Capítulo 3

396 37 44
                                    




Una vez más, había sido víctima de un engaño. ¿Quién lo provocó? Yo, y nadie más que yo. Mi mente había ubicado mi punto débil, y seguidamente clavó una estaca en mi espalda. Había sido nada más y nada menos que víctima de mi propia persona. Podría buscar los papeles, y encontrar que bajo el nombre de "víctima" y "victimario" yacía el mismo nombre y apellido.

Una semana había pasado, y la nombradía de Boris no hallaba la salida de mi mente. A cada hora lo recordaba, como si mi vida dependiera de ello. Estaba frustrada, más que ello, estaba simplemente saboreando el fracaso. Había confiado plenamente en mí, estudié mis comportamientos anteriores, y a base de mis deducciones supuse que lo sacaría de mi cabeza. Sin embargo, ahí vive el recuerdo, vivito y coleando.

Varias veces me planteé que quizás era el hecho de que al intentar olvidarme de él, mi concentración por alguna razón volvería a su persona, y jamás se marcharía. Era un círculo vicioso. Te centralizas tanto en olvidarte de algo que inconscientemente te sigues acordando de ello.

Destacar que me lo encontraba en todas partes, en el casino, en el gimnasio, y ahora compartía clases de Filosofía con él. No creía en el destino, siempre he sido una persona científica, pero no podía evitar mirar de reojo la posibilidad. Incluso, hubo un día en el que salía media muerta de Educación Física, sólo para encontrármelo a él apoyado en el capo de un Camaro Chevy. Entre sus blanquecinos y resecos labios, reposaba un cigarrillo. Su mano derecha estaba resguardada en el bolsillo de un oscuro abrigo invernal, y por supuesto, su mirada reposaba en el suelo. Recuerdo que sus abundantes rulos lucían más marcados, juraría que peinados. Lo poco que dejaba ver de piel, resplandecía a la decreciente luz de la tarde. Pálida, fina y tersa.

Y aunque en las múltiples ocasiones que me lo crucé nunca le hablé, por alguna razón sabía que él me veía.

Me ponía celosa como turca. Siempre donde él estaba, estaba yo, y a veces ella. Mis intenciones de querer azotar mi cabeza contra el muro, aumentaron cuando me di cuenta que ni siquiera podía ir al baño tranquilamente. Acababa de terminar mi lección con James, derrotada, casi fatigada de mi día, me dirigí al baño. Llevaba cinco minutos cuando sentí la puerta estrellarse contra la pared, y consecutivamente sintiendo el son de una orquesta de pasos erráticos entrando. Por terror, no salí del baño, pero supuse que nadie más en la escuela blasfemaría en ruso mientras lo hacían con alguien. Con una vena casi sobresaliendo en mi frente, golpeé el basurero, pretendiendo hacerles llegar que no estaban solos. Bastaron un par de segundos para volver a encontrarme sola.

Ahora, centenares de pensamientos me enjuiciaban íntimamente. No había ningún final en el que terminara olvidándome de él.

El sonido de la ducha encendiendo me relajó, agradeciendo que estaba sola en casa. Sin apuro, fui retirando cada prenda de mi cuerpo, hasta quedar despojada. Cada centímetro de mi piel reaccionó al vapor tibio del agua chocando contra mis poros, subiendo la temperatura ambiental. Posé mi pie izquierdo delicadamente dentro de la ducha, para luego entrar en su totalidad mi cuerpo. Dejé que el agua se deslizara por cada curva, cerrando mis ojos e imaginándome la infinidad de escenarios que se me antojaba. Eché mi cabeza hacia atrás, desenredando mi cabello entre mis dedos, y a su misma vez retirando de mi frente aquellos que caían sobre ella.

A veces, sólo a veces, deseaba que mis manos fueran las de otra persona. A veces quería imaginarme una vida fundida en la desastrosa experiencia del amor. Que alguien moldeara sus manos en mi cintura, apegándome a su cuerpo, bajo la cálida lluvia artificial. Quería sentir los besos húmedos. Vivir la euforia palpitando en mis venas, las mariposas brotando en mi estómago, la inmersa seguridad que me brindaba otro cuerpo igual que el mío. Vulnerable, bajo las gotas explorando cada rincón de tu anatomía. Quizás sentir el placer de algo más que una ducha compartida.

𝐝𝐫𝐮𝐠 𝐝𝐞𝐚𝐥𝐞𝐫 ✧ boris pavlikovsky.Where stories live. Discover now