Guilty Pleasure

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Viktor Volkov dormía plácidamente cuando un estruendo lo despertó de golpe. 

La puerta de su habitación había sido violentamente derribada y cuatro hombres uniformados como G.E.O. se adentraron en su cuarto. Los enmascarados se posicionaron alrededor de su cama mientras les apuntaban con fusiles de asalto. 

El comisario no entendía lo que estaba pasando y por un momento pensó que estaba teniendo una extraña pesadilla. Volteó a ver al hombre a su lado y encontró que estaba igual de desconcertado que él. Trató de alcanzar su pistolera que yacía colgada en una de las puntas de la cabecera de la cama, pero se detuvo cuando vio a un quinto hombre entrar en la habitación.

Greco Rodríguez, su colega, el segundo comisario de Los Santos, se paró a los pies de la cama, se cruzó de brazos y lo miró.

-Yo no haría eso si fuera tú Viktor- Le habló serio y volvió su mirada al hombre acostado a su lado. -Horacio Pérez, queda usted arrestado por cometer delitos que atentan contra la salud pública- Greco asintió con la cabeza en dirección a uno de los uniformados y éste procedió a esposar al hombre. -Tiene usted derecho a guardar silencio, no prestar declaración si no desea hacerlo y a no contestar ninguna de las preguntas que se le formulen. Tiene usted derecho a ser tratado por un médico en comisaría si fuese necesario. Tiene usted derecho a no declarar contra sí mismo y a no declararse culpable. Tiene derecho a comida y bebida si fuese necesario. Por último, tiene derecho a una llamada de no más de un minuto en presencia de un funcionario de la policía, ¿Ha entendido usted sus derechos?- El ruso veía boquiabierto a su pareja.

-Si- Respondió Horacio por lo bajo. El uniformado que lo había esposado tiró de él y el moreno salió de la cama vistiendo únicamente un boxer rojo.

-¿Qué mierda?- El ruso estaba en shock.

-Lo siento Vik- Horacio sonrió apenado mientras era escoltado fuera del cuarto. 

Los hombres se llevaron al detenido, saliendo en orden hasta que solo quedaron Greco y Volkov en la habitación.

-Tenemos evidencia de que estuvo vendiendo droga en el puerto- Explicó el barbudo. -Lamento que haya sido de esta manera, pero Conway ordenó su detención inmediata- El ruso pasó sus manos desde su nuca hasta su frente y suspiró exasperado.

-Hijo de la gran puta.

En efecto, Horacio Pérez fue encontrado culpable por la venta de estupefacientes y fue condenado a doce meses en la federal. La sentencia fue un golpe duro para Viktor, él sabía que el moreno tenía un pasado complicado, pero desde que habían comenzado a salir el chico le había prometido no volver a las andadas. Tristemente la justicia demostró que le había mentido.

Pasaron tres meses desde el día en que arrestaron a Horacio en los cuales el comisario se reusó a verlo. No asistió a su juicio, tampoco estuvo en el momento en el cual dictaron su condena y no lo visitó estando en el penal. El ruso era un hombre duro y consideró que eso era lo mínimo que merecía como castigo por haber traicionado su confianza.

Hoy por primera vez le habían concedido a Horacio una "visita íntima" y el comisario no comprendía por qué había aceptado acudir a su encuentro. Tal vez había sido por lo arrepentida que sonaba la voz de Horacio cuando lo llamó esa misma mañana, o porque en el fondo, aunque no lo aceptara, deseaba poder volver a verlo.

El ruso admiraba la pequeña puerta de la casa rodante frente a él. Estaba en una zona alejada del edificio del penal donde solo habían caravanas que a los convictos y sus parejas se les permitía utilizar. Se replanteó sus decisiones y consideró que aún estaba a tiempo de irse, pero luego pensó que si ya había llegado hasta ahí era por un motivo.

Al entrar lo primero que sintió fue un olor desagradable. Una mezcla de humedad, tabaco y encierro. El lugar era pequeño, no había mucho, una cama, una puerta que asumió llevaría a un baño y dos sofás en tonalidades verdosas. Se sintió sucio de solo estar allí.

Cerró la puerta tras él y encontró Horacio sentado en un sofá al fondo. No había cambiado mucho en esos meses, estaba casi igual que la última vez que lo vio. Raíces castañas se asomaban bajo el tinte rojo que adoraba usar y al comisario le parecía que físicamente estaba más musculoso. Vestía un uniforme naranja, como todos los convictos, pero el color quedaba bien con la tonalidad bronceada de su piel. El mayor juraría que lo veía hasta más atrayente.

El hombre fumaba en silencio mirando por una pequeña ventana. Al oírlo entrar se volteó a verlo y le sonrió. No sabía si era por el aura de peligro que emanaba, pero definitivamente se veía aún mejor que la última vez que lo vio.

-Tardaste- Dijo tirando el cigarro al suelo y pisándolo para apagarlo.

-No nos hemos visto en tres meses, no te va a matar esperarme algunos minutos más- El ruso le guardaba un enorme rencor.

-Es la primera vez que me ves después de tres meses y ¿Eso es lo que me vas a decir? ¿Así me vas a tratar?- Rio sarcástico. -¿No vas a correr a lanzarte sobre mí?- Habló con un tono burlón abriendo los brazos dispuesto a recibirlo. El ruso bufó y cruzó los brazos sobre su pecho.

-Sigues siendo un imbécil- Se desquitó. -Me prometiste que no volverías a vender esa mierda- Habló con una mezcla de rabia y decepción.

-Lo lamento Viktor, pero a veces uno no tiene elección- Horacio le dio una excusa vaga.

-Y una mierda, sí podrías haber elegido, no eres un puto crío- Le recriminó y suspiró. -¿Sabes? Lo que más me jode no es lo que hayas hecho, si no el hecho de que me mentiste- El comisario se empecinaba en esquivar la mirada del menor. -Pensé que esta vez todo iba a salir bien, pero nunca debería haber confiado en ti, fui un idiota- Su voz sonó rota al final y sintió como lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. La rabia del ruso se había vuelto tristeza cuando por su mente pasaron los diferentes escenarios donde todo terminaba con un final feliz.

A Horacio le dolió el pecho al verlo así. Se levantó y comenzó a acercarse al ruso, temeroso de que el hombre tratara de alejarse de él. Se detuvo dejando menos de un metro de distancia entre ellos. El ruso permanecía de brazos cruzados evitando verlo.

-Viktor, en serio me arrepiento ¿Podrás perdonarme?- Habló sincero y cuando vio una lágrima caer por la mejilla del mayor no dudó en limpiarla. Los instintos del comisario le ganaron y no pudo evitar ceder ante su dulce toque. Inclinó la cabeza buscando más de su calidez, se volvía débil ante él. Levantó la mirada y sus ojos aguados se encontraron con los de Horacio, llevaba tanto tiempo extrañándolos. Compartieron una batalla silenciosa, había tanto que querían decir, tanto por aclarar, pero al mismo tiempo las palabras parecían sobrar en ese instante.

-Te extrañé- Hablo espontáneo el menor y notó un leve brillo en los ojos grisáceos. El corazón del comisario se aceleró, sólo con decir eso había conseguido desarmarlo.

Horacio se inclinó lentamente, acercándose a su rostro con miedo a que lo rechazara, pero cuando lo vio cerrar los ojos, supo que no lo iba a hacer. Unió sus labios con los del mayor por unos segundos y se alejó un poco para ver su reacción. Sus miradas volvieron a encontrarse cargadas de intensidad. El ruso no tardó en tomarlo del rostro y atraerlo a él para poder volver a besarlo. Horacio lo tomó de la cintura y pegó sus cuerpos, había extrañado todo de él y su piel era parte de ello.

Su beso era fogoso, sus lenguas se reencontraron ansiosas, sus dientes chocaban y sus manos acariciaban con desesperación el cuerpo ajeno. El deseo mutuo que les había generado la falta del otro era enfermizo. El de cresta acarició la cintura del ruso y bajó sus manos hasta sus glúteos apretándolos descaradamente. El ruso gimió en su boca y Horacio sintió su miembro despertar.

-En serio extrañé todo de ti- El de cresta sonrió y continuó besándolo, no tardó en bajar sus manos a los muslos del mayor para levantarlo. Sin romper el beso el comisario enredó sus piernas en la cintura del menor. Horacio tomó ventaja de su agarre y lo acarició gustoso. Comenzó a caminar cargando al mayor en dirección a la cama, pero cuando el ruso lo notó rompió su beso.

-¡No!- Lo miró furioso y Horacio se detuvo.

-¿Qué pasa?

-No me vas a coger ahí, quién sabe cuántos más se revolcaron en esas sucias sábanas- El comisario lo vio con una mueca de asco y el de cresta lo soltó, dejándolo de pie en el suelo.

-Lamento que no sea un hotel cinco estrellas princesa, pero yo no soy el que aceptó salir con un presidiario- Horacio rio con sorna y a Viktor le hirvió la sangre. El ruso tomó el cuello de la camiseta de Horacio y tiro de él acercándolo a su rostro.

-Te odio- Fue lo último que dijo antes de volver a unir sus labios con los del menor. Lo beso con rabia, con violencia, con todo el enojo que había acumulado durante meses y solo lo soltó por falta de aire. Se separaron agitados, ruborizados y con los labios hinchados.

Volkov volvió a tirar del cuello de la camiseta de Horacio, lo guio hasta el sofá donde lo había encontrado cuando había entrado y lo empujó haciéndolo caer sentado. Se subió a horcajadas de él y comenzó a restregar sus glúteos contra la erección del menor.

-Joder- El de cresta creyó ver las estrellas. El ruso quería más de él, le quitó la camiseta anaranjada y se reencontró con su piel bronceada. Confirmó sus sospechas cuando vio el abdomen marcado de Horacio, no solo estaba más fibrado, si no que algunos tatuajes nuevos decoraban su pecho. Acarició su piel, meciéndose sobre su regazo y escuchando jadeos salir de los labios del menor.

Horacio no se contuvo, le arrancó la pulcra camisa blanca al mayor, haciendo que algunos botones salieran volando, pero al ruso no pudo importarle menos. Atacó la piel blanquecina de su cuello, lamiendo, mordiendo y succionando para dejarle marcas violáceas. El ruso se sostuvo de sus hombros mientras gemía entre una mezcla de dolor y placer.

Horacio lo bajó de su regazo y lo sentó a su lado. Se puso de rodillas entre sus piernas y dejó un rastro de besos bajando por su pecho. Cuando llegó a su vientre se detuvo y acarició el bulto sobre la tela, viendo como el mayor movía sus caderas buscando más atención. El ruso se levantó un poco y Horacio pudo deshacerse de sus zapatos, su pantalón y su ropa interior. El de cresta acarició sus largas piernas y las levantó un poco para morder la cara interna de uno de sus muslos, dejando una marca que nadie más podría ver.

-Mírame- Ordenó captando la atención del mayor. Tomó su miembro expuesto y lo metió de lleno en su boca. El ruso gimió y arañó la tela del sofá. Horacio comenzó a subir y bajar lentamente mientras veía los ojos grises del mayor luchando por mantenerse abiertos. Se concentró en lamer la punta, como si de un helado se tratara, mientras con su mano acariciaba su longitud, aumentando paulatinamente la velocidad.

El de cresta levantó nuevamente las piernas del mayor y las colocó sobre sus hombros. El comisario había cerrado sus ojos, extasiado del placer y sintió la boca del menor abandonando su longitud. No llegó a abrir los ojos para mirarlo cuando sintió dos dedos introduciéndose en él sin previo aviso. Gimió fuerte y arqueó la espalda ante tal sorpresa. Horacio volvió a meter su miembro en su boca y eso sumado a sus dedos penetrándolo a un ritmo acompasado hicieron que el comisario no tardara en acabar en su boca. El de cresta tragó cuanto pudo y se acercó al rostro del mayor.

-¿Me perdonas?- Le dijo inocente, acariciándole la mejilla. El ruso respiraba con dificultad, intentando recuperarse del orgasmo.

-No- El pecho del comisario subía y bajaba con pesadez. -Te quiero adentro- Dijo empujándolo lejos de él.

El comisario se paró, le quitó las prendas que le quedaban a Horacio y volvió a sentarlo en el sofá. Puso una mano en su hombro mientras se subía a su regazo y el menor lo tomó de la cintura. El ruso se acomodó y comenzó a bajar sintiendo el vasto miembro de Horacio introduciéndose en él. Tardó más de lo que hubiese deseado y cuando lo sintió completamente dentro de sí dejó caer su cabeza en el hombro de Horacio, esperando acostumbrarse a su tamaño.

-Dios Vik, estás tan apretado- Horacio sentía sus paredes presionándolo como nunca, no podría aguantar mucho más así.

-¿Qué esperabas? No he estado con nadie más en este tiempo- El comentario del mayor no ayudó a que durara más. Su fidelidad lo satisfacía a otro nivel. -Y tú ¿Has estado...?- Al ruso le daba miedo terminar de preguntar, pero lo miró a los ojos, quería la verdad por más que le doliera.

-No te voy a mentir- Suspiró Horacio. -Me ha estado ayudando mi amigo Vladimir- Volkov lo miró confuso e incrédulo. -Una paja y a dormir- El comisario no pudo contener la risa y Horacio sintió que se había vuelto a enamorar solo con verlo feliz.

-Eres un idiota- El ruso lo tomó de los hombros.

-Que sepas que todas fueron pensando en ti- Dijo Horacio en un tono seductor acercándose a sus labios.

Volvieron a besarse lentamente mientras Viktor empezaba a mover sus caderas. El comisario comenzó a subir y bajar mientras el menor ahogaba gemidos en su boca. Cuando el ruso sintió su punto más sensible ser golpeado se alejó de los labios del menor y estiró su cuello ahogado en placer. Horacio se aferró a sus caderas y mordió su clavícula dejando un hematoma.

El menor sabía que estaba a punto de llegar y cambió de posiciones. Dejó al comisario recostado en el sofá y lo embistió mientras lo besaba hasta alcanzar el clímax, acabando dentro de él. Horacio cayó rendido sobre el pecho del mayor y sintió al ruso acariciándole la espalda.

-Dime ¿Es cierto el dicho?- Horacio habló jadeante.

-¿Que dicho?-

-¿Los presos cogen mejor?-

One shots - Volkacio (+18)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang