Capitulo Ocho: Parte Dos

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Kate se estaba terminando de arreglar para la gala, tenía un vestido rojo de seda largo que le ajustaba en la figura. Traía en su cuello los diamantes Fitzgerald que le había regalado a su familia la mismísima reina Victoria en aquella época, se había vuelto tradición que alguien los llevara al festejo.

La fiesta sería por los treinta y cinco años de empresa familiar, construían toda clase de cosas. Su padre la había fundado al enterarse de que la madre de Kate estaba embarazada en esos momentos de Louis. Por su puesto todo fue patrocinado por su familia quienes siempre tuvieron dinero. Ahora se había constituido una de las empresas con más utilidades en el mundo entero y con ello una familia millonaria.

Alguien tocó la puerta y entró, era Carlos.

–Vaya, te ves.....—Carlos la miraba absorto. —Te ves hermosa Ángel.

Ella sonrojó, el la tomó de la cintura y la pegó a su cuerpo.
—¿Que hice para merecerte?, me siento el hombre más afortunado del universo—La besó en los labios.

—Nos pueden ver—Trató de separarse con una sonrisa traviesa.

—Todos bajaron ya—le respondió acercándose a ella para seguidamente darle un largo y profundo beso.

—Kate, préstame tu fijador....

De inmediato ambos se separaron cuando escucharon la voz de Rose entrado.

Ella se los quedó viendo por un instante, ninguno de los tres sabía que hacer.

—¡Rose!—Trató de detenerla Carlos, pero salió despavorida del cuarto.

—¿Crees que nos vio?—Expresó Kate temblando de la ansiedad.

—Yo hablaré con ella, debemos ir por tus amigos ya, todavía no puedo creer que me toque aguantar a la pesada de Hannah.

Esperaron que Mark, el mejor amigo de Carlos, llegara a la mansión y luego fueron por Hannah.

—Buenas noches—Dijo Mark cuando Hannah entró al auto y se sentó a su lado.

Hannah volteó los ojos.

—Ash, esta noche será larga—Dijo con desprecio.

Después del brindis todo se puso más intenso. Rose los estaba evitando y Carlos había bailado tres veces con Hannah, sin contar que le había tocada responder miles de preguntas por parte de Sofía. Claramente estaba de mal humor.

Kate estaba en la barra nerviosa, no estaba disfrutando nada.
Un chico se sentó y trató de invitarla a bailar, pero Carlos no lo permitió.

—Vuela de aquí—dijo tomándose un trago largo de whiskey, el Chico hizo lo que dijo de inmediato. —Esto es absurdo ángel, ¿Porqué tengo que bailar con Hannah, cuando con la quiero estar es contigo?, tenemos que arreglar eso—Comentó estresado, desajustando una poco la corbata.

—Lo sé, a mi lo de Rose me tiene con un nudo en la garganta.

—Ustedes dos necesitan relajarse—comentó Mark llegando a la barra.—Yo buscaré a Hannah y veámonos todos en la terraza del lugar.

Cuando estaban los cuatro a fuera Mark encendió un cigarrillo.

—Esto se nos está saliendo de las manos—dijo Hannah cruzándome de brazos.

—Deberíamos hacer algo para relajarnos—comentó Mark. —¿A alguno se le ocurre algo?

—¿Y si vamos a la casa de la playa? En West Wittering—respondió Kate

—Apúntame—Sonrió Mark

Al terminarse la fiesta, Carlos estaba borracho, así que el padre de él se ofreció a llevarlos a la mansión.

—Hijo, no estás en condiciones de manejar, y francamente ya es muy de noche, yo los llevo, para mi sería un gusto.

—Gracias señor Fernández—Kate se estaba riendo Internamente de Carlos, él y Mark, ambos era muy graciosos borrachos.

Cuando llegaron a la casa, después de haber dejado a Mark y Hannah, Kate ayudó a Carlos a entrar, no podía estar de pie tanto tiempo.

Como pudo lo acostó en su cama.

—Quédate mi amor—musitó difícilmente, mientras Kate le intentaba desabrochar la Camisa.—Tus labios se ven muy lindo con eso puesto—dijo pasándole el dedo bruscamente por el labio. —¿Como se llamaba? Sabe a chocolate—Dijo oliéndolo.

Kate deseo estar grabando en estos momentos.

—Se llama pinta labios y a dormir grandulón—Dijo arropándolo.

—¿Kate?—Ella de dio la vuelta antes de salir. —Te amo.

—Yo también.

Al entrar a su cuarto, saltó al encontrar a Rose allí.

—No soy una niña ya, y sé que es tener secretos. No voy a decir nada al respecto. Solo espero que no sea un capricho de ambos y que estén seguros de que es lo que quieren.

—Es lo que más deseamos.

—Entonces mis labios están sellados.—dijo saliendo del cuarto.

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