Capítulo 3: Labios Rosa

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Dean
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Conocí a Harry una noche de turno nocturno en la porquería de farmacia en la que trabajo.

Desde que lo vi me encantó su sonrisa peculiar y su manera de ser tan espontánea.

Sé que le gusta un chico que suele venir a comprar condones con su novia y él cree que nadie se da cuenta.

Sé que le gusta por su manera de mirarlo. La forma en la que a veces le tiemblan las manos cuando recibe el dinero.

Harry se merece más que eso.

O quizá nadie lo merece. Es el ser más lindo del planeta.

Y él no se da cuenta.

A veces quisiera que se diera cuenta de cómo lo miro. De la manera tan estúpida que me pone cuando está alrededor, no se da cuenta que cuando llega alumbra el ambiente.

Yo vivo tranquilo, viviendo en la penumbra, esperando por él.

Y siempre que bromea acerca del sexo me hace sentir incómodo de alguna manera.

Nunca he visto a nadie con esos ojos. Me parece un acto muy íntimo, que merece estar lleno de amor.

Con el único que me atrevería, sería con él.

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Me siento pleno en estos momentos.

Louis está al lado mío, ya me ha desatado y está completamente dormido.

Me levanto con las piernas temblando, tengo las marcas de las cuerdas en los brazos y en las manos, lo único que espero es que se quiten en la mañana.

Son las cuatro de la mañana.

Me visto correctamente, poniéndome la ropa encima de la lencería, levanto todas las sábanas y recojo los condones, los tiro a la basura. Dejo el cuarto como si aquí no hubiera pasado nada raro. Guardo la cajita en el baúl, mientras me prometo no volver a hacer esto. A menos no hasta que Louis me diga otras palabras a parte de no quiero que te vean.

Salgo por la ventana, bajando la escalera de madera que está escondida en las enredaderas. Cuando llego a mi casa, no puedo pensar en nada más que Louis me besó.

No lo volvió a hacer en toda la noche.

Pero un maldito beso me hizo sentir más humano de lo que me había sentido en todos estos dos meses. Las manos me sudan cuando entro a mi cuarto. Y no puedo evitar llorar, tumbado en mi cama en posición fetal.

Estaba mal.

L

ouis era un maldito asco, eso jamás iba a cambiar.

La siguiente mañana fue un poquito mejor.

No tenía escuela, así que pude levantarme más tarde. Cuando dieron las tres, el sonido de mi puerta me sacó del sueño. Me levanto, aún con la ropa del día anterior, parezco un vago con toda esta ropa encima y no he tomado una ducha, lo cual sí me hace sentir asqueroso.

Cigarettes After Sex ☔︎  Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora