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Cuando por fin había sentido que podía respirar, una segunda mano me apretaba el cuello y me cortaba de vuelta todo tipo de oxígeno que había podido recuperar. Cuando llegué a saborear la calma, vino la angustia como una cuchara llena que no pude sacarme de la boca. ¿Podría alguna vez ser algo fácil? La respuesta era obvia.

Jacob continuó mirándome después de soltar las palabras, y mientras que en mi cabeza trataba de planear todas las situaciones posibles que podríamos hacer, más me daba cuenta que el rastreador en el brazo de Morgan significaba que ahora todos estábamos en peligro.

Lo primero en lo que pensé fue en lo obvio.

—¿No se lo puedes sacar?

Meneó la cabeza al instante. Los dos parecíamos estar susurrando para no exaltar a nadie, el problema era que sí o sí iban a terminar enterándose. O por las malas, o por las buenas.

—La puedo herir, no sé dónde exactamente está y no tenemos nadie que pueda curarla en el momento.

—¿Y porqué no pensaron en traer a Olivia o alguien que pudiera? —mi desesperación sonó tan tonta al salir de mi boca. Jacob ladeó la cabeza.

—Me tienes que estar jodiendo —siseó—. Vinimos lo más rápido que pudimos, ¿cómo se nos hubiera ocurrido traer alguien que no puede defenderse en sí?

Frustrada me pasé las manos por el rostro, olvidándome del constante latido doloroso de mi brazo y sin darme cuenta terminé aferrándome a las raíces de mi pelo. Volvíamos a adentrarnos en la boca del lobo y no sabía que podría hacer para evitar que los colmillos nos mataran.

La miré a Morgan, sus facciones fruncidas en puro terror, pensando en cómo iba a salvarla una vez más. Ya estábamos en riesgo todos con ella ahí, ¿cómo iba a hacer para evitar poner en peligro a los demás?

Una mano cálida se posó en mi rodilla y me hizo mirar hacia la persona. Noah estaba con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa?

—Tenemos que bajarnos ya —respondí—. Morgan y yo. No podemos quedarnos.

Confundido, y claramente listo para discutirme la locura que acababa de decir, Jacob se adelantó en responder la pregunta.

—La hermana de Taylin tiene un rastreador en el brazo —sonó tan desesperado como yo, los dos sabiendo que estábamos ya mismo ahí parados en peligro de vuelta—. Y no se lo puedo sacar.

La mandíbula de Noah se marcó mucho más de lo que ya la tenía, y miró a mi hermana de costado, la cabeza de Morgan enterrándose contra mi brazo por la intensidad. Después se volvió hacia mí, una decisión en su mirada que me hizo tragar en seco.

—No se van a bajar solas —respondió—. No lo voy a permitir.

—Estaríamos arriesgando a los demás, Noah.

—Creo que ya lo hicimos bastante en el día de hoy, ¿o me equivoco? —discutió, llamando la atención de los otros tres que no habían escuchado lo que estaba pasando. La mano de Noah que seguía agarrándome se apretó—. No puedes hacerte cargo de esto sola, estamos todos acá por ti.

—¿Chicos? —nos llamó Thomas, su cabeza apareciendo detrás de su hermano—. ¿Está todo bien?

Jacob se arrimó a ellos para, claramente, contar la situación y tratar de obviar la reacción de Sue Lee que ya estaba mirando por el espejo retrovisor. Mientras tanto, yo continuaba con mi hermana aferrada a mí y sin bajar la mirada del gemelo a mi lado. No podía ni pensar con claridad, todo mal sentimiento en mi pecho y la ansiedad picándome debajo de la piel.

SUPERNOVA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora