Peugeot 208 GTI

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―Qué agradable es volver a reunirnos todos como grupo... ―comenzó a decir Lila y tan solo con escuchar su voz comencé a tener una crisis de migraña. Ignoré el resto de su empalagoso discurso mientras me dirigía al profesor para decirle que no me sentía bien para practicar deporte hoy, y como estaba tan concentrado en lo que estaba diciendo Lila, me permitió quedarme sentada sin siquiera preguntarme el por qué no podía hacer ejercicio. Para mí fue mucho mejor así y me sentí aún mejor cuando vi la cara de decepción de Lila al ver que no iba a participar en el juego. No iba a permitir que me humillara enfrente de todos con alguna estúpida historia inventada; porque si de algo tenía certeza, era de la verdadera intensión que tenía ella.

Comenzó el juego y todos empezaron a lanzarse balones como si su vida dependiera de ello, y por lo que veía, la vida de Kim si dependía de ello, jamás se le veía tan concentrado como cuando estaba en un partido o competencia. Pero en esta ocasión no era solo él sino todos los que estaban completamente absortos en el juego. Aproveché eso y me dirigí al salón a recoger mis cosas para ir directo a la biblioteca. Tenía alrededor de dos horas antes de que se acabara la clase, y tenía pensado adelantar los deberes atrasados en ese tiempo. Con suerte y unas cuantas horas menos de sueño, esta misma semana podría quedarme al día. Pero el hecho de revisar mis apuntes de la investigación del libro y los diccionarios de símbolos y runas era una verdadera tentación; ni hablar del mapa que me había entregado Marianne. Entre resistir la tentación de continuar descifrando el libro y comprender los ejercicios de matemáticas y las actividades de historia (de las cuales no tenía idea alguna porque no había prestado atención en clase) hice lo que menos debía hacer: me quedé dormida. Me despertó la campana que anunciaba la hora del almuerzo. 

"Soy un completo desastre que lo uno que puede hacer bien es dormir" pensé. Resignada, recogí nuevamente mis cosas y me dirigí hacía la cafetería por algo de comer.   

―Bienaventurados sean los dioses del olimpo que nos otorgan el privilegio de verte hoy, Marinette ―dijo Nino con los brazos extendidos hacía el cielo. Yo negué con la cabeza sin poder disimular lo divertido que encontraba su comentario. Él venía con Alya y Adrien. Al segundo también le parecía gracioso el comentario de Nino y se estaba riendo; mi amiga, ella intentaba no mostrar hostilidad, pero se notaba a kilómetros que se había percatado de mi ausencia en la clase de gimnasia y que aún no olvidaba nuestro último encuentro. Intenté hacer de la vista gorda e ignorar la actitud de Alya, con suerte así no comenzaríamos una nueva discusión.

―¿Cómo han estado, chicos? ―les pregunté mientras tomaba una bandeja para el almuerzo y continuaba haciendo la fila.

―Más que bien ¡Ganamos! Nuestro equipo le dio una paliza legendaria al otro equipo ―respondió Nino.

―Amigo, eso no es cierto. Nosotros les ganamos por veinte puntos de más ―agregó Adrien divertido. Yo miré a Nino con una ceja levantada.

―Viejo, no sé de qué estás hablando, si arrasamos con todos ustedes ―se defendió Nino―. Incluso yo anoté el punto ganador cuando lancé la pelota y le di a Alix en la cabeza.

―Alix fue la que anotó el punto con el pelotazo que te dio, Nino ―aclaró Adrien, y por supuesto, Nino lo negó todo.

―Pero tú debes saber quién ganó, Marinette ¿O acaso no estabas allí? ―preguntó Alya con doble intensión. "Aquí vamos de nuevo" pensé. Sin embargo, mantuve la calma y le respondí tranquilamente.

―Estaba en la biblioteca adelantando unos trabajos atrasados ―le dije y ella me miró con suspicacia. Los chicos no notaron nada porque estaban muy enfrascados en su discusión sobre quién había ganado el juego.

Ladybug et Chat Noir: l'aventure continueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora