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La mansión Rosón-Caleruega los albergó a todos, pues habían bebido de más, además habían decidido nadar en la piscina al día siguiente, tomar un poco de sol, conversar, y recuperarse de la segura resaca que tendrían, las habitaciones habían sido entregadas con un poco de malicia de parte de Carla, Samuel la había reprendido, pero al parecer el vino había hecho efecto en su novia y ya no había vuelta atrás.

Rebeka y Cristian, Omar y Ander, Guzmán y Nadia, Valerio y Cayetana, ella definitivamente con Samuel, y a su amiga Lucrecia la había dejado en compañía de Alex, igual estaban lo suficientemente bebidos como para percatarse de las dobles intenciones de la rubia, además ese par habían estado bastante cariñosos toda la noche.

La silueta de Carla se dibujaba por el vidrio de la ducha, a pesar de no ser una imagen clara, Samuel podía apreciar la belleza de la rubia, sus manos estaban apoyadas en los azulejos de la pared mientras el agua caía sobre ella, sin saberlo, Carla había despertado el deseo de Samuel, había sido él quien le había pedido que se diera una ducha para bajar un poco el efecto del alcohol.

Carla inmediatamente sintió su presencia, su piel ardía no solo por el agua caliente de la ducha, sino por la intensa mirada de Samuel a través del cristal, reconociendo el motivo de su estremecimiento, dio la vuelta y deslizó la puerta corrediza para verlo, estaba apoyado en el marco de la puerta, comiéndosela con la mirada, ni siquiera parpadeó.

S: "Eres hermosa" - afirmó el castaño con una sonrisa de lado que terminó de alborotar las hormonas de Carla.

C: "¿Creo que estás muy lejos como para hacer esa afirmación?" - respondió coquetamente. "¿Por qué no me acompañas?"- dijo mordiendo su labio inferior.

Samuel se estremeció, bajó la mirada, apretó con fuerza los ojos como queriendo resistirse a las provocaciones que Carla descaradamente le lanzaba, pero su silueta bajo el agua, ya le había ganado la batalla, su bragueta a punto de estallar, lo declaraba perdedor, Carla sonreía vencedora, su intensa mirada no había logrado intimidarla, a pesar de su desnudez.

Levantó su camisa por encima de su cabeza, dejando al descubierto su asombroso cuerpo, sus músculos marcados hicieron que Carla apretara más sus dientes contra sus labios, luego sacó los zapatos y calcetines de sus pies y caminó hacia la ducha.

S: "¿Estas segura?" - preguntó solamente para provocar.

Carla salió y se colocó frente a él despojándolo de la única prenda que quedaba, desabotonó el pantalón y luego lentamente bajó la bragueta haciendo presión, Samuel estaba a punto de estallar, sus latidos eran desbocados, ella se acercó y pasó su lengua por sus hinchados labios mientras bajaba el pantalón y deslizaba su mano por debajo del bóxer.

Samuel gruñó, y levantó la vista, con una mirada rotunda y desafiante atacó los labios de Carla, su tacto era rudo y suave al mismo tiempo, era como si súbitamente se lanzaran a un abismo sin fondo, las manos de Carla se enredaron en la nuca de Samuel arrastrándolo debajo de la regadera de agua tibia que no había parado de correr.

Sus cuerpos pegados, la humedad, el calor y el deseo, gemidos, satisfacción, lujuria y amor, todo en un cuarto de baño, no había espacio entre ellos, ni siquiera las gotas de agua podían pasar por las partes en donde sus cuerpos se unían, la sangre hervía, mientras las pelvis luchaban una con la otra para definir quién tenía el control, la verdad era, que ninguno lo tenía.

C: "Joder Samuel"- gimió cuando Samuel la levantó del suelo, provocando que ella rodeara con sus piernas la cintura del castaño.

Despacio, eróticamente deslizándose adentro de ella, Samuel no bajó su mirada, dominando por completo la arrogancia que ella había despilfarrado minutos atrás, Carla se entregó sin resistencia, sin control, sin miedos, sus dedos se aferraron su fuerte y ancha espalda, sus uñas arañaron lo prohibido, mientras que la boca de él se perdía en su cuello.

Sus estocadas eran violentas y seductoras, profundas y delirantes, con los ojos cerrados, apoderándose de todos los rincones de su interior, Samuel la invadió, ella sentía cada centímetro, cada beso se sentía como una lumbre que quemaba su piel, dejó que él la tomara, jadeaba mientras él repetía las maniobras de entrada y salida a todos los ritmos.

Y cuando Carla sintió que no podía más, Samuel le exigió más, provocando que contuviera su excitación.

S: "Solo un poco más"- gimió con fatiga pero extasiado.

Así lo hizo, soportó otro envite de su pelvis y otro y otro más, hasta que estuvo saciado, hasta que explotó frenéticamente dentro de ella, enterró su rostro en el cuello de la rubia, mientras el agua de la ducha seguía corriendo por sus cuerpos, la sostuvo con fuerza por la cintura mientras la depositaba suavemente en el piso.

Sus cuerpos temblorosos y fatigados intentaban reponerse después de la estampida del impetuoso sexo que habían tenido, sus deseos más salvajes y primitivos habían sido saciados haciéndolos perder la razón, pero sonreían, ambos, había sido una entrega total, habían descubierto un nuevo límite y eso los había desbordado de felicidad.

C: "Eso estuvo grandioso" - dijo con la voz entrecortada, Samuel solo sonrió y depositó un suave beso sobre su frente.

S: "Vamos a dormir" - fue su respuesta mientras cerraba el grifo y la tomaba de la mano para luego envolverse en una toalla y caminar hacia la cama.

Ni siquiera se tomaron la molestia en vestirse, estaban demasiado agotados, se deslizaron dentro de las suaves sábanas, entrelazaron sus cuerpos y minutos después se dejaron arrastrar por el sueño y el cansancio, no hubo pesadillas esa noche, había sido demasiado mágico como para permitir la infame presencia de un mal sueño.

De la guerra y el amorWhere stories live. Discover now