5 │ Bienvenida (In)oportuna

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HUNTER

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HUNTER

AHORA:

—Vamos a perder nuestro vuelo si no se apresuran —presioné, mirando el reloj de mi teléfono y comprobando que para ese punto, ya debíamos estar abordando el avión.

—Déjalos tener su momento de despedida, McLaggen—intervino Matthew, mirando a los hermanos Carter con ojos llorosos.

—¿Sí estás consciente de que se están despidiendo de un auto, no? —inquirí.

—Sí, pero el jeep tiene valor sentimental —contestó Sawyer por él.

—Exacto, es como tú con tu moto —añadió Fitzgerald—. Te imagino hasta llorando como un bebé si tuvieras que dejarla atrás.

Puse los ojos en blanco. Puede que sí me afectaría tener que desligarme de ella, pero dudaba mucho que fuese a un nivel como el que estaba presenciando.

Dylan y Chase seguían dentro del jeep. Habían pasado alrededor de veinte minutos desde que el tío Patch y la familia de Sawyer se habían despedido e ido del aeropuerto. El vuelo a Nueva Jersey salía en menos de una hora y a ese paso, tendríamos que tomar el siguiente.

Entendía que la camioneta tuviese valor sentimental o lo que fuera, pero joder, llevaban demasiado tiempo encerrados y acariciando la tapicería como si el jeep fuese una mascota a punto de ser sacrificada.

—Deberías sentirte ofendido porque ella está tomándose más tiempo para despedirse de la camioneta que de ti —le dije a Matt en tono burlón.

Enseguida la sonrisa de Matthew se tambaleó y Theodore, su novio, me lanzó una mirada de muerte.

—Tacto, ¿todavía no conoces el término? —me regañó el chico.

—No, está bien —le comentó Matthew, haciendo un ademán con su mano para luego mirarme—. Es que acabo de darme cuenta que voy a extrañar tus groserías e idioteces, Hunter.

Entonces, sin darme oportunidad para apartarme o pensar en si realmente quería un abrazo, Fitzgerald estaba lanzándose sobre mí. Y lo peor, fue que me vi a mí mismo correspondiéndole, porque... también iba a echarlo de menos.

A pesar de la insistencia de mamá de regresar con ella a Nueva York, por obvias razones, yo había optado por quedarme en Columbus todo el verano. Sabía que eventualmente tendría que enfrentarme a lo de volver a casa, pero quería alargar el momento tanto como fuese posible. Ella estuvo llenando mi buzón de voz durante las primeras semanas post-graduación, intentando convencerme de regresar a la ciudad un poco antes para «pasar tiempo en familia»; sin embargo, lo menos que buscaba hacer cuando regresara era pasar tiempo en familia.

Lo cierto era que estaba agradecido con ella —y con el tío Patch— por haber intercedido y convencido a Henry de desistir con la idea de la Escuela de Leyes, pero no había que ser inteligente para descifrar que la única razón por la que él había aceptado no insistir sobre mi elección de carrera era porque prefería tener la posibilidad de alardear que otro de sus hijos había logrado entrar a Columbia, que pasar la vergüenza de decir que uno de sus hijos no iría a la universidad en absoluto. En resumen; no me apetecía ir a casa y ser bienvenido con otra discusión acerca de mis malas decisiones en la vida.

La Ley de lo (Im)perfecto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora