IV. Disociación

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—No sé, no sé —murmuró Iturrioz—. Creo que vuestro intelectualismo no os llevará a nada. ¿Comprender?¿Explicarse las cosas? ¿Para qué? Se puede ser un gran artista, un gran poeta, se puede ser hasta un matemáticoy un científico y no comprender en el fondo nada. El intelectualismo es estéril. La misma Alemania, que hatenido el cetro418 del intelectualismo, hoy parece que lo repudia. En la Alemania actual casi no hay filósofos, todoel mundo está ávido de vida práctica. El intelectualismo, el criticismo419, el anarquismo420 van de baja. 

—¿Y qué? ¡Tantas veces han ido de baja y han vuelto a renacer! —contestó Andrés. 

—¿Pero se puede esperar algo de esa destrucción sistemática y vengativa? 

—No es sistemática ni vengativa. Es destruir lo que no se afirme de por sí; es llevar el análisis a todo; es irdisociando las ideas tradicionales, para ver qué nuevos aspectos toman, qué componentes tienen. Por ladesintegración electrolítica de los átomos van apareciendo estos iones y electrones mal conocidos. Usted sabetambién que algunos histólogos han creído encontrar en el protoplasma de las células granos que considerancomo unidades orgánicas elementales y que han llamado bioblastos. ¿Por qué lo que están haciendo en físicaen este momento los Roentgen y los Becquerel y en biología los Haeckel y los Hertwig no se ha de hacer enfilosofía y en moral? Claro que en las afirmaciones de la química y de la histología no está basada una política, niuna moral, y si mañana se encontrara el medio de descomponer y de transmutar los cuerpos simples , nohabría ningún papa de la ciencia clásica que excomulgara a los investigadores.

—Contra tu disociación en el terreno moral, no sería un papa el que protestara; sería el instinto conservador dela sociedad431. 

—Ese instinto ha protestado siempre contra todo lo nuevo, y seguirá protestando; ¿eso qué importa? Ladisociación analítica será una obra de saneamiento, una desinfección de la vida. 

—Una desinfección que puede matar al enfermo. 

—No, no hay cuidado. El instinto de conservación del cuerpo social es bastante fuerte para rechazar todo lo queno puede digerir. Por muchos gérmenes que se siembren, la descomposición de la sociedad será biológica.

 —¿Y para qué descomponer la sociedad? ¿Es que se va a construir un mundo nuevo mejor que el actual? 

—Sí, yo creo que sí. 

—Yo lo dudo. Lo que hace a la sociedad malvada es el egoísmo del hombre, y el egoísmo es un hecho natural, esuna necesidad de la vida. ¿Es que supones que el hombre de hoy es menos egoísta y cruel que el de ayer? Pues teengañas. ¡Si nos dejaran!; el cazador que persigue zorras y conejos cazaría hombres si pudiera. Así como sesujeta a los patos y se les alimenta para que se les hipertrofie432 el hígado433, tendríamos a las mujeres en adobopara que estuvieran más suaves. Nosotros, civilizados, hacemos jockeys como los antiguos monstruos434, y sifuera posible les quitaríamos el cerebro a los cargadores para que tuvieran más fuerza, como antes la SantaMadre Iglesia quitaba los testículos a los cantores de la Capilla Sixtina para que cantasen mejor. ¿Es que tú creesque el egoísmo va a desaparecer? Desaparecería la humanidad. ¿Es que supones, como algunos sociólogosingleses435 y los anarquistas, que se identificará el amor de uno mismo con el amor de los demás? 

—No; yo supongo que hay formas de agrupación436 social unas mejores que otras, y que se deben ir dejando lasmalas y tomando las buenas. 

—Esto me parece muy vago. A una colectividad no se le moverá jamás diciéndole: Puede haber una forma socialmejor. Es como si a una mujer se le dijera: Si nos unimos, quizá vivamos de una manera soportable. No, a lamujer y a la colectividad hay que prometerles el paraíso; esto demuestra la ineficacia de tu idea analítica ydisociadora. Los semitas437 inventaron un paraíso materialista438 (en el mal sentido) en el principio del hombre;  el cristianismo, otra forma de semitismo, colocó el paraíso al final y fuera de la vida del hombre, y losanarquistas, que no son más que unos neocristianos, es decir, neosemitas439, ponen su paraíso en la vida y en latierra. En todas partes y en todas épocas los conductores de hombres440 son prometedores de paraísos. 

—Sí, quizá; pero alguna vez tenemos que dejar de ser niños441, alguna vez tenemos que mirar a nuestroalrededor con serenidad. ¡Cuántos terrores no nos ha quitado de encima el análisis! Ya no hay monstruos en elseno de la noche, ya nadie nos acecha442. Con nuestras fuerzas vamos siendo dueños del mundo.

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