Capítulo 1

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Existe una exquisita belleza en el amor. Existe un nauseabundo placer al reclamar a una persona como tuya. Es la seguridad que te causa, quizás, saber que habrá alguien ahí para lo que sea. Dejarte tambalear a la orilla de un acantilado, porque sabes que ahí estarán para atraparte.

Existe un exquisito dolor al estrellarte contra el fondo, y darte cuenta que ahí no había nadie esperándote.




"De verdad tengo que ir?" insistí. Lo único que recibí en respuesta fue un par de ojos queriendo asesinarme, "tú ya has hecho estas cosas!"

"Yo solía comprarle a Marcus" la pelirroja se excusó. Con una escobilla en mano, y un balde entre sus piernas, intentaba sacarle una mancha de aceite a su blusa favorita. Llevábamos así media hora. Ambas rendidas, en la alfombra de su habitación, "pero.." una mueca apareció en su rostro, frotando aún más fuerte, "se fue a vivir a Portland. Ahora me veo obligada a comprarle a Pavlikovsky"

Mi piel se erizó. ¿Pavlikovsky? ¿El mismo Pavlikovsky que yo pensaba?

"Pavlikovsky?" pregunté, sin darme cuenta que lo dije en voz alta. Amanda no hizo más que limitarse a asentir con su cabeza, aún concentrada en la blusa. Podía ver una pequeña gota de sudor deslizarse por su frente, dejando humedad esparcida por el tramo recorrido. Su brazo cada vez ejercía más fuerza, parecía frustrada, "el chico de nuestro grado?" agregué, causando que murmurara un ajá de respuesta.

Por supuesto que sabía quien era Pavlikovsky, pero realmente, sentía miedo. Sabía su nombre, pero no demasiado sobre él. Me atrevería a concluir la frase, diciendo que nadie sabe en verdad mucho de él. Yo no soy nadie para asegurar un prejuicio social de tal grado, pero por lo poco que se dejaba ver, no se veía muy sociable. Tenía una novia, era lo único que sabía. Bueno, muchas novias, pero siempre andaba con la misma chica. Por cierto, igual de intimidante. Creo que su primer nombre era Boris, pero no estaba muy segura.

"Es un puto lío comprarle a ese tipo, te pone mil condiciones" Amanda volvió a retomar la conversación, cuando por fin logró deshacerse de la mancha de aceite que tanto dolor de cabeza le causaba, "además, cobra carísimo" terminó de explicar mientras se levantaba a tender la blusa en su ventana, decorada con un lindo marco color beige. Yo sólo la seguía con la mirada.

"Nadie más vende?" pregunté, en un arranque de inocencia. Ni siquiera sabía que era lo que estábamos buscando, o más bien, ella. Una carcajada se escapó de sus finos labios, haciéndome sentir ridícula.

"Si tan sólo te acostaras con Matthew, el hijo de puta me querría vender las drogas" soltó, en un tono burlesco. No contesté nada, puesto que ya era usual recibir este tipo de comentarios de parte de Amanda.

"No entiendo que tengo que ver yo ahora" protesté, y aunque sus ojos seguían clavados en los míos intentándome hacer entender que todo era mi culpa, intenté desafiarla. Se cruzó de brazos, apoyando su peso en su pierna derecha, aún mirándome, "de verdad, Amanda, tienes que dejar de hacer eso"

"Hacer qué!?" me contestó entremedio de los bufidos que soltaba, "se ha querido acostar contigo desde hace dos años. Perra, es un bien común" ambas reímos, y yo negué con mi cabeza, varias veces. Me levanté para ir donde estaba ella, apoyándome en el marco de la ventana, donde también yacía la blusa. Se podía apreciar la eterna vista de los barrios residenciales de Las Vegas, que también, parecían un mapa sacado del Call of duty.

"No sé que haría sin ti" giré mi cabeza para encontrármela a ella, también apoyada a centímetros de mí.

Mandy era mi mejor amiga desde hace severos años, tantos que ya ni los podía contar. Ambas vivíamos en el mismo barrio, e íbamos a la misma escuela, incluso nuestros padres eran amigos. Tenía la suerte de tener un apoyo incondicional.

𝐝𝐫𝐮𝐠 𝐝𝐞𝐚𝐥𝐞𝐫 ✧ boris pavlikovsky.Where stories live. Discover now