Capítulo 1: los barriletes gigantes

244 40 49
                                    


Ante el regazo de la ciudad, los muros se alzaban solemnes y resistentes, como toda ciudad antigua.
La alegría invadía el aire, hacia un clima perfecto para la época en Armelia y su familia estaba reunida como nunca lo habían hecho.
Samantha Carrigton se apartó los rizos del rostro que se le habían pegado debido a las babas que habían dejado el sueño profundo que había dado en todo el camino, con los ojos hinchados se giró hacia el pecoso rostro de su hermana.
A quien lo menos que se le notaba era la emoción.
-¿Te pasa algo?-le preguntó Samantha observando esa expresión neutral que su hermana ponía cuando algo le preocupaba.
Ñarot, siempre era muy reservada con todas sus cosas, lo sabia, pero esperaba ver una sonrisa en lugar de sus pequeños labios fruncidos, llevaban planeando ese viaje juntas desde el año pasado.
De inmediato, como si algo se hubiera encendido y activado dentro de Ñarot, una sonrisa se instalo en su rostro, borrando todo rastro de preocupación.
-No es nada-aseguró Ñarot tocando el brazo de su hermana con calidez-Es solo que esto sus muros son intimidantes ¿no crees dormilona?
Samantha aparto el brazo de la chica y soltó una risilla
-No dormía, descansaba la vista de ti-aseguró con un toque de ironía, mientras echaba un vistazo hacia adelante a través de la ventanilla.
En serio los trifoliares acerca de la ciudad no habían estado exagerando, Armelia tenia unos gigantescos muros. Costaba pensar que algo pudiera derribarlos, después de todo ya habían pasado cien años en ese sitio, era imposible que cayeran.
Con la cabeza Ñarot le hizo señas para que la siguiera, con intención de bajar del carro.
Sam recogió todas sus cosas que consistían en una pequeña mochila, repleta de sus pertenencias hasta el tope.
Pero al intentar salir su hermana seguía obstucalizando el camino hacia la salida. Le dio un empujoncito para que se moviera. Aún así, Ñarot no lograba librar El Paso.
-Ten paciencia, estoy intentando liberar mi abrigo, que se ha quedado atorado desde que nos subimos. Dios.
Samanatha se inclino hacia ella y observo como efectivamente su abrigo estaba atorado en la esquina de la puerta, y tiro de él sin ser tan brusca para romperlo.
Un "crack" de la tela sonó como la victoria y antes que su hermana bajara de reojo Sam noto como unos rojizos moretones pasaban por debajo de sus medias, y sin poder estudiarlos la chica se le escapó.
En el estacionamiento estudio a su hermana en busca de otros golpes y heridas.
Antes de poder preguntarle, la puerta delantera del auto la golpeó en el codo, bruscamente.
Instintivamente retrocedió por el dolor y sobo su brazo adolorido.
De los asientos delanteros bajó su madre con un cigarrillo en la mano, como siempre luciendo sus habituales gafas negras para ocultar las arrugas bajo sus ojos.
Toda madre se disculparía, no obstante ella no era como toda madre y casi sonriendo vio a su hija menor y luego echó un vistazo hacia al interior del auto.
Al mismo tiempo su esposo, de altura extraordinaria, bajo sin hacer ningún ruido.
-James-exclamó la señora con una sonrisa burlona al ver a su marido y echó una bocanada de humo sobre sus dos hijas. Ambas que ya estaban acostumbradas y se ahorraron el toser.
Su madre una mirada despectiva cuando se trataba de verlas a ellas dos y su padre, bueno, él las veía de peor manera. Las veía sin mostrar ninguna expresión, y eso era más que nada, un castigo.
— Les encantará. –dijo su hermana, rompiendo el hielo.
-Claro, sera divertido-añadió Marga antes de escupir el suelo.
———————————————————————————————————————————————————
No les habia costado que los dejaran entrar, pues ambas hermanas habían planeado meticulosamente todo el viaje de vacaciones y tenían listos sus pasaportes. Además, su familia habia vivido ahi antes y eso parecía haber servido para ingresar al sitio.
Tal parecía, habían llegado temprano para las celebraciones, pues las calles aun se encontraban desérticas, en comparación a un día de festejo.
A orillas del puente que cruzaba la muralla, vieron a ancianos y adultos ya instalados en su puestos de venta.
Mientras la familia Carrigton caminaba por el sendero hacia la ciudad, los vendedores no paraban de ofrecerles diversos productos y comida.
Un anciano, que vendía decoraciones empastadas de barriletes pintados a mano y grabaciones con el nombre de la ciudad llamo a Samantha con un gesto de mano. Por un instante se aparto de su familia y quedándose hasta atrás se acerco al puesto del señor.
-No gracias, no me interesa comprar-dijo Sam intentando sonar lo menos cruda posible, no tenia nada de efectivo de cualquier forma.
El señor pareció no entender y le señaló las vasijas pintadas que tenia regadas sobre una lona en el suelo.
Todo parecía estar pintado a a mano, se notaba, el señor parecía haberlas pintado todas a mano. Era fácil de deducir, dado que ninguna era exactamente igual.
El señor levanto con sus manos temblorosas un jarrón y se lo entrego en sus manos. Ella lo aprecio, la pintura mostraba a 22 bailarinas al rededor del fuego, todas vestidas con vestidos blancos y sueltos, incluso con un tipo de transparencia. Detrás de ellas, el fuego parecía resplandecer y las bailarinas parecían que iban a quemarse. Por un segundo, pudo ver a las muchachas moverse y sintió que el barro quemaba sus manos. Sam gritó y soltó el jarrón de inmediato.
Al llegar al suelo el barro se hizo añicos. Sam levanto sus manos y vio quemaduras graves.
-Pero ¿qué?-expresó horrorizada.
El anciano, que debido a su nula expresión verbal, dedució era sordo y mudo, solo frunció el ceño.
-Vaya, ya estas dejando huella-Hablo una voz tras ella.
Al girarse, vio a una muy apenada version de su hermana, sacando unos billetes de su monedero y entegandoselas al anciano de inmediato. Las manos sucias del señor arrebataron el dinero con rapidez, como si temiera perderlo.
Ñarot la jalo del brazo, con avidez y la arrastró mientras caminaban. Quien enseguida, empezó a reprimirla, diciéndole que debía prestar más cuidado a sus acciones, que no podia ir por la vida con la mente en el cielo. O bueno, eso fue lo que escucho, antes de seguir concentrada en lo que había pasado.
Cada cierto tiempo debía revisar el estado de sus manos, para creer que fuera real. ¿Era real o no? Debido a que el dolor seguía en su piel, dedujo que sí, aunque sin dudar el dolor se habia ido reduciendo gradualmente. De nuevo volteo hacia atrás y vio al señor alejándose entre la multitud que se habia ido formando. No tenia sentido, ¿por qué el alguien le daría algo así a un desconocido? Que no conociera los efectos de su creacion podría ser la única razón. Igual algo así, no era común que un objeto te quemara.
Sintió como habían dejado de moverse, vio a su hermana observándola. Ya le habia soltado el brazo
-Entonces-repitió Ñarot alzando la voz, mostrando el semblante calmado, su voz ya se habia reducido a su tono normal. La chica tenia colgado el bolso en el brazo derecho y con la otra mano estaba rebuscando algo en el fondo de su bolsa, hasta que dio con eso y extendió un pedazo de papel hacia la mano de Samantha-Sam, nos veremos al mediodía en el hotel, nuestros padres ya estarán ahí para recibirte, sabes que no les gusta el contacto físico con los demás, así que por favor no intentes que salgan.
Sam contemplo el retazo de papel y leyó con claridad la dirección del lugar. No le gustaba lo que estaba sucediendo. Habían acordado que verían las atracciones juntas, y ahora solo se desligaba de ella.
Ñarot lucia levemente nerviosa y apurada.
-Tienes planes- le dijo Sam, e intercambio miradas con su hermana. Tenia la misma mirada de culpabilidad que habia tenido desde hacia nueve años atrás. Sam continuo hablando, elevandola voz-Por eso insististe tanto en venir aquí, porque tenias algo que hacer. De nuevo lo haces Ñarot, vuelves a dejarme con papá y mamá.
-Te prometo que es algo muy importante-dijo defendiéndose-De verdad, antes de esta mañana no sabia que debía atender un viejo asunto.
Ñarot dio vueltas antes de sentarse en una banca a la orilla del puente. En sus ojos Sam notó tedio.
No era que notaba seguido, pero sentada ahí vio su cabello despeinadas y esas ojeras tan oscuras que solo ocultaban el verde de sus ojos. Siempre habia envidiado ese color cuando era niña y oía a su madre decir que la quería más a ella, siempre habia deseado en el fondo de su ser, ser la mayor y ser tan increíble sin esforzarse por serlo.
Sin embargo, ahora solo podia ver el deterioro que le habia causado ser la mayor y por ende, la encargada de todo el control en casa.
Sam respiro exasperada, de verdad intento buscar dentro de sí la decepción, pero solo encontró piedad.

-Solo quiero saber de que se trata-pidió Sam, al tiempo que recostaba la espalda en la baranda del puente, dando la espalda al azul del lago.
-Es una locura, la verdad, sabes que los rumores se corren rápido por aquí ¿no?-explicó mientras dirigía la mirada hacia unas personas que nadaban cerca de la orilla-Desde que reservamos aquí un viejo conocido se enteró y consiguió el número de casa, no tengo idea cómo, y me comunico que bueno, papá seguía debiéndole dinero al bar de los años en la que aún bebía. Eso es todo.
Sam analizo su rostro en busca de mentiras, pero permaneció inmutable.
-¿Sin trampas?-preguntó arqueando las cejas.
-Sin trampas-aseguró con solenmilidad Ñarot-Tengo que saldar la deuda o vendrá a vernos al hotel y sabes que bueno, papá es algo violento cuando quiere.
Bueno, su padre de verdad habia sido un gran acoholico en el pasado, por lo que no sonaba como un disparate.
Y con lo segundo, solo había oído rumores sobre el manejo de la ira de su padre, según toda la gente en el pueblito donde vivían comentaban que su madre había servido como su saco de boxeo años atrás. Podía ser cierto, aunque desde que tenia memoria su padre solo era un señor reservado y mamá no parecía como alguien a quien le puedes poner un dedo encima.
-Esta bien, ve a arreglarlo.
Su hermana se puso de pie y la apretó entre sus brazos, también le correspondió.
Ambas caminaron en la orilla del barandal sujetadas del brazo, mientras le explico que podría pedir una guía turística en la caseta al final del puente. No tenia tanto miedo a perderse, pero acordó que buscaría la guía, así podría explorar la ciudad.
Al llegar a la caseta, se separaron y poco a poco perdió de vista a su hermana, mientras se alejaba por una calle arriba.






 Al llegar a la caseta, se separaron y poco a poco perdió de vista a su hermana, mientras se alejaba por una calle arriba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Esdesth y los dioses perdidos  [En curso] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora