Maldición gitana

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Sobre Ada Jiménez


Me defino como una escritora sombría. Me gusta crear suspenso e inquietud a través de mis historias, retratar personajes siniestros en escenarios realistas. En las obras que escribo busco ir más allá de solo provocar miedo, mi intención es mostrar los horrores internos que existe en cada persona.


Usuario de Wattpad: Arassha



Maldición gitana


Había sido una semana lluviosa en Altana, un paraje histórico de Transilvania. Entrar en la ciudad parecía un viaje en el tiempo. Una carreta tirada por caballos aguardaba en un cruce, una garza real permanecía estática en la rama de un árbol, atenta a su entorno, y las antiguas casas de estilo transilvano complementan un espectáculo llamativo.

En las afueras, sin embargo, en un terreno lodoso, se encontraba el asentamiento gitano, un lugar para nada pintoresco. La gente de Altana prefería eludir su existencia, por carecer de glamour y distinción. El barrio marginal de caminos sin pavimentar, de calles lodosas por la lluvia, era el hogar de una comunidad romaní.

En el exterior de una choza se realizaba una gran celebración, y a pesar de ser un festejo humilde, era lo más destacado del día.

Sonido de vasos chocando entre sí, felicitaciones provenientes de distintas direcciones, deseaban a la joven pareja lo mejor en la vida que compartirían. Los universitarios, próximos a graduarse, recibían con calidez las muestras de cariño de los invitados y familiares.

No podían ser más felices. Los planes a futuro se veían tan idílicos: graduarse y luego casarse.

Ese fue el orden al inicio, pero luego cambió. Se casarían en unos días, y dentro de unos meses el título académico llegaría también.

Es normal que en el camino surjan situaciones que alteren el rumbo de lo establecido, cuyo impacto apenas es perceptible, pero en otros casos las consecuencias pueden ser fatales, sin dejar opción a reacción alguna.

Iona y Andrei, pronto conocerían el resultado de su decisión.

En el gentío, una mujer mayor contemplaba a la joven pareja con una dulce sonrisa en el rostro. Estaba sola, sin nadie que la acompañe. Este detalle llamó la atención de Iona, remeciendo su corazón. Le dijo algo a Andrei y después fue al encuentro de la anciana.

Alguien más tuvo la misma idea. Ella y otra mujer coincidieron en la misma mesa. Iona quiso decir algo, pero la intrusa se adelantó.

—Las veo muy felices a las dos, especialmente a ti, Rania —murmuró una mujer entrada en años—. Has conseguido lo impensable, dado que para nosotros el más grande progreso es mudarnos de una choza a una casa de ladrillos—. Lástima que tu deseo de que Andrei salga de este barrio marginal no sucederá.

La hora del Terror: veni, vidi, viciWhere stories live. Discover now