21 │De Barreras (In)estables

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HUNTER

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HUNTER

AHORA:

—Joder, ¿cómo es que ahora tendré esta delicia a una hora de distancia? —gimió Dylan, haciéndome reír—. No es gracioso, es triste. Creo que fue una mala idea venir.

—Lo dices como si te hubiera forzado a estar aquí —le dije, poniendo los ojos en blanco, aunque sonriendo—. Te recuerdo que fuiste tú quien se apareció de la nada a acosarme en mi jornada laboral.

Fue su turno de poner los ojos en blanco.

—Estabas tomándote mucho tiempo para invitarme a comer pizza gratis, así que decidí reclamar mi derecho como mejor amiga disfuncional y venir sin una invitación formal —se explicó, tratando de alcanzar con su lengua la mancha de salsa esparcida en su barbilla—. No me arrepiento de nada.

Solté una risa entre dientes y tomé una servilleta de la mesa para ayudarla a limpiarse. Ella me hizo mala cara, pero dejó que lo hiciera solo porque sus manos estaban ocupadas sosteniendo un gran trozo de pizza.

—Lorenzo, Flavio y Pia parece que te tienen mucho cariño —comentó ella, cambiando drásticamente de tema—. ¿Cuál es la historia de todo esto? —Dio un escaneo rápido al restaurante con sus ojos.

Levanté una ceja porque no me esperaba la pregunta. A veces tenía que recordarme que Lanie sabía muy poco de mi vida antes de Columbus. Y que no podía culparla por sentir curiosidad de la forma en que los Deganutti hicieron uno de sus espectáculos cuando la presenté como otra de mis «amigos de casa». Incluso Flavio dijo algo como:

—¿Estás diciéndome que existe otra amiga que te soporta?, ¿de dónde los sacas?

Luego él y Dylan procedieron a tener una conversación de alrededor de dos minutos sobre mi difícil personalidad. No supe si aliviarme o fastidiarme de que se hubiesen llevado bien instantáneamente.

—Oh, vamos, McLaggen —replicó, al ver la expresión en mi rostro—. Para este punto, la regla de «no preguntas personales» ya no existe, así que no pongas esa cara.

Resoplé.

—Cuento corto: Lorenzo es el cocinero de mis padres desde que era pequeño, los Deganutti son como mi segunda familia —le respondí, sonando quizá un poco más duro de lo que pretendía.

—Vaya, casi me haces llorar con esa conmovedora historia —ironizó.

Hice una mueca de culpabilidad. No tenía nada en contra de ella queriendo saber sobre mí, pero hablar de mi pasado me recordaba a todo el asunto de Saige, y la verdad, la llegada sorpresa de Dylan me había distraído del día de mierda que estaba teniendo.

Corrijo; la semana de mierda que estaba teniendo.

Era vergonzoso recapitular en mi cabeza todas las locuras que había estado haciendo esa semana. La primera y más importante: Me había convertido en un acosador, había sacrificado horas de sueño (y mi dignidad también), para convertirme en el jodido acosador de Saige. Fue frustrante, no me reconocí a mí mismo cuando al día siguiente de nuestra discusión, Chase me envió una fotografía de Saige en otra fiesta, bebiendo directo de la botella de vino, con Brad el Niño de Papi detrás, rodeándola con sus brazos y animándola mientras lo hacía. A pesar de que ella había sido bastante explícita con que la dejara en paz, la imagen me cabreó tanto que tomé mi chaqueta y las llaves de mi motocicleta, listo para enfrentarme a una segunda ronda de discusiones.

La Ley de lo (Im)perfecto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora