𝗂𝗇𝗌𝗍𝗂𝗇𝗍𝗈 𝖽𝖾 𝗉𝖾𝗋𝗋𝖺

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Bárbara

— ¿Quien esta de cumpleaños? — escuche a mi mamá entrando a mi pieza.

—El vecino talvez — dije refregándome los ojos.

— Que eri pesa cabra weona — dejo algo en el escritorio y se sentó en la orilla de mi cama.

Yo me senté y la mire.

— Para de crecer porfa — hablo mi mamá y me abrazo — que todos tus deseos se te cumplan mi niña— me dijo al oido.

Se separó de mi y me peino con sus dedos.

— Tu abuela y tu prima vienen en la tarde — aviso mi mamá— y prepárate que vamos a salir a almorzar donde tú quieras — se paro de la cama y salió de la pieza.

Revise mi celular, habían mensajes de mi papá, del papá del ángel, de algunos del curso y de señoras que me decían que me conocieron cuando era guagua.

No había ningún mensaje del David.

Deje el celular a un lado y me pare para poder ir a bañarme.

Entre al baño y cerré la puerta de un portazo. Me bañe de mala gana y me dispuse a ir a mi pieza.

Cuando entre a mi pieza me encontré con la persona con la que estaba enojada porque no me había enviado un mensaje, pero a la vez tenia unas ganas inmensas de verlo.

— Feliz cumpleaños— dijo desde mi cama.

Se paro de esta rápidamente y me abrazo de la cintura haciendo que mis pies dejaran de tocar el piso.

— Gracias por tanto, cariño — me dijo al oído.

Me soltó y mis pies volvieron a tocar el piso. El esta sonriente pero sus ojos estaban cristalinos y cansados.

— ¿Estas bien? — pregunte entrelazando mis manos detrás de su cuello.

— Si — respondió intranquilo, mordiendo su mejilla por dentro.

— ¿Seguro? — insisto.

— Barbi, hoy no, es tu cumpleaños — miro para otro lado.

— A la mierda si es mi cumpleaños— tome su cara obligándolo a mirarme — ¿que paso?

— Creo que es fácil de deducir — levanto un poco su poleron, me dejo ver un par de moretones y la volvió a bajar.

Un nudo se formo en mi garganta.

— ¿Porque no lo denuncian?

— ¿Para que? si la justicia es una mierda, nunca hacen nada, seriamos solo otra carpeta olvida en el escritorio de un juez.

Tenía razón.

Mierda, tenia tanta razón. Y yo no sabia como ayudarlo.

— ¡¡Niños!! — grito mi mamá desde la cocina.

El David se acerco a mi, tomo mi cara y me dio un beso en la frente.

— Déjalo — pidió— ahora vamos a celebrar tu cumpleaños — sonrió.

Tome su mano y salimos de mi pieza. Estábamos por entrar a la cocina cuando el David paro en seco.

— Se me había olvidado— saco un sobresito de su bolsillo y me entregó.

Rompi el papel y la pulsera se hizo lucir.

Era como de perlas, pero era moradas y en las terminaciones era de hilo del mismo color.

Sentimientos culiaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora