Dos

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Se abrazo así mismo.
Tenía los ojos enrojecidos.

-Tienes que entenderlo, Joaquín.

-Prometiste que te quedarías.

-¿Que me quede?- pregunto indignado- ¿Crees que me he esforzado tanto para quedarme en este pueblo que no lo ubica ni un mapa?- Lo miro furioso- No voy a quedarme, tengo planes.

-¡No pensé que yo fuera un impedimento para tu brillante futuro!- le grito poniéndose frente a él- se suponía que también teníamos planes.

Daniel se frotó la barbilla, irritado.

-Pensé que eras más listo- No, no, no, esto no estaba pasando, Joaquín estaba harto que lo llamaran tonto- ¿Pensabas que seguiríamos juntos cuando me fuera a la universidad? Son cinco años. O más si consigo entrar en medicina.

-¿Entonces que soy para ti?- Ni siquiera reconocía su propia voz, extrañamente temblorosa.

Daniel pareció calmarse durante unos segundos. Inspiró hondo, bajó la vista al suelo y luego la alzó despacio hasta él. Había confusión en su mirada; rabia, pero también algo de tristeza. Joaquin odió profundamente su compasión, porque no era un sentimiento solidario, no, en realidad sus ojos tan solo reflejaban lástima, como cuando vas conduciendo y sientes pena al ver en el arcén a un animal herido, pero no paras el coche y sigues conduciendo sin mirar atrás.

—Eso es exactamente lo que intento decirte —susurró—. Te quiero, Joaquin. Te quiero de verdad. Pero no encajas en mi vida, no encajas en lo que quiero conseguir. Pretendo ser alguien importante. Ojalá las cosas fuesen diferentes, pero era evidente desde el principio que lo nuestro no sería algo a largo plazo.

Joaquín sintió sus pulsaciones dispararse. Más y más rápido. Estaba fuera de sí. Su mundo desmoronándose a pedazos a su alrededor como si todos los besos y las caricias se hubiesen sostenido sobre unos cimientos de plastilina. Y ahora todo se caía y él no sabía cómo pararlo.

Se limpió las lágrimas con torpeza.

—¿Sabes? Está bien. No me importa. ¡No me importa no encajar en tu dichosa vida perfecta! Yo tengo mis propios sueños. ¡Puedes irte al infierno!

—¿Tus sueños? ¿Qué sueños? — Daniel bufó.

—Montar la pastelería.

Él rio sin ningún tipo de humor.

—Yo quiero ser médico. Tú quieres ser pastelera. Yo pretendo salvar vidas. Tú pretendes que la masa no te quede muy seca. ¿Notas la diferencia? —ironizó—. Solo confirmas lo que ya sabía, eres un niño inmaduro.

No fui consiente de cuando mi mano impactó con su mejilla.

Esa fue la última vez que recuerda haber hablado con Daniel Dune.

➿➿

Fue un funeral íntimo y rápido. Solo un par de amigos del señor Bondoni con los que pescaba un fin de semana de cada fin de mes, Linda, Azul y el novio de Azul, Javier.

Y Joaquín no podía entender. No podía entender como todos pasaban por su vida como un parpadeo. Se iban sin más, sin tanta despedida, como si nunca hubieran estado. Nadie parecía querer quedarse en su vida más de lo necesario.

Pero Joaquín era bueno para las despedidas y eso que apenas había cumplido veintiuno Lo difícil es relativo.

Lo difícil en este momento era derramar una lágrima. No las tenía. Parecía justo, ya había derramado muchas lágrimas a causa de ese hombre.

La mañana siguiente al funeral, Joaquin se reunió con el abogado de su padre en el diminuto despacho que este poseía en el ala este del Ayuntamiento de Newhapton. Se sentó después de tenderle la mano y aceptar sus condolencias. El abogado, que se llamaba William Padilla, apartó algunos papeles de la abarrotada mesa antes de abrir el testamento de su padre.

—Joven Bondoni, usted es el único heredero. - Joaquín asintió con la cabeza—. Sin embargo, no sé si estará al corriente de que al hacer el testamento su padre puso unas condiciones un tanto... especiales.

Él frunció el ceño.

—No, nunca me dijo nada. ¿De qué condiciones estamos hablando?

El abogado cogió las gafas que descansaban sobre el escritorio y se las puso antes de trazar con el dedo índice las líneas del documento que empezó a leer en voz alta:

—<Yo, Uberto Bondoni, en plena posesión de todas mis facultades, declaro que, solo y exclusivamente en el caso de que mi hijo contraiga matrimonio, podrá disponer de la herencia estipulada>- Se aclaró la garganta y continuó- Ademas, acordamos una cláusula especial para evitar cualquier tipo de fraude que se resume en que, suponiendo que mañana contrajese matrimonio y recibiese el dinero, no podría solicitar el divorcio hasta dos años después. De lo contrario, deberá devolver el dinero, y que por deseos de su padre, se donaría a fondos públicos del pueblo.

Joaquín enmudeció e intentó asimilar la noticia.

Incluso después de fallecer, su padre seguía ejerciendo control sobre él. Claro, daba por hecho que era un tonto inútil que no podría manejar la herencia por mi mismo, ademas no me creía capaz de mantener a alguien a mi lado, por eso la cláusula de fraude.

Esto debía ser una broma.

-¿Son legales esas condiciones? Acabo de cumplir veintiuno. Puedo administrar perfectamente mi dinero ¿Que sentido tiene? Es el siglo XXI.

Joaquín se levantó bruscamente, ¡era ridículo!

Había cuidado de él en su lecho de muerte. Había aguantado a ese hombre y a sus comentarios hirientes durante toda su vida. Lo había respetado a él y a sus normas estupidas. Se había quedado en ese pueblo de diminuto pueblo por él, ni siquiera consideró ir a la universidad. Incluso perdió aquella oportunidad de asistir a un curso de repostería en el pueblo de al lado.

-Le puedo asegurar que el testamento es legal- insistió- Lamentó los inconvenientes que pueda causarle, pero es mi responsabilidad asegurarme que se cumplan los deseos de mis clientes.

-¡Que estupidez! ¿Qué pasa si no quiero casarme nunca? Tengo derecho a decidir.

-Claro que puede decidir, pero como ya le expliqué, en ese caso, el dinero pasa a manos del pueblo...

-Ya, ya entendí- lo corto- Y digamos, en el hipotético caso que me tropezara con el amor de mi vida y decidiera casarme ¿solo bastará con presentar el certificado de matrimonio?

-Exacto.

—¿Y qué ocurrirá con la casa? ¿Es ahora propiedad del banco?

—La vivienda le pertenece a usted. Sin embargo, a menos que contraiga matrimonio, no podrá venderla y, por tanto, disponer del beneficio correspondiente.

—¿Eso es todo?

—En principio, creo que sí.

Necesitaba salir y respirar aire fresco.

—Una cosa más, ¿puede decirme qué cantidad de dinero me dejó?

—Por supuesto. Perdone, pensé que lo sabría.

—Como ve, la comunicación con mi padre no era demasiado fluida.

—Sí, ya veo, hum... —Fue hasta la última página—. El señor Bondoni le deja a usted 20.700 dólares, más la casa y acciones de la tabacalera valoradas, a día de hoy, en 8.500 dólares.

Era casi lo que necesitaba para hacer realidad su sueño. Llevaba trabajando desde los dieciocho en un pub del pueblo, propiedad de Javier Carranza, el chico con el que salía su mejor amiga. Gracias a esa estabilidad laboral, había conseguido unos cuantos ahorros que guardaba con recelo.

Lo tenía todo planeado. Habría una pastelería en Newhapton y sería diferente a todas las que ya había en el pueblo.

Había estado tan cerca de conseguirlo...

Para Quedarme- Emiliaco (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora