draco jamás habría creído que fuera capaz de dar. Incluso, había pensado que por fin demostraba la razón por la que fue seleccionado para Gryffindor.

Y ella... Ella estaba desconsolada. Draco la había visto desde la distancia, al otro lado de la explanada, llorando y apoyándose en el hombro de Weasley mientras veía el cuerpo inerte de su amigo en brazos de Hagrid.

Estaba pensando acercársele y decirle... algo. Lo que fuera.

Pero entonces resultó que Potter no estaba muerto. Que aún tenían una oportunidad de ganar... o perder; ya no sabía ni a qué bando apoyaba.

Potter se convirtió en el niño que revivió y él, en el acto más heroico e idiota que había tenido en su vida, corrió... se apartó de su madre para lanzarle a Potter su varita y que él pudiera defenderse.

Todo se volvió un caos. Él estaba corriendo. Vislumbró un destello rojo pasando a su lado, muy cerca. Después un reflejo verde, un golpe en su espalda y después...

Simplemente estuvo allí, flotando, vagando por el castillo. Con Peeves a su espalda cantándole una cancioncita burlona sobre valentía y estupidez.

Se había vuelto un jodido fantasma de Hogwarts y ni siquiera le habían pedido su opinión.

Pero estaba bien... suponía que este remedo de vida era mejor que el vacío, que la nada.

Al menos podía verla a ella. Aunque eso no duraría para siempre... Nunca lo hacía.

Pero ser un fantasma como él seguía teniendo sus ventajas. Podía colarse en su habitación durante la noche y contemplarla al dormir.

Como hacía justo ahora.

Hermosa, llena de vida. Con las mejillas sonrojadas, los labios entreabiertos y el cabello salvaje sobre las almohadas, tejiendo entre sus rizos los sueños y esperanzas que él albergó alguna vez...

Esos sueños que ahora era incapaz de tener, esa fantasía en la que él podía tocarla y ella no se lo impedía.

Draco se las había arreglado para hacerle llegar un detalle hacía algunos días. Porque ser fantasma tenía sus ventajas y una de ellas era la capacidad para infringir miedo en los pequeños de primer año.

Había encontrado el que alguna vez había sido su anillo tirado en los terrenos del castillo. Supuso que se había caído de su cadáver en algún momento entre su muerte y su traslado. Pero, como fue incapaz de levantarlo por sí mismo, tuvo que pedirle amablemente a un Hufflepuff de primer año que lo tomara y se lo llevara a Granger.

Que el mocoso lo hubiera hecho llorando no era asunto suyo...

Granger lo recibió. Él se aseguró de comprobar que lo hubiera hecho.

Y ahora ella lo llevaba colgando de su cuello. Enredándose en sus cabellos. Colándose debajo de su escote a sitios que él solamente pudo fantasear con conocer.

Ahí, tan cerca de su corazón... Vibrando al compás de su latido. Subiendo y bajando al ritmo de su respiración. Tibio...

—¿Malfoy? —Su voz, pastosa debido al sueño, lo despertó de sus fantasías y lo hizo voltear hacia su rostro. Qué gran ventaja era no poder sonrojarse—. Ya habíamos hablado de esto. No puedes estar aquí.

—Soy un fantasma, Granger. Prácticamente ahora soy parte del mobiliario del castillo. —Draco se levantó, si tal cosa podía llegar a hacer un fantasma flotante, y se deslizó lejos de la cama—. Puedo pasar mi tiempo donde me plazca...

—No en el cuarto de las chicas de séptimo —susurró. Hermione salió de la cama y caminó en dirección al baño, detenténdose frente al pequeño tocador para poder hablar sin despertar a nadie—. ¿Qué van a decir las otras si te encuentran aquí, fantasma pervertido?

—No sé que te hace pensar que me importaría, Granger...

Hermione rodó los ojos.

—¿Qué haces aquí?

—Quería comprobar que habías recibido mi obsequio.

Hermione bajó la vista y tocó el anillo plateado que llevaba colgado de una cadenita.

—Sí, aquí lo tengo. ¿Algo más?

Draco flotó hasta ella y se colocó a su lado. Muy cerca. De haber tenido aliento, estaba seguro que habría conseguido erizarle la piel cuando susurró en su oído:

—¿Y por qué te lo colgaste del cuello?

Hermione se sentó en el taburete frente al espejo y se miró a si misma antes de decir, sin apartar los ojos de su propio reflejo:

—Es un recordatorio de que no todo es blanco y negro, Malfoy. Me sirve para recordar que, a veces, con leer la portada de un libro no es suficiente...

—¿Qué tiene que ver eso conmigo?

—Moriste ayudando a Harry —Hermione cerró los ojos y apretó en un puño la joya de metal—. Para mí, este anillo representa tu redención. Ojalá te hubiera conocido mejor antes...

—Bueno... —Él acarició la piel de su brazo suavemente, etéreamente... Y casi fue capaz de sentir su calidez—. Siempre se puede soñar...

—Tal vez en otra vida.

Draco sonrió amargamente y comenzó a flotar lejos de ella.

—Tal vez...

Porque ser un fantasma como él también tenía sus desventajas.

Y la principal, sin duda, era la incapacidad de volver a morir...

Pues, para él, ya no habría otra vida.

DRAMIONE : Treintaiún formas de morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora