Capítulo 7

56 13 19
                                    

Capítulo VII
El
complemento

Capítulo VIIEl complemento

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Capítulo Uno.
-Quienes no eran ni dioses ni humanos nacían como Uls eccelles/doncellas de los divinos. El destino de estas criaturas era elegido al ser bendecidos y reclamados de manera inmediata, es decir, que el dios que besase antes la frente del bebé era dueño de su destino.
Según antiguos t'eris/textos, en tiempos de la creación el mundo no tenía vegetación, y aunque a  los dioses les fuera prescindible, sus creaciones morían de hambre muy pronto.
Dado a la naturalidad de las muertes de sus creaciones, una de las diosas piadosas lloró eternos siglos, hasta que debido a su  llanto, la diosa Usuclari (de quien nacían las criaturas) trajo a la vida a una doncella a través de sus lágrimas -relató Ñarot recostada sobre la butaca en el centro de la habitación de Samantha. La joven contaba mientras balanceaba los pies en el aire, sin parar.
Samantha tenía diez años en aquel entonces, escuchaba atenta en la orilla de la cama mientras enredaba los mechones rizados en su dedos.
Ñarot continuó, sonando cada vez más enigmática:

«Entonces nació la Ul eccelle de la vegetación, asimismo fue que por cada necesidad iba naciendo una una doncella y cada uno de los nacimientos eran celebrados con una festividad en la rueda del año. Así podemos mencionar a Gûcel, la fiesta equivalente al nacimiento de la primera doncella, en la que celebramos la apertura de la primavera.
En dicha fecha se entregan los mejores cultivos que el otoño nos deja y al final del día se culmina con una de las danzas ceremoniales (otorgada a cada ser místico) llevada a cabo siempre alrededor de los fuegos sagrados, los cuales se acostumbra sean encendidos por el más viejo y el más joven de cada comunidad.»
Samantha se quedó boquiabierta mientras escuchaba el relato, no se movía mientras Ñarot hacía ademanes al leer.
«Ellas existen  por cada animal, estación, clima, danza y demás. Todas a raíz de lo esencial, como rama de los dones de los dioses, sin los que la vida no sería para los eredianos como lo es...-guardó silencio antes de volver a narrar con emoción.
Estas damas se hallan regadas por todo el mundo, viajando o quedándose ocultas en todos los sitios posibles tangibles e intangibles.
-Las doncellas han de ser hermosas, como hadas... ¡Uh, Ñarot! Me las imagino así, las imagino volando en los bosques de Eredia. O como esas ninfas que hay en otros libros -dijo Samantha cautivada por la belleza que su imaginación le daba a aquel relato.
Su hermana la miró con extrañez.
-¡Oh no! Simaela, las doncellas tienen distintas formas y no todas son bellas; algunas son aterrorizantes, como las doncellas de los insectos, la de las plagas o la de la guerra, algunas arañan. Son terribles -dijo imitando las garras de un oso con sus uñas.
Samantha se arrepintió pronto de sus palabras.
-No quiero ver ninguna, jamás -dijo apretando sus ojos, haciendo que inevitablemente las siluetas monstruosas aparecieran en su mente. Con rapidez preguntó algo más para sacarse de la cabeza la imagen-. No hay varones, el libro no lo dice, ¿es que todas son mujeres en Eredia?
-No, también hay guardianes -contestó la pelirroja-. Muchos guardianes.
Ñarot buscó en el gigantesco índice del Gran Libro, el texto que hablaba sobre estos, adelantándose a que Samantha le pidiera que le leyera sobre aquello.
Con éxito, detuvo su dedo índice en el título que buscaba.
-¡Bingo! -dijo en voz alta-. Bueno, ahora presta atención -dijo a Samantha, que ya se había puesto a escribir sobre aquel diario que nunca dejaba. Desde los siete años no se había separado de aquella libreta, pero quién era ella para reñirla por ello.
Habló con voz suave:
«Existe un guardián para cada cosa en este mundo, para cada cerradura, para cada secreto y abismo.
Estos seres son resultado de la profunda rabia que alberga al dios Rey del mar, y provienen de la espuma de las aguas saladas que rodean la tierra de Eredia, o como todos dicen, los dominios del dios.
Dado a que por naturaleza casi toda el agua es dulce, se hace difícil encontrarse un guardián durante el vivir, no hay muchos. Pocos son los afortunados que han visto alguno.
Las voces de los abuelos cuentan que de todos hay uno vital para el orden del mundo, es el  hombre al que nada teme y al que nada importa, el más allegado a los dioses; al que presencialmente las divinidades le atribuyeron la labor de guiar a los muertos a casa, devolviéndolos bajo la orientación de la melodiosa arpa.
Cualquiera que cuente con la edad necesaria conoce el orden de la vida, incluso los niños saben que cuando un ser querido muere deja el cuerpo y el alma lo abandona para internarse en la neblina del bosque Axaberec.
El alma llega a la zona frondosa y más nebulosa de Axaberec, a la que muchos temen adentrarse por temor a encontrar al muchacho recostado bajo el ala de la Ceiba, al mismo destino que suelen llegar sus muertos.
Según los ancestros el paraíso está en cualquier lugar donde crezca una Ceiba, y el bosque Axabarec está lleno de ellas.
Al misterioso hombre que solo ven los muertos se le encuentra adormilado, con un aire de tranquilidad, para que los que trascienden a la eternidad.
Independientemente de cuál sea el credo de cada ser, o si es humano o erediano, al final todas vuelven al hogar, porque la muerte no distingue a nadie.
El guardián de Axabarec recibe a todos.
El alma recién llegada es atraída y atrapada con el canto de las cuerdas, entonces el espíritu o espectro (ya sea dependiendo de la naturaleza del alma: bien o mal) sigue al hombre con indumentaria de caballero por...
-¿Por qué tiene la ropa de un caballero? suena extrafa-favante -dijo Samantha interviniendo en la historia, tras haberse imaginando a un caballero adecuado a la época medieval.
-Extravagante -corrigió su hermana riendo con su expresión facial. Samantha se equivocaba al hablar y no podía parecerle nada más que remotamente encantador-. Lo es Sam, él es un hombre extraño y llamativo. Quizás el de mayor escala en Eredia. Ahora ¡shhh! calla, que voy a proseguir.
Samantha anotó aquella última palabra en su libreta como acto de un reflejo. Lo hacía a menudo, desde hacía un año había procurado aprender todas las palabras decorosas que su hermana utilizaba, no obstante siempre se le enredaba la lengua al hablar y terminaba por decir lo contrario. Admiraba a su hermana mucho más que a nadie. Como cualquier niño, copiaba sus comportamientos y aprendía de manera paulatina a ver el mundo de la misma manera. Aunque le costara creer.
Aunque la voz inhumana le asegurara que su escepticismo tenía fundamentos.
La voz había hablado por primera vez cuando tenía seis. No le había contado a nadie más que a sus confidenciales peluches, pero ante todo, Samantha estaba segura que era real. La voz era real y las cosas que le decía eran de la misma forma ciertas. Aquella voz no le susurraba, sino que al contrario, parecía habitar su interior. Cuando aquella voz hacía presencia, la niña describía para sí misma la sensación de tener un reptil despertando de un largo sueño. Su manifestación era leve, pero de inmediato podía sentirla arrastrándose a través de su caja torácica hasta que hallaba camino hasta sus cuerdas vocales. Entonces, solo entonces, la niña se sentía como un instrumento nada más, uno utilizado para transmitir un mensaje.
Las oraciones que decía la voz no tenían sentido para una niña, y nada más las anotaba en su envejecida libreta, sabiendo que sin sus palabras habría acabado por convertirse en una loca. Samantha había necesitado escribir por cariño a su cordura, le era vital.
Ñarot volvió a narrar sumergida en los bosques de Eredia, como una loca hablaba con la visión perdida en el más allá:
«El guardián se encarga de orientar a las almas hacia los templos sagrados, donde cada dios debe ser invocado para el juicio.
Ya que  son tantas las muertes en el universo, los juicios son hechos en grupos masivos, por lo que las almas deben esperar arraigadas a los troncos de las Ceibas hasta que puedan ser juzgadas. Las almas deben quedarse atrapadas en las cortezas por tiempo indefinido.
Tan solo cuando  los árboles acumulan numerosas almas, las divinidades de las tres muertes llegan a los templos.
La muerte clara es la primera, liderada por la diosa Luzcion. La muerte gris le pertenece a la diosa Liscalium y la muerte oscura por el dios Andruz. A la muerte clara entran todas aquellas almas que han muerto por otra, o que han dedicado su vida a hacer el bien. La muerte gris es para todos aquellos que no son ni el mal ni el bien. Y la última es la muerte menos deseada, la muerte para todos aquellos de actos desalmados y atroces.
-Entonces el guardián solamente las cuida mientras llega el día -concluyó Samantha imaginando el resto de la historia.
-Sí, las orienta porque las almas pueden perderse con facilidad, evaporarse en la nada, llegando hasta a ser robadas por las corrientes de ventaris.
-¿Robadas?-preguntó Samantha incrédula- ¿Quién querría un alma? son aterradoras, pegajosas...
-La malignidad y la insensatez no tienen límites Sam, ni siquiera en los libros. Hay quienes las roban para mal obrar con ellas, usualmente son los adoradores del dios de la tortura, por ello son usadas como ofrenda y las entregadas al Andruz.
Samantha se quedó pensando en qué le pasaría su alma, ¿también la robarían? no podía saberse.
¿La usarían para el mal?, ¿podía un alma ser usada de tal forma?
Eran tantas sus preguntas, tantas cosas por resolver.
Quería saberlo todo.
Sin embargo, su hermana no siguió leyendo.
-¿Ñarot? -llamó Samantha varias veces, viéndola.
La figura de su hermana seguía sobre la butaca, solo que ahora su pecho ascendía y descendía lentamente.  Ñarot se había quedado dormida a mitad de la lectura. Y lo mejor de todo, había dejado el libro de Eredia abierto.
Samantha quería que le siguiera leyendo, pero no la despertó, sino que se quedó quieta custodiando al libro abierto sobre la falda de su hermana. Pensó y se negó a sus instintos.
Resultaba tan tentadora la idea de  alcanzarlo con los dedos, de sostenerlo, de pasar sus hojas amarillentas y de leer los capítulos que se le antojaran.
El libro parecía llamarla a susurros, porque cuando menos se lo esperaba se encontraba caminando en la alfombra en dirección al libro.
Su hermana dormía en silencio, parecía estar en un sueño profundo, así que Samantha se dispuso a rozar la portada rústica estirando la mano derecha y dejándola caer abruptamente en el margen de la página, pero cuando estuvo a centímetros una mano apartó la suya del aire y la retiró con un manotazo.
-No hagas eso, Samantha -le riñó su hermana con voz adormilada. Los ojos claros de Ñarot estaban abiertos en alerta y de inmediato quitó el libro cercano a su acceso. Ya no estaba tan serena como antes.
Samatha dio un brinco por el susto y pronto se repuso. Quiso saber por qué había reaccionado de tal manera, eso no le había sucedido nunca. O bueno, ella tampoco había intentando tocarlo, jamás había sido de tu interés como aquella vez, no había podido evitarlo.
-¿Por qué no puedo? -preguntó Samantha de brazos cruzados haciendo una mueca, casi había logrado su cometido y se lo habían frustrado- Es solo un libro, como los que tengo en mi estantería.
-Porque no. No hagas eso, no está bien tocar las cosas sin permiso -dijo Ñarot con voz de molesta. La miraba con reproche y Samantha se sintió más pequeña que nunca. La pelirroja casi nunca la reñía, y cuando lo hacía se sentía muy mal.
-Pero si te lo he pedido muchas veces... -musitó Samantha con tristeza y algo de terror.
Ñarot no le respondió.
Estaba levantándose de la butaca para irse nuevamente a su habitación.
Bufaba de a ratos mientras iba hacia la puerta.
Samantha no quería que se fuera aún, quería oír otra historia más.
-¡No! no te vayas aún, lo siento -dijo Samantha intentando frenar a la chica, y por último le dijo-. Me gustaría saber más sobre las criaturas... Por favor quédate, Ñarot.
-No será hoy -cortó en seco su hermana mientras que, detenida, sujetaba la perilla. La veía con algo de nostalgia-. De verdad lo siento Samantha, pero la hora de lectura ha pasado, esto fue un error.
Dicho eso Ñarot abrió la puerta rápido y de misma forma la cerró, dividiendo así sus espacios. La habitación se quedó vacía y así mismo se sintió la niña.
La habitación se sentía pequeña y su interior pegajoso e incómodo. Como si algo se arrastrara en su caja torácica, y como si no pudiera coexistir más con ella.
-Eredia -dijo una voz lastimera, que no era la suya.
Samantha no hizo caso a su intervención. Se fue al fondo de la habitación y se quedó detenida ante los ventanales que daban al jardín.
Reflexionaba en lo que sea que acababa de suceder, y mientras veía como un ave comía en el pasto se dijo que no podía culparse por sus comportamientos. Eran naturales.
La curiosidad no era el verdadero pecado; sí lo era tanto secretismo.
Esa tarde se quedó frente a la ventana pensando y luego de un rato volvió a escribir lo que su hermana le había contado, por si llegaba a olvidarlo.
Años más tarde, según lo acumularía su memoria, esa había sido la última vez que su hermana le había leído algo de aquel libro.
Después de aquel acontecimiento extraño, Ñarot había eludido las idas y venidas entre las habitaciones contiguas.
Ñarot simplemente se había reservado todo lo que tuviera que ver en relación a aquel libro, no hablaba con ella sobre eso, sino que constantemente desaparecía por los peldaños y Samantha la veía creyendo que era una mentira; una jugada de su poderosa imaginación. Después de todo era una niña, nadie podría creer sus relatos sobre voces que se arrastraban en su interior, sobre hermanas que desaparecían, sobre voces en las escaleras y padres ausentes.
No obstante, tanto secretismo solo había incentivado más su curiosidad; por años seguiría escribiendo sus teorías alocadas.
En ese entonces Samantha no lo entendía, y no sería hasta dentro de seis años que, tal vez por orden del destino, acabaría conociendo a quien tendría todas las respuestas.
O bueno, quizás no todas.

 O bueno, quizás no todas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Es un capitulo corto y apresurado <3 pero se viene uno largo que uffff

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Es un capitulo corto y apresurado <3 pero se viene uno largo que uffff.

Esdesth y los dioses perdidos  [En curso] Where stories live. Discover now