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Las gotas de la lluvia se escucharon a través de las raíces que me cubrían, una molesta gotera entrando en el cuarto la cual Claire no había notado para mi mala suerte. Entre los suaves ronquidos de Luna, el constante movimiento de Aiko y la gotera, no había sonido que no apagara las preguntas en mi cabeza. Ni concentrándome en los sonidos más pequeños podía silenciar el agobio dentro de mí.

Mis ojos cayeron en la foto de Asher y Jamie, la pareja que solía siempre acompañar. La que me había dado el papel de "la tercera rueda", el bastón para un anciano, el caballo de una carreta. Era la acompañante de una dupla hermosa, llena de amor entre sí que podía empalagarme. Ellos pensaban que me daba asco su cariño, mis fingidas arqueadas haciéndolos hasta reír por muchas tardes, pero la realidad era que en el fondo yo quería ese amor. Esa incondicionalidad.

El problema había sido que nunca alguien me había interesado, que nadie había captado mi atención como Jamie había visto a Asher o viceversa. Tampoco había reconocido a alguien que sintiera atracción por mí, o no lo hubo o los espanté con mi ironía.

Pero Noah apareció en el panorama, y captando más que mi impaciencia y enojo, el apretón en mi estómago me hizo reconocer que había algo más que había agarrado. ¿Y había sido viceversa? ¿O había entendido mal?

Era ridículo. Él, sus palabras, lo que me dejaba despierta. Era hasta irónico, ¿me rebajaba una vez más con el resto porque le importaba? ¿No me veía capaz de defenderme sola y al mismo tiempo enviaba a su hermano gemelo? No lo terminaba de entender, la bronca y el corazón como locomotora tampoco ayudando.

Decir que me moví más que Aiko durante la noche fue decir poco, no podía ni cerrar los ojos que las preguntas me volvían a despertar y cuestionar tantas cosas más aparte de mi enojo. ¿Porqué yo? ¿Acaso solo era una excusa? No, no me habría mirado así. ¿Podría estar mintiendo? ¿Para herirme? Podía ser una persona amargada, pero no era alguien malo. Debajo del fuego en sus brazos y de la dureza que presentaba, sabía que no tenía el valor de lastimar a alguien porque sí.

Me habría roto el cuello la primera noche del campamento al enfrentarlo.

Por más que estaba acostada y cómoda, mi corazón parecía haber vuelto de dar miles y miles de vueltas corriendo una maratón. Ni la mano sobre él me ayudo a calmarlo, lo sentía prácticamente llegar hasta mis huesos. Tan alto como las preguntas, los latidos golpeaban contra mis tímpanos y me mantenían despierta. Con las preguntas, el latido y los demás sonidos, no me sorprendió escuchar el fin de la lluvia y los sonidos de los pájaros al llegar el amanecer.

Terminé sentada en mi lugar, la foto de mi mejor amiga y su novio en mis manos, pero mis ojos centrados en ella. Lo que soñaba por tener una conversación con ella, que me escuchara este dilema en mi cabeza que no podía callar ni entender del todo, que ella me aconsejara con sus palabras dulces y honestas. La lágrima rebelde que cayó en su foto me hizo sonreír levemente, limpiándola al instante y tratando de volver a poner la imagen como estaba.

Si había algo que sabía que ella diría, sería que ya vas a saber que sientes, y una mirada divertida. Esa era ella.

Escuché que Claire se removió en su lugar, un quejido de su boca al estirarse que me hizo sonreír levemente hasta que sus ojos se enfocaron en mi y frunció las cejas.

—¿Qué tan turbia puedes ser como para estar mirándome dormir en plena madrugada? —murmuró, ninguna de las dos queriendo despertar a las demás.

Le guiñé un ojo.

—Eres una tentación.

Sonrió un poco dormida, soltando un largo bufido al sentarse y se acomodó el pelo detrás de las orejas al volverse a girar hacia mí.

SUPERNOVA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora