Diecinueve

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Al llegara la pastelería, la mantuvieron cerrada mientras se internaban en la parte de atrás. Joaquín se puso un delantal y comenzó asacar los ingredientes que necesitan ya pasárselos a Emilio que, a su vez, los dejaba sobre la encimera. 

—Me gustaría hacer un estudio de tu empresa. De hecho, ya tengo algunos detalles apuntados en el móvil ... Podría serte de ayuda saber qué haces mal y cómo podemos potenciar lo positivo.  

Joaquín lo miró en silencio. 

—¿Por qué ibas a saber hacer algo así? 

—Estudié marketing y publicidad en la universidad. Creí que lo sabrías, después de que averiguaste ... —hizo una pausa— lo de la lesión y, bueno, todo lo demás. —Se rascó la barbilla con cierta incomodidad. — ¿Te gusta la idea? 

—¿Crees de verdad que podrías ayudarme? 

—Puedo intentarlo. Mi amigo Jason tiene una inmobiliaria. La cuestión es que al principio costó que despegase, así que lo ayudé en lo que pude. No es que él no supiese hacerlo, pero a veces cuando estás muy metido en algo puedes perder la perspectiva. Las cosas siempre se ven más claras desde fuera. 

—Suena lógico. 

—Y necesitaría ver las cuentas de la pastelería. 

—De acuerdo. 

Joaquín tenía las manos manchadas de harina e intentó inútilmente apartarse con el dorso del brazo un mechón de cabello que había puesto al frente. Emilio acortó la distancia que los separaba y se lo aparto con cuidado. Estaban tan cerca que Joaquín podía escuchar la respiración pausada de Emilio y percibir su aroma.

—¿Sirve también como disculpa por lo del otro día? Tú ibas a darme una sorpresa y yo te grité, y me hace sentir como la mierda. De verdad que lo siento. Somos amigos. Quiero que sigamos siéndolo ... 

—Hace días que te perdoné, Emilio. Y no es necesario que te preocupes por las cuentas de la pastelería. 

—No, no, joder. Cuando me vaya, me quedaré más tranquilo si se que todo marcha bien por aquí —admitió—. ¿Tienes una mano las cuentas? 

—Una parte. Lo demás está en casa. 

—Dame lo que tengas —Mientras Joaquín sacaba del armario una carpeta, él metió el dedo en el chocolate y se lo llevó a la boca—. Iré a la cafetería para trabajar en ello. Volveré para comer.

Salió de allí y avanzó por Newhapton con gesto pensativo, saludando a los vecinos que se cruzaban en su camino. Empezaba a conocer cada rincón de aquellas calles laberínticas ya estar familiarizado con los rostros de la mayoría. 

 Ya en la cafetería, pidió un revuelto de huevos con beicon y se sentó en la mesa junto al ventanal que solía ocupar. Abrió la carpeta de las cuentas y comenzó a estudiar el historial administrativo. Los ingresos cubrían poco más que el alquiler y el pago a los proveedores; era evidente que esas horas extras en el club a Joaquín le daban un respiro para no ir tan al límite. 

Pasados ​​diez minutos, ya había encontrado dos fallos en las cuentas. Podía deducirse que estaba pagando algunos servicios a la gestoría que no requería. Emilio tenía más claro algunos de los principales problemas de la pastelería. 

Reviso su móvil mientras engullía los huevos revueltos. Tenía correos. Los ignoró todos. También evitó meterse en ninguna red social (era sorprendente lo poco que ahora las echaba de menos) y se limitó a mirarla aplicación del chat. Había un mensaje de Ángel. 

«Espero que se te haya pasado el mal humor. ¿Cuándo vuelves, Emilio? Sabes que odio estar solo. Conocí a un tipo hace un par de días, pero no es tan divertido como tú. Te echo de menos. »

Para Quedarme- Emiliaco (Terminada)Where stories live. Discover now