Veinte

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—¡Viejo chiflado! 

—¡Emilio! No digas eso. William es un buen tipo. Muy simpático y dulce.

—¿Estamos hablando del mismo anciano? A mí ni siquiera me ha dicho que se llamaba William. Me pidió queme dirigiese a él como «señor Trent». 

Joaquín sonrió cuando se aseguró de que se había marchado al comedor, todavía sin dejar de darle queja como un niño. 

Estaba contento porque el padre de Javier había ejercido con él algún tipo de terapia; le daba igual si había sido demasiado rudo (lo conocía bien y solía ser exigente, pero no le apetecía darle la razón).  

Se sentaron en la alfombra para cenar.

—Bueno, recuerda que mañana tenemos una cita. 

Joaquín notó su estómago sacudirse. El tenedor osciló entre sus dedos cuando se giró sorprendido hacia él. 

—¿Una cita? 

—Te dije que hablaríamos sobre la gestión de la pastelería. 

—¡Ah, claro! —Exclamó nervioso—. ¿Qué te parece si ponemos el despertador tres horas más tarde y hacemos algo consistente para desayunar? Antes de cerrar ya he puesto un cartelito avisando de que estaría cerrado por descanso del personal ... 

Emilio lo miró fijamente. 

—Joder, a veces entiendo por qué me casé contigo.

—Va a empezar la película, chsss. 




Joaquín se despertó de buen humor. Ahora que Lily estaba en el club y él solo iba como refuerzo algún día, empezaba a ser consciente de lo agradable que era no vivir tan atareado. Además, Emilio se había encargado de reparar desperfectos de la casa que él siempre dejaba de último en su lista de cosas por hacer.

Aquella mañana el tentador aroma de la cocina lo ayudó a levantarse y dirigirse hasta la cocina, donde Emilio estaba encargándose del desayuno. Lo miró por encima del hombro al percatarse de su presencia. 

—¡Buenos días! ¿Por qué estás descalzo? 

—Ya casi no hace frío. —Joaquín se acercó hasta donde él estaba y apoyó una mano en su hombro con confianza para ver la comida—. Se ve bien. 

—Te vas a resfriar. 

Emilio negó con la cabeza e intentó ignorar lo agradable que era estar allí, con la mano de Joaquín rozándole el hombro mientras robaba descaradamente un bocado de huevos revueltos. Lo vio masticar y sonreír. Vestía unos pantalones de algodón y un suéter que le quedaba enorme, pero se veía relajado. Y a Emilio le gustaba que verlo así; despreocupado, tranquilo, en casa, precioso. 

—He llegado fácilmente a la conclusión de que todas nuestras mañanas deberían ser así. Levantarnos tarde, desayunar, dar un paseo ... 

—... vivir del aire, comer insectos ... Hakuna matata. 

—Tomar un café en la terraza de atrás. Nunca la usamos. 

—Si quieres, podemos comer ahí. Hace buen tiempo. 

Era verdad; el día era luminoso y con cierto toque primaveral. Salieron a la terraza y se acomodaron sobre los múltiples cojines que había en el suelo. 

—Tenemos bastante trabajo por delante en la pastelería —comenzó a decir Emilio, tras dejar sendos platos sobre la mesita. -. Para empezar, me gustaría que me dejases ocuparme de las cuentas durante un tiempo. 

Para Quedarme- Emiliaco (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora