Veinticuatro

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Aquel cumpleaños era más ostentoso que una boda real. Todos aparentaban tener una vida perfecta; con sus trajes y vestidos de diseño. 

La pequeña mesa sobre la que Joaquín iba preparando las bandejas de pastelitos y bombones estaba ubicada en uno de los extremos del enorme jardín. Habían contratado a varios camareros que iban recorriendo el lugar para ofrecer el catering. 

Micaela Dune le había dirigido una mirada glacial nada más llegar y, sin dignarse a saludarlo primero, le había indicado la mesa sobre la que debía realizar su trabajo. En cierto momento de la noche, cuando todas esas mujeres habían empezado a mirarlo de reojo ya cuchichear por lo bajo, se había arrepentido de aceptar el encargo. 

—¿Todo bien? Si necesitas algo... —Daniel lo miró con cierta inseguridad mientras aferraba una copa de champán. 

—Sin problemas —contestó—. Ten, ya está lista —añadió, dirigiéndose a uno de los camareros, tendiéndole la bandeja que acababa de preparar. Después volvió a mirar a Daniel, que seguía allí plantado—. Disfruta de la fiesta. Estoy perfectamente. 

Se removió incómodo, pero no se marchó. 

—Me aseguré de que mi madre mantuviese la boca cerrada —anunció — .No habrá intentando incordiarte, ¿no? 

—No, no lo ha hecho, ha estado ocupada asesinándome con la mirada —bromeó y colocó con cuidado uno de los bombones en la siguiente bandeja.  

—¿Crees que podremos hablar luego, cuando termines?

—¿Hablar de qué? 

Joaquín levantó la mirada hacia él y rápidamente distinguió tras su figura que varias personas los miraban con interés.  

—De todo, Joaquín. 

—Es mejor dejar las cosas como están. 

Daniel pareció sopesar sus palabras antes de respirar hondo. 

—Ese chico ... ese ... 

—¿Emilio? 

—Si. He oído que se casaron hace unos años y que él regresó hace un mes del ejército —dijo—. Y quiero que sepas que me alegro por ti. De verdad. Fui un imbécil al dejarte escapar. 

Joaquín se mordió la lengua, pero no lo corrigió. Ya imaginaba que en Newhapton habrían inventado un montón de historias sobre Emilio.  

¿Y qué demonios significaba eso de «fui un imbécil al dejarte escapar», eh? No lo había dejado escapar, lo había obligado a alejarse sin darle otra opción, que era muy diferente. 

Lo miró de reojo. Todavía sintió su cuerpo encogerse ante su presencia, pero no estaba seguro de si era debido a la decepción y la rabia o al hecho de que los recuerdos a veces lo aplastaban todo a su paso y él había sido la única persona que lo había tocado. 

—¡Eh, Dani! ¡Aquí estás! 

Uno de sus amigos apareció por detrás y le rodeó el cuello mientras reía. No se molestó en saludar a Joaquín, a pesar de que se habían conocido en el pasado.  

—¿Cómo vas, Marcos? —Preguntó Daniel sin ganas.

—Chico, ¿por qué no vienes allí con los demás? Vamos, diviértete un poco. 

—Ahora iré. 

—No tardes. 

Marcos se alejó tambaleándose un poco sobre el césped del jardín y Daniel tardó una eternidad en volver a hablar, después de acabar el champán de su copa de un solo trago con cierta brusquedad. 

Para Quedarme- Emiliaco (Terminada)Where stories live. Discover now