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Capítulo 7

Tenían que conseguir que Venus no se encontrara cerca de su familia esa noche, así que los tres chicos se planteaban cual sería la mejor manera de quitarla de en medio sin dar la voz de alarma, sin tener en cuenta que alguien los vigilaba a todos. Maximiliano veía las imágenes frente a él sentado en el sillón reclinable de su despacho, evaluando su siguiente movimiento.

La puerta sonó con un suave golpe como el de unos pequeños nudillos, el hombre de la silla tenía la extraña manía de no dejar que niños se acercasen a los negocios ilícitos en los que se veía envueltos, si es que eso lo hacía tener algo de valor moral, pero había una excepción y es que su hija, la próxima mente maestra de su imperio siempre había estado metida en esto desde que nació.

Anthony era su primogénito y le daría la oportunidad de agrandar su imperio, pero para su desgracia su padre lo quitaría de en medio tan pronto el trato se hubiese cerrado, a él y a esa chica que se casaría con él, la hija de Natalie. Su verdadero plan era quedarse con su querida mafia hasta que la pequeña ahora de seis años creciera.

- Adelante, Madeleine – Su voz grave resonó por las paredes y la puerta se abrió suavemente como si temiese hacer demasiado ruido.

- Hola, papi –

- Hola, cariño. -

- Margot y yo hemos hecho hoy un dibujo. – la niña sonrió tímida – Te lo quería enseñar.

La niña tenía todos los rasgos de su madre, la belleza rusa con la que su padre había mantenido relaciones seis años atrás. Maximiliano se había quedado prendado de la niña en cuanto ella apareció por su puerta envuelta en mantas que los sirvientes pusieron alrededor de ella al encontrarla en la puerta llorando bajo el cielo descubierto de un frio octubre. Y aunque se aseguró de que fuera suya de verdad, Madeleine saco la poca humanidad que quedaba dentro de él.

-Ven aquí amor- dijo señalando su pierna.

La niña recorrió la distancia que los separaba con alegría.

El dibujo de la niña representaba una extraña familia. Estaba el padre, la niñera y el hermano mayor junto a la niña más pequeña que estaban representados en el centro del folio y más atrás y a los lados había dos hombres de negro que la niña había dibujado sin pelo en la cabeza.

Estaba claro que la niña no había crecido como una niña corriente, la niñera la que ella llamaba Margot había hecho el papel de madre desde que la niña llegó a la casa y no había comenzado a llamarla de esa manera porque su padre insistió en que supiera quien había sido su verdadera madre y conociera los motivos por los que no la había criado. Y es que su padre a pesar de protegerla de todo lo exterior y del mundo fuera de esas cuatro paredes, nunca reparó en el daño emocional que había causado a la niña.

Los guardaespaldas eran corrientes en la vida de la niña, pero era Erik, el hombre calvo al que la niña había dibujado, el que era su guardia personal.

- Oh, Madeleine que bonito dibujas – alabo el padre sin pararse a analizar lo dibujado en el papel.

- ¿Has visto? – preguntó la niña – He dibujado el árbol del patio, pero en mi dibujo tiene un columpio, ¿Podemos poner uno?

- Claro que sí, mañana mismo lo tendrás – concedió el padre, como cada vez que la niña pedía algo.

La niña sonrió con alegría y besó a su padre en la mejilla, a lo que el padre respondió con una sonrisa que solo estaba reservada para el único rayo de luz en su vida, su hija Madeleine.

Cuando la niña salió de la habitación el padre volvió la vista a las cámaras que lo mantenían informado de todo.

Llamo a uno de sus hombres y le encargó vigilar las pantallas, luego cogió la chaqueta se la colocó y salió por la puerta de su despacho en dirección a la ciudad.

Los hombres de VenusWhere stories live. Discover now