Capítulo 12

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Capítulo XII
El jinete de
la muerte

Capítulo XIIEl jinete de la muerte

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El engaño es una de las cosas más repugnantes en esta tierra, el engaño era para el guardián lo único que lo impulsaría a dejar la vida que tanto le desagrada

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El engaño es una de las cosas más repugnantes en esta tierra, el engaño era para el guardián lo único que lo impulsaría a dejar la vida que tanto le desagrada.
Aún era joven cuando pasó, pues siempre fue joven de aspecto pero su alma no tenía mucho tiempo en la tierra y él aún no habría cometido su mayor falta.
Se llamaba Kabe, los pueblos hablaban de él bajo ese nombre como uno de los jinetes de las muertes, el guardián de las almas.

En Eredia el cielo estaba rojo, el viento rugia con ferocidad.

Y Kabe llevaba las riendas de un formidable caballo, del cual el Gran Libro elogiaba por su agilidad para no ser escuchado al pasar.

La bestia iba cabizbaja por entre las raíces y por las piedras del río sin que sus cascos sonarán.

Habría sido una catástrofe creer que ambos iban a desaparecer en tan poco tiempo, porque nadie volvería a hablar de ellos públicamente, por temor.
En aquel momento, tan solo se trataba de una locura no dicha.

No obstante, nada era tan extraño como pensar que los dioses podrian desaparecer de la tierra. Aquellos seres inmortales y poderosos ¿cómo podrían hacer tal cosa? aquella idea sí que era inverosímil.
Era tan inadecuado pensar en eso, como creer que se puede dejar amar a quien ha muerto.

Es absurdo e inconcebible.

Pero está historia no se trata de las imposibilidad.

El corcel se detuvo justo a la mitad del camino dorado, al momento que
atardecia, afortunadamente el sol ya no daba de frente.
Estaban en primavera en esa época del año, sin dudas era la mejor fecha del año para caminar por Eredia.
El viento soplaba agradable, la vegetación crecía sin medidas y el sol siempre era azul.

Quedándose quiero, Kabe pudo escuchar el ulular del viento.
Los vellos en el cuello se le pusieron de punta, pues helaba muchísimo como dos dedos que han pasado por el frío, además aquel sonaba como un grito ahogado. Pronto opacado.

El viento nada más anunciaba la desgracia en su canto.

La desgracia concurrida en el valle.

-Continuaré desde acá-anunció Kabe antes de que la oscuridad entrará. Como hacía de costumbre le habló al animal, privandose con esta, haciendo así, susurrandole en cercanía a las orejas.
El caballo se disgustó.
Soltó un bufido oponiéndose a dejarlo ahí, varado.
Kabe no dio su brazo a torcer—Iré Solo-aclaró con voz imponente- tú te quedarás a esperar a las muertes, Ixil.

Esdesth y los dioses perdidos  [En curso] Место, где живут истории. Откройте их для себя