I

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—¡Wei Wuxian!

Sus ojos se volvieron turbios, rojos cizaña, crudos, como si hablaran al enemigo. No, no un simple enemigo, el odio en sus palabras, Wei Ying lo sintió mientras sus músculos se rasgaban por el tirón abrupto. No su enemigo, él nunca había querido esto pero incluso ahora en el instante último de su vida, tampoco supo qué responderle. Esto era lo que Jiang Cheng quería, acabar con él. Bueno, Wei Ying ya no tenía nada que perder y siempre había sido el hermano mayor complaciente, protector, travieso y bromista, pero sobre todo protector, receloso y bromista. Si Jiang Cheng quería acabar con él, Jiang Cheng lo conseguiría.

—¡Vete al infierno!

Wei Ying lo consideró.

"Hermano, hermano" pensó, pero no vio al final, no escuchó nada. Todos sus sentidos se apagaron y sintió su cuerpo caer en picada, girar y retorcerse sin voluntad... como si no le perteneciera. Apenas sentía un rastro de dolor y sus emociones se confundieron ¿él había sentido? Estaba seguro de haber amado y herido de amor, haber lastimado y decepcionado. Su corazón se estrujó, algunos nombres se borraron, el apretón desesperado en su mano se desvaneció y Wei Wuxian siguió cayendo, borrandose por completo de la existencia de este mundo.

.......

Podía considerarse afortunado.

Error, pudo haberse considerado afortunado por haber nacido del padre que le tocó, de no ser porque éste era ya casado y había usado a su madre hasta hartarse y abandonado a ambos en la Villa Mo. Xuan Yu era pequeño, ágil, un disparo de luz que se movía con agilidad entre los aldeanos, haciendo rabiar a los mercaderes y a sus primos, jugando a la caza, a que era un cultivador enérgico, serio, respetado como sabía eran su padre y sus hermanos mayores.

Cuando regresaba a la casa hallaba a su madre consternada, escribiendo su eterna correspondencia a Jin Guangshan pero nunca dejaba que esa tristeza se perpetuara más allá de unas pocas lágrimas. Se ponía a hacer morisquetas, dar saltos de conejo y bailaba, llevando a su madre de aquí para allá mientras silbaba una canción.

—¿Dónde aprendes eso, A-Yu? ¿Cuánta energía más tienes guardada ahí? A veces  ni siquiera pareces hijo de mi señor... eres diferente, único, mi pequeño A-Yu.

Su pequeño A-Yu, ni tan pequeño, un alborotador desesperante de catorce años, un sinvergüenza capaz de hacer sonrojar a la dama más experimentada. Ni siquiera su madre podía entenderlo, acariciaba su pelo y calmaba su ímpetu y le hablaba de las cualidades de los Jin.

—Debe ser callado, reposado, inteligente, incapaz de amedrentarse por nada, un orgullo para el líder de su clan.

—Un orgullo para el líder de mi clan —Xuan Yu repetía haciéndose ilusiones. Imaginaba con aire risueño el perfil de Jin Guangshan, la sorpresa que esperaba darle cuando le conociera al fin y se destacara de entre los otros discípulos, y sonreía. Se iba a dormir feliz dejando atrás a su madre, ella desdichada por las palabras duras con que su hermana la trataba, y soñaba.

Un manantial helado donde bajaba desnudo y llenaba sus cicatrices de flores y era feliz perseguido por una espada bondadosa. Mo Xuan Yu estaba seguro de que aquel sueño era premonitorio de su próxima fortuna y se despertaba ansioso porque el día que Jin Guangshan mandara por él llegara al fin.

.........

Su primo Mo Zi Yuan era un caso aparte, orgulloso y desconsiderado, arrojaba piedras a su casa y esperaba que Mo Xuan Yu saliera para emboscarlo junto a los otros. Casi nunca podía Xuan Yu zafarse de sus brazos, caían en él sus golpes rudos, su primo pesado y atolondrado, pero lo soportaba. Xuan Yu era, a los catorce años, aún muy endeble para defenderse cuando lo atacaban en manada pero resistía de igual manera. Él pensaba que esto lo volvería más fuerte a ojos de su padre, él creía firmemente en volverse su orgullo, sin desdeñar a sus otros hermanos. Su madre siempre se había considerado la más amada de sus discípulas y este sentimiento recíproco no podía abandonarse así como así. Ella también le había enseñado un uso adecuado de la espada y Mo Xuan Yu había adquirido la práctica lo suficientemente bien, creía, para sentarse en la misma mesa que la noble familia, junto a Jin ZiXuan, si fuera posible.

Miraba a su primo entonces y reía como un desquiciado. El día que él tuviera su lugar en la familia Jin, velaría por su madre y la sacaría de la Villa Mo. Quizá hasta podría cobrarse una pequeña venganza en contra de estos presuntuosos familiares, celosos de su noble origen.

..........

El día que Mo Xuan Yu finalmente fue reconocido, bajaron a la Villa los enviados por la secta de su padre y lo sacaron de la casa sin esperar que su madre pudiera despedirse. Esto hizo que Xuan Yu se aflijiera y se adelantara al grupo, esperando hallar un edificio lo suficientemente alto para avistar su casa y echar una última mirada a todo lo que dejaba atrás, pero en aquella esquina un par de brazos volvieron a sujetarlo, levantándolo en el aire y arrojandolo contra un bote de basura.

—¡Hijo de toda una puta! ¿Quién te crees que eres para irte así? Déjame que te recuerde la escoria que eres. Mo Xuan Yu, nunca serás más que mierda. Jin Guangshan va a arrojarte de regreso y te voy a esperar aquí. Vas a ser el juguete de mi gente y nada más.

Mo Xuan Yu sintió toda su cara arder por la vergüenza que el contingente lo viera humillarse así e intentó resistirse. Pateó a su primo en la pantorrilla, golpeó su nariz con el revés de su mano pero apenas pudo hacerlo sentir algo. Aún así, con el cuerpo aplastado bajo el peso del idiota  de Zi Yuan, no se abandonó. Fue cuando una mano tiró del brazo de aquel zopenco y lo sacó de su lugar, que la atención de Xuan Yu se desvió hacia la sombra a su izquierda.

Era Jing Guang Yao.

Mo Zi Yuan se levantó presto, la figura esbelta de A-Yao lo paralizó. Este sonreía indulgente con los ojos cerrados y calmos, los cuales ni siquiera abrió cuando brindó una soberana paliza sobre el cuerpo maltrecho de Mo Zi Yuan.

El mundo era tan pequeño, tanto, que Mo Xuan Yu no entendió por qué de pronto estaba orgulloso de tener a Guang Yao como hermano.

El patriarca YilingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora