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1 mes después.

Ciara estaba ansiosa, su vista no salía del reloj que había encima del tablero, hace una semana que no lo había visto, que no sabía nada de él.

Cuando el ruidoso timbre sonó tomó sus cosas y salió rápidamente de allí.

Tomó el autobús y se dirigió a la casa del muchacho, hace dos días había ido pero nadie le había abierto la puerta.

Ahora estaba en frente, tocó el pedazo de madera y nadie respondió al otro lado.

— ¡Canadá! ¡Soy Ciara, por favor ábreme la puerta!— nadie contestó— En serio que estoy muy preocupada por ti— dijo susurrando.

Esperó varios minutos y tocó repetidas veces la puerta.

El chico estaba adentro, sentado en el sillón observando la puerta como si fuera un martirio escuchar su sonido. 

Como cosa rara, estaba totalmente golpeado por aquél hombre.

— ¡Sé que estás ahí Canadá! ¡Pero si no quieres verme hoy lo entiendo! ¡Será otro día!— gritó la pelinegra desde afuera.

El sentimiento de culpa no le permitió seguir ahí sentado por lo que se levantó y con rapidez abrió la puerta.

La leve sonrisa que había en el rostro de la irlandesa se esfumó por completo.

—Por Dios— dijo en un susurro, aguantando que su voz se quebrara.

Esta escena se repetía una vez más.

Posó sus manos en el rostro de él, tenía uno de los ojos totalmente hinchado y morado, el otro se notaba que apenas estaba terminando de deshincharse, pero aún el rastro de sangre en su esclerótica estaba presente.

Una de las tantas herida de su labio inferior se notaba reciente.

Los incontables moretones que habían presentes en sus mejillas, las marcas que habían en sus brazos y las evidentes quemaduras de cigarrillos deshicieron el corazón de Ciara.

—Ciara— la llamó con una media sonrisa— Te extrañé— ella no lo vio a los ojos, siguió analizando cada marca que había en su pálido y delgado cuerpo— ¿Quieres pasar?— no respondió.

Él tomó ambas de sus manos y la jaló con amabilidad para que entrara, la llevó hasta su habitación y ambos se sentaron en la cama. 

El lugar no era un desastre como la otra vez.

Ella seguía observándolo de manera desconcertante y dolida, Finn acarició con ternura su rostro, fue una larga semana para él sin haberla visto y el tenerla aquí lo hacía tranquilizar.

Levantó su vista a los ojos de ella, estaban totalmente húmedos y sus parpados inferiores aguantaban lo que más pudieran para no dejar caer el salado líquido que se iba acumulando en ellos.

— Canadá...— dijo Ciara en un susurro mientras su voz se quebraba.

Los ojos de Finn comenzaron a humedecerse también.

— Por favor no llores,  me hacer sentir mal, me hace creer que te lastimé— sus lágrimas comenzaron a salir por si solas.

Ella soltó un sollozo y lo abrazó con fuerza.

Todas la lágrimas que habían en sus ojos salieron de estos para caer sobre la camiseta gris del chico.

Ciara cada vez lo abrazaba con más fuerza, con más desespero, su corazón sentía una aflicción incomparable al intuir todo el dolor por el que Finn había pasado.

CANADÁ                               [𝐅𝐢𝐧𝐧 𝐖𝐨𝐥𝐟𝐡𝐚𝐫𝐝]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora