Capítulo 4

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Comprendió lo que había dicho cuando estaba bajando las escaleras, no sabía la razón, pero le urgía detenerme, no dejarme ir, salió disparada detrás de mí, pero hice caso omiso a su voz, a sus súplicas de hablar, ya el daño estaba hecho, ya no tenía nada dentro de mí, que más quería si apenas con conocerla hacía pedazos todas mis ilusiones. Seguí caminando y poco me importó que el mundo se cayera a mis espaldas, ya lo que tenía que suceder había sucedido, todo estaba lo suficientemente claro, ni ella me quería, ni yo estaba dispuesta a seguir su maldito juego. No recuerdo cuando dejé de escuchar su voz, solo recuerdo haber llegado a un lugar de lo más extraño, y haber tenido sexo no sé con quien, necesitaba descargar toda mi rabia, todas mis fuerzas. Fui al apartamento y ahí estaba una vieja amiga, una antigua amante la verdad, me pasé la noche follando para ver si así la dejaba un poco, a la mañana todo me dolía, y recordaba como que adrede sus últimas palabras, nada más.

    No deseaba saber de ella, o buscarla, a penas cogía el teléfono, no quería escuchar su silencio, tampoco me apetecía salir, o tener sexo, nada de nada, quería olvidarme de todo ese lío, de su mirada, de su voz, de su cuerpo, de todo, todo lo que venía de ella me dañaba, y lo mejor es olvidar. Después de un tiempo recordé que debía cerrar mi cuenta en el burdel, y terminar el contrato, pero ir, era encontrarla, y encontrarla era derrumbarme. Pensé que ir de día limitaría la posibilidad de encontrarla, de verla, así que pasados unos días iría. Recuerdo que era viernes, el viernes más gris de todos, el portero me dejó pasar gustoso y me dijo que la madame ya me estaba esperando en su oficina, me la imaginé sentada en el buró con sus abrigos de piel, con su boca provocativa y sus piernas de ensueño, con su risa de puta costosa, y con una buena explicación para no dejarme ir. Subí a toda prisa, para no verla ni de casualidad, pero todo fue en vano, si al entrar en el despacho ella estaba junto a la madame, esa puta de la madame sí que sabía como llevar un lugar de esos. Pude notar en cuanto la vi unos morados en sus brazos, y su labio inferior algo hinchado, no se atrevía a verme, mantenía la cabeza baja, y yo por mucho que quise, no pude dejar de verla toda sumida en una guerra peor que la mía.

   -Madame, podemos hablar a solas, por favor.

   -Me temo que no, una de mis chicas no te ha complacido, y yo garantizo un buen trato, esto no puede quedarse así.

   -Lo que pasó con su chica, no es la razón por la cual me marcho, este mundo no es para mí...

   -Por dios, este mundo está hecho a tu medida, reconozco que ella no es como tu Julia, o como esa niña con la que salías, pero es una de mis mejores chicas, ven, tengo pruebas suficientes.-lo que pasó por mi mente una vez que vi ese video está de más, la vi, y sé que pudo leer el dolor de mi mirada, casi pude sentir su mismo dolor en mi silencio, por qué lo que ella sufría lo sufría yo, por qué esos celos arrebatadores cuando vi ese dichoso video-Y qué, te convence ahora, es o no es una maestra en el arte de amar.

    -Madame, insisto, no tiene por qué, ella...

    -Ella será sacada de este lugar en cuanto cruces esa puerta, será vendida a cualquier cerdo, sabrá dios para qué, sabes la razón. Porque se enamoró de un don nadie, y ahora no puede satisfacerte, por eso.-me sentí tan mal por arruinarle la vida, por ser así, por entrar de repente en sus días y destruir todo por lo que había luchado, se mantenía en silencio, no tenía el valor de decir nada, la miré, y en ese momento mis ojos coincidieron con los suyos, supe desde ese instante que no podía dejarla sola, que no podía ser vendida como un objeto, que no tenía el valor de perderla aún, a pesar de que nunca fuera mía, su bienestar se convertía en el mío.

    -No retiro la cuenta, y sigo siendo cliente fijo de acá solo si me garantiza que ella no va a ser vendida, que me permite pasar este fin de semana con ella, solas las dos, y que pasado ese periodo de tiempo al venir acá-la miré y vi una gota de esperanza en su mirada-y que al yo venir a estar con las muchachas ella no esté a mi vista-noté su sobresalto, me miraba contrariada, como queriéndome matar, como si lo que hubiese dicho fuera su condena, y la verdad poco me importaba ya lo que pensara me importaba un bledo, pero necesitaba solo un fin de semana a su lado, luego la castigaría con mi indiferencia, y así sufriría todo lo que yo había sufrido desde que la conocí.

Invítame a ParísWhere stories live. Discover now