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Los primeros días del entrenamiento me hicieron replantar la idea de si había sido la decisión correcta el haberme metido en el grupo. Mis piernas temblando después de largas corridas, mi cuerpo no acostumbrado a la resistencia que exigían y despertándome todas las mañanas con mis músculos pidiéndome por favor que no me levantara; verdaderamente extrañé mis deberes ordinarios.

Sue Lee no daba un descanso a nadie, fuese nuevo integrante o uno de los primeros. Eran las mismas rondas, los mismos ejercicios, las mismas prácticas. Mientras que los que tenían más reconocimiento, Logan y Anna siendo dos de ellos, podían terminar un poco agitados, mi pulmón parecía estar colgándome de la boca cada vez que colapsaba en el piso en busca de aire. No me había ido bien en gimnasia en toda mi vida y había subestimado lo que sería el entrenamiento.

Noah tampoco daba su brazo a torcer. Entre los abdominales, las prácticas de golpes y bloqueos, hasta a veces las sentadillas para fortalecer las piernas; el tipo parecía de hierro. Había veces que se sumaba a las corridas, su respiración no apurándose ni un poco y los abdominales los hacía como si fuese lo más fácil del mundo. Su gemelo no se quedaba muy atrás tampoco, Thomas parecía respirar ejercicio y yo era el saco de peso que usaba para entrenar. Vivía levantándome del piso para que vuelva a sobrevivir.

Claire se había comenzado a preocupar por mi estado, los quejidos a la noche al moverme y cómo rápidamente mi peso había empezado a caer, tuvo que hablar con el cocinero del campamento para que mi ración de comida comenzara a ser un poco más grande. Entre eso y manzanas escondidas, mi peso volvió a regularse pero de igual forma los dolores y cansancios no se habían ido.

Fueron las primeras dos semanas las que fueron las más difíciles, pero una vez que comencé a seguirle el ritmo a pesar de todo lo que pesaba en mis hombros, cumplí con mis palabras y me obligué a no rendirme fácil. Era difícil, dolía y había noches que prácticamente me desmayaba en la cama. Pero me sentía más fuerte, me sentía más en control de mi cuerpo y de mi anomalía. Tenía que seguir aprendiendo y creciendo así.

Tuve que inclinarme sobre mis rodillas cuando terminé de hacer mi corrida, mis piernas temblando y molestas gotas de sudor cayéndome por la sien. Podía sentir la llegada de verano por el fuerte sol que nos golpeaba, las calzas negras que me había conseguido del montón de ropa que habían traído no ayudando en nada y me tuve que acomodar el pelo en una coleta.

Thomas llegó a mi lado, agitado como yo pero sequito de transpiración. Los gemelos Parker tenían la bendición de no sentir temperaturas y eso, aparentemente, incluía el calor del ejercicio.

—Suertudo asqueroso —lo señalé, él rodando los ojos a mi lado y uno de sus brazos se congeló hasta apoyarlo en mi nuca. El salto que di me hizo doler las rodillas, pero me apuré en agarrar su mano y moverla a mi frente sin dudarlo.

—Está todo sudado-

—Congélalo entonces.

La confianza entre nosotros había aumentado al paso que habíamos comenzado a entrenar juntos. Con él siendo mi compañero de todo el día, no fue difícil volvernos más unidos. No hablábamos mucho del pasado en sí, sabíamos lo mínimo de cada uno y lo necesario. Era de las pocas personas qué, de mi nuevo grupo de amigos, sabía que era indispensable, con Claire habiendo tomado el mismo lugar.

Nos acercamos a la ronda que siempre se formaba, cerca de Luna que estaba agitando sus manos para poder airear su rostro y me sonrió con sus mejillas enrojecidas. Encontré a Noah en el medio de la ronda, sus brazos como siempre cruzados y esperando a que los pocos que faltaban llegaran. Jacob se apoyó en mí apenas me vio a su lado, también tratando de recuperar el aire perdido.

SUPERNOVA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora