Capítulo 15: Normalidad

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—Aquí. —me dice él, sonrío cuando lo veo detenerse en una tienda de flores, pide un ramo pequeño mientras me besa la mejilla.

No creí poder ser tan feliz.

—¿Te gustan? —dice, lo miro sonriendo mientras asiento.

—Gracias.

—De nada. —me dice, besándome.

Se siente extraño.

Ser feliz y no sentirme mal por besarlo en público.

—¿Quieres un helado? —dice, sonrío mientras subo mis manos a su cuello y me pongo de puntitas para llegarle bien.

—Hace frío.

—¿Helado frito?—dice, niego, mientras me besa otra vez. Sus manos están en mi cintura, sosteniéndome con delicadeza. —¿Quieres algo de comer?

—No tengo mucha hambre. —susurro sin soltarlo.

Llegamos al hotel una hora después. Estoy sentado en el sofá de la habitación, frente al televisor. Louis está en la cocina pequeña que la habitación tiene. No sé qué demonios está haciendo. Me enrollo más en la sábana marrón del hotel cuando llega y de sienta a mi lado.

—¿La cenicienta? —dice, lo miro con una risa. —Es infantil.

—Apenas tengo diecisiete.

—Aw, eres un bebé. —dice, acercándose para besarme. Sonrío mientras le correspondo el beso. —Le hice panqueques al bebé.

—¿En serio? —murmuro, mirando el plato entre las manos de Louis, él asiente, mientras me da la cuchara.

—Dime qué tal mis dotes en la cocina. —me río, probando los panqueques.

Dios.

Eran increíblemente malos.

—¿Alguien te... Enseñó a cocinar? —murmuro, él niega, riendo.

—¿Son malos?

—Bastante.

—Wow, gracias. —me río, quitando un poco de harina de su frente.

—Ven, te enseño a cocinarlos. —digo, levantándome del sofá, lo escucho dejar el plato en la mesa de apoyo y caminar detrás de mí.

—Es que... Mi mamá no es muy hogareña. —dice ya en la cocina. —Y mi papá nunca me dejaría cocinar.

—¿Por qué?

—Porque es algo de mujeres, según él. —me dice. —Pero igual nunca dejó a mi mamá cocinar, así que ella nunca me enseñó.

—¿Tu madre no cocina?

—No, tenemos sirvientes para eso. —asiento, poniendo todo en el bol.

—Qué mal, yo extraño incluso la comida de mi madre. —digo, lo miro. —Un día tienes que conocerla, es un amor de mujer.

—Me imagino.

—¿Sí? —él asiente, abrazándome por la espalda, sonrío al instante.

—Tiene que serlo para haberte hecho así de hermoso. —me río.

—Qué dulce. —se ríe, soltandome.

—¿No quieres hacer otra cosa?

—¿No quieres que te enseñe a hacer panqueques?

—Sí, pero somos tú y yo en una semana libre de mierda en Liverpool. Así que me gustaría gastarla en otra cosa.

—¿Cómo qué?

Cigarettes After Sex ☔︎  Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora