Capítulo 2

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Lo único en lo que podía enfocar mi atención era en la magnífica acústica de mis audífonos. A pesar de que mi preferencia eran los inalámbricos, prefería mantenerme humilde. El endeble cable blanco que traían siempre se enredaba entre mis dedos, o formaba pequeños nudos de los que me era imposible deshacerme. Mientras caminaba sentía como se mecía de un lado a otro, manteniendo el mismo ritmo, a cada paso que daba.

Por alguna razón no me agradaban los nuevos semestres. Siendo honesta, no me agradaba lo nuevo. Lo nuevo, iba felizmente de la mano con los riesgos. Para mí todo eso significa la incertidumbre del peligro, el hecho de cruzar dedos con el corazón en la garganta, esperando que todo salga bien. Todos los nuevos semestres me tocaba caminar por los pasillos, con el alma encasillada y negada a cualquier cambio, esperando que me asignaran a un nuevo marginado para ayudarle a aprobar. Aunque para mí no era difícil enseñar, me molestaba la actitud que podían llegar a tener frente a estas situaciones, donde también se veía considerablemente perjudicado mi tiempo. Por algún motivo, me ví libre de amaestrar este semestre.

Entré por aquellas puertas de vidrio, para darme cuenta que todo seguía en su lugar. Puedo jurar que hasta oí a chicos hablar del mismo chisme que recorría las bocas de todos hace dos meses. Todo se sentía añejo, como si ya todos estuvieran cansados de cambiar. La atmósfera se sentía oxidada, y aunque la había percibido así en múltiples ocasiones, esta vez era distinto. Lo que estábamos enfrentando era el último semestre, la última probada de la secundaria, lo último que nos quedaba para despedirnos de esta etapa. Quizás ya nadie quería hacer el más mínimo esfuerzo por agradar, o por encajar, al fin y al cabo lo que teníamos por delante nada más eran unos pocos meses. Pude sentir como mi corazón se comprimió mientras procesaba los dichos.

Todavía sentía el bajo retumbar en mis oídos, haciendo a mi cabeza seguir el ritmo, como si se trataran de órdenes.

Merodeando por uno de los tantos desérticos pasillos de la escuela, como si se tratara de una coincidencia, mi mirada chocó con uno de los relojes analógicos yaciendo en una de las tantas paredes, justo sobre la millonada de casilleros. Rápidamente me percaté de que estaba a tres minutos del comienzo de mi primer período, Filosofía. Mis pies reaccionaron al mismo tiempo que yo, y dos segundos después, me encontraba corriendo hacia la clase de Mr.Jackson.

Antes de evaluar cualquier cosa, empujé la puerta con histeria. Sin medir mi fuerza, entré casi volando, mis reflejos me salvaron de azotar mi frente contra el suelo. Sentí como la mirada de los veintisiete alumnos se posó sobre mí. El silencio era poderoso, haciéndome débil ante el único adulto presente. Su mirada se posó sobre mí, y seguido de eso el fastidioso sonido del timbre inundó el salón. Jackson me sonrió.

"Estaba en el baño" atiné a excusarme, casi inaudible. Mis manos sudaban, y en respuesta a eso decidí frotarlas contra mi pantalón, en un intento fallido de secarlas.

Ya no me sentía tan acosada con la mirada, calculaba que de los veintisiete, veintidós me seguían inspeccionando.

"Técnicamente no has llegado tarde" respondió con serenidad, indicándome que tomara asiento. Suspiré en el lugar y rápidamente caminé hasta mi puesto de siempre, que por supuesto, todos respetaban.

Una vez ubicada, pude aliviarme. Deslicé mi mochila por mis hombros, y la apoyé en mi regazo, para sacar mi cuaderno de apuntes. Con la mayor discreción que pude, me giré para inspeccionar el salón, descubriendo un par de caras nuevas, lo que me causó intriga. Siendo nuestro último año, raramente admitían nuevo alumnado.

Ignorando mi costumbre de meterme en lo que no me incumbe, intenté volver a enfocarme en lo que sería la clase de Filosofía. Posicioné cada mano a cada extremo de mi cuaderno, esperando que el resto se callara y eventualmente el período comenzara.

𝐝𝐫𝐮𝐠 𝐝𝐞𝐚𝐥𝐞𝐫 ✧ boris pavlikovsky.Onde histórias criam vida. Descubra agora