Capítulo 9

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Capítulo IX
Retorno a lo
desconocido

Inquieta Samantha anduvo por Armelia por una posible última vez, con cariño vio a la la durmiente ciudad en toda su plenitud, entre el dominio del cielo: coloreada de tonos en rosa, violeta y celeste pastel

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Inquieta Samantha anduvo por Armelia por una posible última vez, con cariño vio a la la durmiente ciudad en toda su plenitud, entre el dominio del cielo: coloreada de tonos en rosa, violeta y celeste pastel.
Quienes llenaban el mundo eran los adoquines, quienes adormitados pasaban las calles hacia la estación para el momento de volver a casa, sin ni un interés en nadie más.
Los veía pasar sentada en una baca y cuánto deseaba Samantha poder hablar en aquel momento, contarle a cualquiera que osadamente cruzaría mares y valles por encontrar lo que un día la ciudad se tragó y jamás devolvió.

Cuanta era la gana que la llenaba de parar a un desconocido para hacerle oír sus preocupaciones.
Estaba asustada, muchísimo más de lo que admitía, ya se había comido las uñas de la mano izquierda y miraba tentativamente la otra.
No había elegancia en su andar cuando dejó la banca y compró el ticket, sentía y había la premonición de que algo terrible iba a pasar allá. Sabía muy bien cuando temblando recogió el ticket, que lo que haría en el lejano lugar, le cambiaría por completo.
"Podría  abandonar" sugería su miedo.
Y de momentos se recordaba los motivos de tanta locura, necesitaba más allá de encontrar a Ñarot saber, saber porqué  había estado ocultado su origen.

Necesitaba la verdad con desesperación.
Sobre aquella Eredia anhelada.

Había idealizado tanto el término "otro mundo" que ahora involucrar  la hambruna de información, parecía irreal, más irreal que la idea de un mundo maravilloso.

Ahora era tan solo un lugar.

Uno más de los
lugares para morir.

...

Samantha eligió el último lugar del largo pasillo repleto de asientos, había escogido por por instinto porque su familia acostumbraba a escoger la parte final del tren, ellos, para proteger el deteriorado de sus cuerpos y ella para poder estar a solas consigo misma.

En el pasillo había mucha gente, cada uno en su asunto y varios de los asientos ocupados ya.
El ambiente olía a cafeína y tabaco, no a orines y pobreza como hacia años lo había hecho un viejo vagón.
S

amantha se cruzo de piernas y empezó a morderse las uñas de la mano derecha, iban a ser mucha la  espera ahí sentada en un viejo colchón, para llegar   a Champ se necesitaban dos horas viaje largo.

La mayoría durmieeon por un cuarto de hora, Samantha por
el tiempo de sobra sacó su libreta de pasta desgastada del bolsillo y olfateo el perfume en las hojas:
lirios.
Después garabateo letras feas en manera de reconcilio con la escritura y cuando se esforzó (sí, por primera) tan solo fue posible extraer cuatro palabras del lápiz azul entre sus dedos y lo agitó por si estaba defectuoso.

Esdesth y los dioses perdidos  [En curso] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora