10 │Propuestas (Des)agradables

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HUNTER

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HUNTER

ANTES:

Pues, cuando creía que mi padre no podía ser más hijo de puta de lo que ya era, iba, corría y cruzaba la barrera de los hijos de puta con un jodido salto mortal que podría sin duda ganarle un pase con honores directo a las Olimpiadas de los Hijos de Puta... si estas existiesen.

—Señor, por favor, su padre lo está esperando en la sala de reuniones —me repitió Oskar, su voz claramente ahogada en frustración—. No haga esto más complicado de lo que ya es.

—Claro, porque eres tú el que está tratando de tener privacidad y hacer del dos, pero resulta que no puedes, porque tienes un imbécil parado justo fuera de cubículo, apresurándote y arriesgándose a morir asfixiado por el hedor —le gruñí, dándole la última calada a mi cigarrillo.

—Señor... —Su voz sonaba aún más dura—. Puedo oler el cigarrillo.

Puse los ojos en blanco y levanté la tapa del inodoro con la punta de mi zapato para lanzar la colilla en el agua.

—¿Es que ahora es un crimen fumar mientras cagas? Joder —me defendí, apretando el botón a un costado y mirando cómo el agua se llevaba la evidencia.

Me restregué la cara con estrés antes de abrir la puerta del cubículo y encarar a Oskar.

Él dio dos pasos atrás para evitar tropezar conmigo. Se irguió frente a mí, intentando lucir autoritario en su más de metro noventa y su mandíbula de Arnold Schwarzenegger. Estuve tentado a rodar los ojos otra vez y decirle que nada de lo que hiciera me haría respetarlo.

Se había convertido en mi enemigo desde que había elegido rendirle cuentas a Henry.

—Siempre lo digo; creí que estábamos en un país libre, pero cada día que pasa, me convenzo de lo contrario —recité en tono burlón.

Él me miró como si se estuviera asfixiando con su propio cabreo. «Excelente, así prueba un poco de empatía».

—Después de usted —me dijo, haciéndose a un lado para que fuese adelante y así poder asegurarse de que iría a donde me correspondía.

Honestamente, la idea de lanzarme por la ventana sonaba más tentadora que asistir a la reunión a la que estaba a punto de asistir.

Me encontraba a un pequeño paso del límite de cosas que podía soportar.

Henry pudo haberme amenazado, sabiendo que —a diferencia de él—, yo sí defendería a personas inocentes. Y también pudo haberme arrastrado a trabajar en su empresa, a sonreírle a sus amigos lameculos, y a que dejara de rebelarme contra él, e incluso, pudo hacer que Saige se encargara de chuparme cada gota de buenas energías que tenía dentro de mí con su actitud tan gris y rígida. Pero, lo que había propuesto (o mejor dicho, demandado), en la reunión que tuvimos con Keegan el día anterior, superaba cualquiera de las anteriores.

La Ley de lo (Im)perfecto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora