1 │ De (Re)encuentros

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HUNTER

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HUNTER

AHORA:

«Joder, Hunter, no de nuevo».

Pensé que había aprendido a controlarlo. A mí corazón, digo. Últimamente, le gustaba ser rebelde y desobedecerme cuando le había pedido de manera explícita que cerrara la boca. O mejor dicho, que calmara sus latidos.

Sin embargo, esta vez, culpaba a Dylan por ello. Bueno, las otras veces también, pero lo que tenía en mis manos superaba cualquier otro momento de debilidad de mi parte que hubiese ocurrido en el pasado.

Nadie antes me había obsequiado algo como lo que tenía en mis manos. Aunque, en realidad, no se trataba del regalo en sí, porque si de algo estaba seguro era que Lanie debía continuar trabajando en sus habilidades con las manualidades; las letras estaban un poco amorfas y las figuras que intentó hacer con la brillantina no resultaron del todo bien. Pero nada de eso realmente importaba, lo que importaba era lo escrito en él.

Hunter McLaggen: honorable BFF disfuncional, impecable compañero de equipo y un completo experto en ganarse tu aprecio, incluso con su idiotez.

Podría escribir más, pero todas sus cualidades no cabrían en tan poco espacio.

Posdata: El puto puesto era mío

No sabía qué me sorprendía más; que Dylan Carter se hubiera tomado el tiempo de hacer esto por nosotros, o la respuesta que todo mi cuerpo estaba teniendo ante el mensaje que mis no podían parar de leer.

Estaba sonriendo como un idiota. Y jodido, como un idiota también.

—Déjame ver qué escribió en el tuyo.

Matthew me salvó de continuar hundiéndome aún más en mi repentino estado de idiotez. Mis ojos perdieron contacto con las palabras cuando me arrebató el birrete de las manos y comenzó a leer en voz alta:

—"Hunter McLaggen: honorable BFF disfuncional, impecable compañero de equipo y un completo experto en ganarse tu aprecio, incluso con su idiotez. Podría escribir más, pero todas sus cualidades no cabrían en tan poco espacio. Posdata: El puto puesto era mío".

Arrugué la nariz. Sabía que la intención de Dylan con los mensajes en los birretes no había sido para que los reserváramos u ocultáramos, sino para lucirlos en la ceremonia de graduación, pero no podía evitar sentir como si las palabras fuesen demasiado personales para decirlas en voz alta.

Lo que necesitaba era recomponer mi mierda. Ya hasta estaba pasando a la etapa de tener pensamientos ridículos.

—Dame eso, Fitzgerald —repliqué, quitándole el birrete—. Confórmate con el tuyo, no te pongas exigente y celoso ahora.

La Ley de lo (Im)perfecto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora